A. Alexa. Rescatados (#1 Santa Ana)

XXXIV

La última persona a la que esperaba ver esa tarde en el hospital era su padre. Ni siquiera sabía que ellos eran al tanto de lo que pasó y, en todo caso, de que les importaba. Supo que su madre había aceptado cuidar a su nieta y aunque en cualquier otro momento eso le parecería extraño, en ese entonces no quiso pensar sobre ello, agradecía que su hija estuviera a salvo.

- ¿Papá? - se acercó al hombre que miraba por la sala de espera, probablemente buscando una cara conocida. - ¿Qué haces aquí? - le preguntó al ver que él no le diría nada.

- Quería ver cómo estás. - declaró y Alejandro lo miró frunciendo el ceño. - Alejandro, sé que las cosas entre nosotros no están ideales en este momento, pero eres mi hijo y te quiero. - explicó, sintiéndose mal por tener la necesidad de hacerlo. ¿Tan mala opinión tenían sus hijos sobre él? - Y si tú estás sufriendo, yo voy a estar aquí para apoyarte.

Alejandro lo miró incrédulo, no tenía cabeza para analizar el comportamiento de su padre en ese momento, pero la verdad era que necesitaba de alguien en quien apoyarse.

Se sentó en una silla y su padre lo hizo también, dándole una palmada en la espalda.

- No saben si va a reaccionar. - dijo después de unos minutos de silencio, debatiéndose si revelar sus sentimientos. - Ni si va a estar bien aún si despierta.

Pablo asintió con la cabeza, buscando las palabras para aliviar el dolor de su hijo. Más nada acudía en su mente, él nunca sintió esa clase de dolor que sentía Alejandro en ese momento.

- No sé qué decirte. - decidió ser sincero. - Solo te puedo decir que tienes que ser fuerte, hijo, si de verdad la amas tienes que ser fuerte por los dos. Tienes que creer que van a salir de esto.

- La amo más que a mi vida. - confesó y su padre asintió. Había pensado que esa relación era un capricho, una rebelión tardía para llevarles la contraria. No podía imaginar cómo su hijo, siempre tan correcto, había caído por una mujer de mala vida. Ahora veía que estaba equivocado y no sabía cómo sentirse.

- Sabes que tenemos que hablar. - Ale iba a replicar, pero Pablo negó con la cabeza - Cuando todo esto pase, tenemos que hacerlo, Alejandro. Somos una familia ante todo y nosotros no resolvemos nuestros problemas ignorándonos unos a los otros. - zanjó y este asintió.

- ¿Cómo está Angie? - cambió de tema y una sonrisa afloró en sus labios por primera vez en el día.

- Está con Carolina. Están bien. - no dijo más, sabiendo que su hijo tenía todas las razones del mundo en desconfiar.

Pero él conocía a Carolina mejor que nadie, sabía que debajo de esa coraza dura de dama de alta sociedad se encontraba una buena mujer. Que no sea capaz de demostrarlo era otra cosa, consecuencia de su crianza nada fácil. Llevaba años tratando de hacer que muestre su verdadero ser, pero lo más que logró es que se mostrara delante de él. Últimamente entendió que debía hacer que hiciera lo mismo con sus hijos o los iba a perder.

- ¿Papá, que haces aquí? - suspiró al escuchar esa pregunta por segunda vez, ahora de los labios de su hija.

- Vine a ver a tu hermano. - dijo sin más, dejando a Daniela más sorprendida.

Dejo ese sentimiento de lado y se sentó a su lado, dejando que la envolviera en un abrazo.

- ¿Has visto a Teo, Ale? - su hermano negó con cabeza y su padre la miró extrañado por la pregunta. - Voy a ir a buscarlo. - se fue rápidamente para evitar las preguntas de los dos hombres de su vida.

- ¿Quién es Teo?

- El doctor Rodríguez. - aclaró para su padre, que no estaba acostumbrado a que su hija tuviera trato tan personal con sus doctores.

- ¿Por qué lo busca? ¿No se sentirá mal?

- ¡No creo! Seguro que quiere ver como está. Isabella es su amiga también.

Al menos él pensaba eso, pero no sé olvidaba del hecho que ese hombre había renunciado al caso de su hermana y que Isabella no le había querido decir por qué, pero que tenía una sonrisa sospechosa en su cara mientras se lo decía. Debía hablar con su hermana, no podía dejar que sus problemas hicieran que la descuidara.

✨✨✨

Valeria dejó un vaso de agua para Max en mesa para luego irse a buscar a las gemelas. Los hermanos habían llegado hacía minutos, Fran para darse una ducha y cambiarse y Max desde la comisaria. Por más que ella quisiera quedarse para escuchar que tenía para decir, las gemelas la necesitaban.

Max observó a la adolescente caminar hacia la habitación de sus sobrinas y sonrió al pensar en lo orgullosa que se sentiría su hermana al verla así, haciéndose cargo de sus hermanas sin quejarse. Luego miró a la mujer que estaba delante de él, sentada, esperando que viniera Francisco porque les había dicho que tenían que hablar. La noche anterior, entre todo el caos, él ni siquiera pensó en sus sobrinas. Le avergonzaba decirlo, pero su mente estaba centrada en el bienestar de su hermana y en averiguar si lo que pasó fue un simple accidente o algo más. Fue Carla quien le pidió la dirección y le dijo que fueran a recoger a Valeria y que ella se encargaría de las niñas. Si antes de eso tuvo dudas de sus sentimientos, en ese momento se esclarecieron. Estaba muy enamorado de ella.




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