A. Alexa. Siempre contigo

16

—Me gusta el segundo. —Dijo, haciendo girar su silla, deleitándose con la vista desde su despacho.

—Entonces, ¿quieres que arregle una cita? —La voz de Andrea sonó lejana, supuso que lo había puesto en altavoz—. Ya que vas a ser el primero en llegar. —Aclaró, tomando el teléfono en las manos.

—Claro. Voy a ir a verlo y luego te cuento. —Prometió. Habían decidido buscar un apartamento vía Internet, pero alguien debía ir a revisar que todo estaba como en las fotos antes de tomar una decisión. Andrea había decidido extender su estancia en la capital por una semana, así que Mauricio era el elegido de hacer la inspección.

—Genial. —La voz de su novia sonó demasiado alegre, era suficiente escuchar su entusiasmo para creer que todo estaba bien en su mundo.

—¿Cómo sigue Abigail? —Preguntó, el silencio se extendió por unos segundos hasta que ella finalmente habló.

—Va mejorando. Creo que le fue más fácil aceptar el problema con nuestros padres que su ruptura. —Explicó, llena de pesar. Le había contado a grandes rasgos la situación de su hermana, puesto que era ella la razón por la que decidió quedarse más tiempo del planeado—. No puedo evitar sentirme culpable. Ella me necesitaba y yo no me di cuenta.

—Sabes que no puedes culparte por ello. Las cosas son como son, lo importante es que ahora tienen tiempo de sobra para remediarlo. —La alentó, aunque no le gustaba meterse en sus cosas familiares, hacia una excepción con Abigail, sabiendo que Andrea la querría más que a nadie—. ¿Cuándo se van?

—En un par de horas. —Habían decidido hacer un corto viaje a un pueblo cercano a la capital para celebrar la graduación de Abigail y recuperar un poco el tiempo perdido—. Te extraño. —Sonrió al escucharla, sintiendo lo mismo.

—Yo también. Pero, tu hermana es lo más importante ahora. Ya tendremos mucho tiempo para nosotros en Cancún, en nuestro apartamento. —Prometió—. ¿Ya tienes listo a tu equipo?

—Sí. Germán va a llegar un par de días antes para revisar la locación. Le voy a pasar el número de Pedro para qué se pongan de acuerdo en sus cosas. —Decidió—. Y luego, cuando llegue vamos a poder hacer la junta entre todos. Aunque ya hablé con mi gente, no voy a permitir que haya tensiones entre los equipos de trabajo.

—Lo mismo va de mi parte. —Aseguró, él tenía pensado hacer la misma reunión en un par de horas. Alguien tocó la puerta de su despacho y su padre entró sin esperar respuesta, seguido por Lina. Le hizo una señal con la mano para que esperara un momento, ambos se sentaron en silencio en las sillas delante del escritorio—. Tengo que dejarte. —Anunció, resintiendo el hecho de tener que colgarle—. Ten un buen viaje.

—Gracias. —Por un segundo pensó que iba a decir algo más, pero se arrepintió y terminó la llamada.

Mauricio dejó el celular sobre la mesa y fijó su atención en sus padres.

—¿Todo bien? —Lina rompió el silencio.

—Quiero revisar las pruebas que tiene Pedro antes de que las entreguen a la policía. —Pidió directamente, sin querer dilatar el asunto. Lina lo miró con confusión, pero Valerio no parecía sorprendido.

—¿Por qué? —Preguntó su madre con un hilo de voz.

—Quiero mantener a Andrea fuera de esto. —Explicó—. Al menos hasta que terminemos el proyecto. —Mintió, pero el latigazo de culpa por hacerlo no llegó—. Por eso quiero revisar los papeles para comprobar que no hay nada que la implique.

—Eso se llama… —Empezó su padre, pero lo cortó con un ademán.

—Ya sé cómo se llama, pero no se trata de eso. Sé que no encontraré nada, solo quiero estar completamente seguro. —Insistió—. Ella no tiene nada que ver con sus negocios.

—¿Cómo puedes asegurarlo con tanto fervor? —Lina se levantó de la silla, exasperada—. Llevas dos meses trabajando con ella de vez en cuando. No puedes conocerla tan bien en tan poco tiempo. —Atacó.

—Porque soy pésimo leyendo a las personas, ¿verdad? —Lina palideció—. Te faltó decirlo.

—No quería decir eso. —Se excusó, volviendo a sentarse.

Para nadie era un secreto que después de la traición de Melina, le fue difícil creer hasta en sí mismo. Se había recluido, alejado de sus amigos y compañeros, inseguro de si eran realmente leales con él. Por un tortuoso año y medio también había renunciado a su trabajo, negándose a aceptar algún proyecto porque no sé sentía capaz de tratar con los clientes y la competencia. Eso había destrozado su autoestima, pero también a sus padres. Sobre todo a Lina, quien se pasaba los días tratando de sacarlo de su aislamiento, sin tener éxito alguno. Así que, no podía culpar a su madre por no confiar en su juicio, pero tampoco podía evitar el dolor que eso le causaba.

—Hijo, yo… —Se interrumpió cuando Valerio puso una mano sobre las suyas, llamando su atención. Pareció que llevaban una conversación solo con sus miradas, finalmente Lina asintió y se relajó en el asiento.

—Te voy a mandar las carpetas hoy mismo. —Claudicó su padre. Acto seguido, ofreció el brazo a su esposa y ambos salieron de su oficina. En realidad, Lina salió, porque su padre se quedó un poco rezagado. Cuando su madre estaba fuera del alcance, giró hacia él con una expresión indescifrable.

—Espero y sepas lo que estás haciendo. —Advirtió, aunque Mauricio no entendió a qué se refería exactamente. Asintió con la cabeza de todos modos, viéndolo partir.




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