A. Alexa. Siempre contigo

15

Se levantó antes de Mauricio. En algún punto de la noche habían desempolvado la cama, porque dormir sobre el piso era fuera de cuestión. Observó al hombre que estaba dormido a su lado, no pudo evitar que una sonrisa de satisfacción se dibujara en sus labios. Había sido una sorpresa inesperada —y muy, muy agradable— verlo en la puerta del departamento de Julián. De su departamento, se recordó con una mueca. Por un momento había sentido miedo, porque él no tenía como saber de la existencia de ese lugar y que su aparición fuera porque había sucedido algo grave; pero, al reconocer los dedos de Simón involucrados en el asunto, se relajó y disfrutó de su regalo.

Ahora, con el inicio de un nuevo día, necesitaba salir de esa burbuja y enfrentar de nuevo la realidad. Se vistió despacio, desechando la idea de la ducha —por la simple razón de que habían cortado el agua en el apartamento por falta de uso—, y salió al salón. Las cajas que estaba revisando la noche anterior permanecían en el mismo lugar. Al ver la manta que había usado para protegerse un poco del frío mientras ojeaba los papales se sonrojó, la enrolló y la tiró a un lado, haciendo una nota mental para llevarla a lavar.

Su celular estaba sobre la mesa de centro, parpadeaba con la notificación de un nuevo mensaje.

Estaré ahí al mediodía. —Decía el mensaje, provocando que su respiración se acelerara. Miró el reloj, apenas eran las siete de la mañana, tenía horas por delante para arrepentirse. No se iba a arrepentir, lo sabía. No después de todo lo que leyó el día anterior, no después de todas las atrocidades que encontró documentadas.

Su tío había sospechado de su hermano y Alan desde el principio, entendió con pesar. Esa visita de el amigo que siempre vio como un evento aislado que solo empeoró su estado de salud, había sido un encuentro con un detective privado. Años de corrupción, robos, asesinatos, estaban detallados en esas páginas, rompiendo por completo la imagen —de por sí pobre— que tenía de su familia.

Lo que más le dolió leer fue sobre la muerte de Nina, la esposa de su tío. Ella conocía la versión oficial: Nina había muerto en un accidente de tráfico, donde el mismo Julián resultó herido con gravedad, quedando en coma por casi un año. Lo que descubrió fue que el accidente había sido provocado —el detective hacía alusión a la involucración de Sebastián, pero no tenía pruebas contundentes— y que Nina había estado embarazada de nueve meses en ese momento. El niño había muerto en el impacto, según los informes oficiales, pero el detective —nuevamente— sospechaba de qué ahí también había algo turbio.

Fue entonces, al recordar el dolor de Julián por su esposa —nunca le habló sobre su hijo, sin embargo—, que decidió marcar el número que estaba escrito en una carta sin terminar que su tío le escribió. El policía, que resultó ser el hermano de Nina, le respondió de inmediato, entusiasmado con la idea de poner las manos sobre las pruebas incriminatorias.

Se sentó en una silla y escondió la cabeza entre las manos, preguntándose si aquello era lo correcto. Si realmente podía entregarle a un desconocido los documentos que causarían una avalancha que se estrellaría en su familia. Pensó en su madre y Abigail, estaba segura de que al menos la menor no tenía ni idea de lo que sucedía. Pero también pensó en su tío, quien había muerto luego de enterarse de la traición de su hermano. Y finalmente, en sí misma, sí podría vivir sabiéndose cómplice de sus fechorías.

—Si supiera algo de tu familia, ¿te gustaría que te lo dijera? —La voz de Mauricio la sobresaltó, dejó caer el celular sobre la mesa y se giró para mirarlo. Él llevaba puestos solo sus pantalones, estaba apoyado en el marco de la puerta y la miraba fijamente. Desde ahí podía notar su indecisión, la tormenta que se desarrollaba en su interior.

—¿Algo como qué? —No se levantó, tenía la sensación de que quería estar sentada para esa conversación.

—Algo malo. —Casi rodó los ojos por su respuesta, pero se abstuvo.

—¿Algo que hicieron?

—Algo que está por suceder. —Sin que pudiera controlarlo, su mirada viajó a la caja que contenía las pruebas en su contra. Se preguntó si era posible que, cualquier cosa que supiera Mauricio, pudiera ser peor que eso que estaba a punto de hacer ella.

—¿Me involucra? —Se sintió una egoísta al preocuparse por eso; una voz en su interior le dijo que era hora de empezar a pensar en sí misma, en proteger su futuro. No quería ser otra Nina, otro Julián. Mauricio se encogió un poco, rehuyéndole la mirada.

—Indirectamente. —Alzó la mirada para verlo a los ojos, entendiendo que ese era otro punto importante en su relación. ¿Confiaba en que Mauricio le diría si estaba en peligro?—. Te protegería. —Aseguró, como si hubiera leído su pensamiento.

—No quiero saberlo. —Decidió, levantándose finalmente de la silla y yendo a su encuentro—. Si no tiene que ver conmigo, no quiero saberlo. —Repitió, más para sí misma que para él. Mauricio la recibió en su abrazo, besándole el pelo, inspirando su aroma. Se dejó calmar escuchando los latidos de su corazón, afianzando su decisión de poner a ella, a su relación, en el primer lugar. Ellos harían lo mismo, pensó.

—Me tengo que ir. —Sus palabras la decepcionaron, pero no dejó que se entreviera—. Quedé con Edna para revisar un proyecto. —Explicó, aunque no era necesario—. ¿Cuándo vuelves?

—Si fuera por mí, hoy mismo. —Se sinceró, pero estaba consciente de que no podía hacerlo, menos ahora que no sabía cómo irían las cosas con los policías—. Pero, creo que aún me quedaré unos días más. ¿Tú?




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