A. Alexa. Siempre contigo

6

La alerta llegó esa misma noche, aunque los científicos seguían firmes en su convicción de que apenas rozaría las costas de Cancún, hasta un ojo no entrenado podía ver que el huracán no era una posibilidad, sino una certeza.

Viendo el movimiento que se había desatado en el hotel ante la nueva realidad desde su balcón, Mauricio agradeció no tener las vistas a la playa, no necesitaba verlo destrozar todo a su camino. Desde la dirección del hotel le habían hablado en la madrugada diciéndole que el hotel estaba seguro, sobre todo en su caso, porque tenía la habitación que daba al interior de la estructura. Así, podía permanecer tranquilamente ahí mientras pasaba el peligro.

La poca luz del día que entraba por sus ventanas le ayudó a dibujar un poco en la mañana, la luz se había ido en la madrugada y aún no habían puesto en funcionamiento todos los generadores para cuidar las baterías. A eso de media tarde, la oscuridad se apoderó de la estancia, haciéndole imposible seguir con los bocetos. Vio la hora y suspiró al darse cuenta de que aún faltaba una hora para que prendieran las luces, se recostó en la cama y fijo la mirada en el techo, aburrido. Poco después, dos golpes en la puerta lo sacaron de su estado de relajación, se levantó pensando que era alguien del hotel.

—¿Recuerdas como esta debía ser mi habitación y tú me la quitaste? —espetó la mujer ni bien abrió la puerta, portaba una sonrisa avergonzada, pero le aguantaba la mirada.

—Estoy bastante seguro que las cosas fueron al revés, pero supongo que eso no es por lo que viniste. —respondió, agradecido por su presencia porque le había alegrado la tarde.

—Detalles. —Murmuró, quitándole importancia con un ademán—. Te seré sincera. —empezó, pasando a su lado sin esperar una invitación. Mauricio frunció el ceño al ver que arrastraba detrás de sí una maleta y un bolso de viaje, los dejo en el vestíbulo y giró para encararlo—. Mi habitación queda directa en el camino del viento y tuvieron que desalojar todos los ocupantes. No hay habitaciones libres, obviamente, aquí o en cualquier otro hotel. Y bueno… —La valentía con la que llegó la abandonó despacio, se quedó callada a mitad de la frase.

—¿Quieres quedarte aquí? —inquirió, incrédulo. Andrea se encogió de hombros.

—Eres el único a quien conozco en la ciudad. —Respondió con simpleza—. Eres tú, o debajo de un puente. —Se acomodó en el sofá y estiró las piernas, esperando su respuesta. Mauricio se preguntó si realmente tenía voz y voto en esa decisión.

—Me alegra saber que soy preferible a un puente. —dijo burlón.

—En realidad, estás más cerca, pero si te hace sentir mejor pensar así… —Dejó la frase inconclusa, pero se podía ver que estaba disfrutando con la situación—. Entonces, ¿me puedo quedar? —Insistió.

—Perdón, me pareció que ya habías tomado la decisión y solo me informabas. —picó, pero justo en ese momento un fuerte estallido del viento hizo levantar las sillas que estaban apostadas en el jardín del hotel, haciendo que se estremecieran—. Claro que puedes quedarte. —No quería ni imaginarse que significaría buscar hospedaje en esas condiciones climáticas, pero al pensar en que probablemente pasaría horas encerrado con Andrea en una misma habitación, salir a enfrentarse al huracán no le pareció tan mala idea.

—Gracias. —Aplaudió ella, emocionada—. Solo hasta que pase lo peor, luego buscaré algo en la ciudad hasta que pueda volver aquí.

—No te preocupes, puedes quedarte el tiempo que quieras. —La tranquilizó, otro estallido del viento hizo temblar los cimientos del hotel.

—¿Crees que es suficientemente seguro? —preguntó la mujer al sentir los temblores.

—Supongo. —Se encogió de hombros, lo último de lo que quería hablar era cuán a salvo del huracán estaban en el hotel, en medio de un huracán.

—La ArquiMax está trabajando en materiales más resistentes especialmente para estos territorios, ¿lo sabías? —Volvió a hablar Andrea, se había ovillado en el sofá y había arrastrado una manta para cubrirse, miraba fijamente la ventana.

—Los consideré para un edificio hace un par de años, pero finalmente no lo hice. Los precios eran altísimos y la garantía muy poca. —compartió, si iban a quedarse toda la noche ahí varados, debían hablar de algo—. Tal vez ahora han mejorado su propuesta.

—Tenía una reunión programada con ellos para estos días, pero luego me tuve que ir y pasarla a Alan. —Dijo con disgusto, la sola mención de su hermano mayor hizo que las entrañas de Mauricio se apretaran por el odio visceral que sentía por ese hombre—. Seguro lo arruina todo. —masculló, él se tragó las ganas de indagar a que se refería. Al final, no siquiera fue necesario, porque ella siguió—: Si la oferta es buena desde el punto de vista monetario, seguro lo toma sin siquiera mirar los informes. —gruñó.

Mauricio luchó con todas sus fuerzas por mantenerse callado, al final de cuentas hablaban del hermano de Andrea, no se sentía cómodo compartiendo su opinión —nada favorecedora— sobre él. Pero, al parecer no era tan bueno en eso de ocultar sus pensamientos, porque ella notó el cambio en su expresión.

—¿Qué pasa? —cuestionó, inclinándose un poco hacia él, regalándole toda su atención.

—Nada.

—Te cambio la cara y no parecías sorprendido cuando hable sobre el dinero. ¿Qué sabes? —Insistió.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.