A. Alexa. Rescatados (#1 Santa Ana)

XLII

Meses después

- No puedo creer que estemos celebrando nuestra boda aquí. – le dijo a Alejandro mientras bailaban, él solamente rio.

- No sé, me parece un poco poético. En fin, aquí nos conocimos. – le respondió un minuto después y ella pensó en sus palabras.

Si, le parecía extraño estar en lo que fueron las Diosas, bailando con su ahora esposo y celebrando su boda. Pero, su hermano había comprado el local meses atrás, después de la muerte de Damián y lo convirtió en un restaurante/bar/salón de fiestas. Sus amigas, ese día presentes como las damas de honor (le valía que la gente pensara mal de eso), seguían trabajando ahí, Marta como manager y Clara y Alba como jefas de turno.

Francisco seguía teniendo problemas con la gente que pensaba que todo ese cambio era una fachada e intentaban propasarse, pero un grupo de seis hombres fornidos se encargaban de dejarles en claro que las cosas no eran así. Era una batalla de todos los días, pero él parecía contento de pelearla.

- ¿Te dije alguna vez lo importante que fue para mí esa noche? – Alejandro negó con la cabeza, sin dejar de bailar y acariciarle la espalda. – Siempre dices que me ayudaste al darme trabajo fuera de aquí, pero… para mí eso sucedió esa misma noche cuando nos vimos por primera vez. Me devolviste un poco la fe en la humanidad.

- A mi me paso algo similar. Me di cuenta de que mis problemas eran nimios respecto a lo que otra gente se veía obligada a vivir. Me ayudó a tomar consciencia de ciertas cosas y sobrevivir esos primeros meses de… - se calló, no queriendo mencionar a María ese día, cuando se sentía tan feliz.

- Estoy muy feliz. – confesó y él le dio un corto beso, sin importarle que los vieran. En fin, era su esposa ahora.

Le había pedido matrimonio dos meses atrás en una velada romántica a la orilla de ese lago que tantos recuerdos guardaba. Ella le había dicho que sí de inmediato y estaban demasiado impacientes para tener un noviazgo largo, así que con ayuda de las mujeres de su familia y Daniela lograron organizar la boda de sus sueños en tan poco tiempo.

- Hey, ¿a dónde te fuiste? – la voz de Alejandro la sacó de los recuerdos y la devolvió a la realidad. La canción ya había terminado y todos abandonaban la pista improvisada.

- Pensaba en lo mucho que te amo. – le respondió, besándolo.

✨✨✨

Isabella sonrió al ver a Max acercarse y puso la mano en el brazo que le ofrecía para llevarla a la pista de baile.

- Estás hermosa.

- Ya me lo habías dicho. Un millón de veces.

Max sonrió, empezando a moverse al ritmo de una balada. Se había enfurruñado cuando salió el tema de quien entregara la novia, al parecer él fue el único que no tomó por sentado que ese sería su padre. Él quería tener ese momento con su hermana. Fue Carla quien le dijo que le dijera a su hermana como se sentía, a lo que Isa respondió que el pasillo tendría que ser suficientemente grande para que los tres tengan oportunidad de hacerlo. 

- Te lo digo una vez más.

- Me vas a subir el ego, Max, luego no hay quien me soporta.

- Isa, sé que no es el mejor momento, pero quiero decirte algo. – ella asintió, aguardando. – Sé que lo amas y hasta un ciego podría ver que él te ama a ti. Pero si en algún momento eso cambia, quiero que sepas que no estás sola, siempre podrás contar conmigo.

- Lo sé. Como también sé que no va a cambiar. – aseguró, mirando hacia el punto donde Alejandro debatía algo con las niñas, parecían enfrascados en una conversación seria.

✨✨✨

Los invitados se habían ido y solo quedaba un puñado de gente en el salón, los novios entre ellos. Isa estiró las piernas en la silla que estaba a su lado, suspirando al encontrar un poco de alivio.

Érica estaba sentada en la silla contigua. Después de ese lapso de tiempo en el que le agarró un dolor de cabeza provocado por el moño apretado que tuvo que disolver para aliviar la presión, había aparecido como si nada hubiera pasado. Fran estaba a su lado, acariciando distraídamente su mano.

Isa suspiró de placer al sentir las manos de alguien masajeando sus hombros y echó la cabeza para atrás para mandarle un beso a Alejandro. Frente a ella estaban sentados Max y Carla junto a Daniela y Teo, enfrascados en una conversación.

- He encontrado la botella escondida de jefe. – exclamó Clara, agitando en el aire una botella de quien sabe que, mientras las otras dos llegaban con vasos para todos.

Francisco la fulminó con la mirada, pero ella ni se inmutó.

- ¿Ustedes dos no deberían estar camino a su luna de miel? – preguntó Érica a los recién casados, ambos negaron con la cabeza.

- Lo dejamos para mañana. La señora dice estar demasiado cansada.

- Estoy demasiado cansada. – rebatió la aludida.

Pronto todos se encontraron con un vaso de un líquido ambarino en sus manos y Clara y Alba se sentaron, mientras Marta permanecía de pie.




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