A. Alexa. Siempre contigo

Especial [1]

Abigail

La mente humana era una cosa compleja. Por ejemplo, ella sabía que entre la multitud no se encontraba ninguna cara familiar, pero igualmente no dejaba de buscar entre los presentes.

—¿Tu familia ya llegó? —Giró de costado para ver a su mejor amiga, Vera la miraba con una sonrisa en sus labios pintados de rojo, ajena a lo que sucedía en su interior.

Porque, Abigail confiaba en Vera con cada aspecto de su vida, menos con su vida familiar. Por eso no le contó que ese día tan importante para ella, lo pasaría sola. Vera nunca lo entendería, ella misma había invitado no solo a sus padres y hermanos, podría jurar que una mitad de los asientos los ocupaban sus abuelos, abuelas, tíos, tías, primos, hasta vecinos. Así que se había callado su verdad, dejando que su amiga disfrutara a pleno.

Vera pronto dejó de prestarle atención para entrelazar las manos con su novio desde hacía dos años, dejó caer la cabeza sobre su hombro mientras escuchaban el discurso interminable de los docentes. Echó una ojeada a su celular y le dolió ver que no había recibido siquiera un mensaje.

Con esa mezcla de sentimientos que bullían en su interior, ni siquiera fue capaz de concentrarse en la ceremonia. Vera tuvo que darle un codazo cuando le tocó a ella subir a la tarima y recibir su diploma. Cuadró los hombros, dibujó una sonrisa falsa en su rostro y caminó con seguridad hacia el podio donde estaban todos sus profesores y el decano, aguardándola con un pedazo de papel que seguramente ignoraban cuán importante era para ella.

Apretó el diploma entre sus dedos delgados y giró una vez más hacia sus compañeros, diciéndoles un último adiós. Fue entonces cuando vio una cabellera rubia familiar sobresalir en uno de los asientos finales. Por un momento pensó que se lo estaba imaginando, pero eso no la detuvo de ir directamente hacia ahí al bajar, ignorando las llamadas de Vera. La vio desaparecer por la puerta del teatro y soltó una risa seca, no le extrañaba que hubiera elegido ese lugar —desde ahí podía escaparse en cualquier momento—. La siguió afuera y se detuvo en seco en cuanto la vio apoyada en la pared contraria, con un atisbo de sonrisa.

—Felicidades. —Musitó, señalando con la cabeza su diploma. Abigail hizo lo mismo, recién entonces cayendo —realmente— en cuenta de cómo estaban las cosas.

—Gracias. —El vestido azul, largo hasta sus tobillos, que había elegido para ese día ondeó con su movimiento, se acercó a la otra mujer y atrapó sus dedos en su mano, acariciándolos con suavidad. Mariela llevaba un traje oscuro —seguramente había salido del trabajo solo para verla—. Eso la alegró un poco, al menos podía compartir con alguien su felicidad. La mirada de Mariela bajó hacia su escote e hizo una mueca divertida, Abigail puso dos dedos sobre su mentón para levantarle la cabeza—. La mirada arriba. —Sonrió, sus dedos cosquilleando, resistiendo el impulso de besarla. Aún no, se dijo, pero pronto podría hacerlo.

—Lo siento por llegar tarde. —Se disculpó Mariela, atrapando los dedos que aún mantenía sobre su mentón—. José volvió a hacer de las suyas. —Ofreció a modo de explicación, con una sonrisa medio divertida.

Quién viera a Mariela en su día a día, nunca diría que era una científica con una inteligencia por encima de la media. La mujer disfrutaba de la vida holgada que le daban sus padres, se las pasaba de clubes y discotecas; pero, en su trabajo, era una mujer entregada, dedicada a la ciencia con cada fibra de su ser. Fue esa dualidad lo primero que le llamó la atención cuando conoció a la mejor amiga de su hermana. De alguna manera, se sintió identificada con ella.

—No te preocupes. Sé que estás ocupada. —Pero eso no quitaba el hecho de que se sintió más allá de feliz al verla entre el público, apoyándola.

—¿Tienes planes para esta noche? —Preguntó Mariela con una sonrisa—. Porque necesito un poco de tu tiempo. —Agregó, inconsciente de que con esas simples palabras, cualquier plan que tuviera, se acababa de cancelar.

—No. —Mintió. Tenía pensado ir con sus compañeros de grupo, pero no se sentía para nada triste al cancelarles para pasar tiempo con ella.

—A las ocho en mi lugar, entonces. —Informó, inclinándose un poco para dejar un beso sobre su mejilla —para el ojo ajeno—, pero demasiado cerca de sus labios. Volvió a sonreír como una tonta, dando un paso atrás.

—Nos vemos. —Aseguró, quedándose mirando su espalda mientras se alejaba. Con cada paso que daba la cautivaba más, estuvo a punto de dejarlo todo e ir tras ella. Un carraspeo a sus espaldas la detuvo.

—¿A dónde desapareciste? —Vera estaba colgada del brazo de su novio y la miraba con una sonrisa; no tanto su amigo, Bruno, quien tenía el ceño fruncido, la mirada fija en la puerta por la cual desapareció Mariela.

—Necesitaba un poco de aire. —Sacudió la cabeza, sonriendo.

—Ya terminó la ceremonia. —Le informó Bruno con un filo de molestia en la voz. Abigail hizo como que no se dio cuenta, no le interesaba entrar en una discusión que no llevaría a ninguna parte—. ¿Vamos a celebrar? —Vera asintió con entusiasmo—. No se olviden que está noche hay fiesta en mi casa.

—No voy a poder ir. A la fiesta, digo. —Se disculpó, provocando que Bruno volviera a mirarla mal, pero lo ignoró y giró hacia Vera—. Pero podemos ir ahora. —Ofreció, a lo que ellos asintieron.




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