—Estoy muy feliz porque ya podemos empezar este proyecto. —Jimena Villanueva estaba particularmente radiante ese día. Estaba parada en medio de la oficina que compartían, a su lado estaba el coordinador —parlanchín— que había estado a cargo del concurso y varias personas más que no conocieron antes.
Andrea estaba parada a su lado, hermosa en su mono de trabajo y con una sonrisa que casi hizo que olvidara lo sucedido noche anterior. Verla perderse como nunca antes lo había dejado tembloroso, por primera vez asustado porque no sabía cómo ayudarle. Ese día parecía igual que siempre, pero había algo en sus ojos que le decía que aún no había superado del todo su trauma.
—¿Quieren pasar a ver las locaciones? —Ofreció Andrea, señalándoles con la mano la puerta para que la siguieran. Jimena asintió, caminando detrás de ella, aún con su sonrisa entusiasmada adornando su rostro.
Era algo normal que los dueños pasarán de vez en cuando por los sitios de construcción, pero Jimena había insistido particularmente en estar ahí al mismo principio, confiada en que sería de buena suerte conocer a los obreros. Ellos no eran quienes para negárselo. Caminando al lado del coordinador, siguió a las dos mujeres hacia el centro del barullo. Andrea le estaba contando algo a Jimena, señalándole de vez en cuando algo en el camino y ambas mujeres soltaban una que otra risa. Él mismo dejó de escuchar al hombre a su lado —para variar— y se deleitó viéndolas. En ese momento le pareció vislumbrar algo de la Andrea de siempre y no pudo quitar sus ojos de ella.
Cuando llegaron al lugar donde pondrían los primeros cimientos, se detuvieron y esperaron a que los demás los notaran. Pedro fue el primero en hacerlo, se acercó con su paso ligero, despreocupado.
—Buenos días. —Saludó, ignorando a Andrea y sonriéndole a Jimena con coquetería—. Bienvenidos.
Mauricio rodó los ojos, exasperado por su comportamiento. Andrea soltó una risa suave, girándose hacia él y negando con la cabeza.
—Señores, si nos dan un minuto. —gritó Pedro, llamando la atención de los albañiles. Por un segundo, temió que se repitiera el escenario del día anterior, pero todos acudieron a su llamado; algunos más reacios que otros—. Están aquí los jefes. —Rio, ofreciéndole el brazo a Jimena para hacer el recorrido.
Andrea se quedó un poco rezagada, hasta quedar junto a Mauricio.
—¿Es una costumbre esto? —preguntó, no pudo dilucidar si en broma o en serio.
—Es inofensivo. —Rio, negando con la cabeza.
—Si tú lo dices.
Pedro les quitó todo el trabajo, le hablaba a Jimena sobre todos los detalles de la obra, dejándolos completamente fuera. Si fuera otra persona, hasta se enojaría porque se tomaba atribuciones que no le correspondían, pero sabía que Pedro no lo hacía desde un mal lugar. Era simplemente su forma de ser, además de que era un coqueto sin remedio. Debía saber que Jimena llamaría su atención.
En un momento dado, giró hacia ellos, como si se hubiera olvidado de su presencia.
—Estoy invitando a la jefa para almorzar. ¿Se unen? —Mauricio alzó una ceja, pero se abstuvo de decir algo.
—¿Tú no tienes que trabajar? —La voz de Andrea los tomó por sorpresa, Pedro la fulminó con la mirada, pero ella no pareció perturbada. Jimena se había alejado un poco para hablar con sus empleados, ajena a su conversación.
—Estoy tratando de ser amable. —Gruñó, dando un paso en su dirección. Andrea no se amedrentó, se encogió de hombros, sosteniéndole la mirada.
—Nada más decía. —musitó, revelando su diversión. Pedro no lo captó de inmediato, por eso se quedó otro minuto mirándola fijamente.
—Debería relajarte un poco. —Dio un lado hacia ella y alzó una mano haciendo ademán de tocarla, Andrea se quitó de su camino.
—Estoy relajada. —Frunció el ceño—. No quieres verme tensa. —Advirtió, perdiendo un poco su sonrisa. En ese momento Jimena volvió a su lado, así que todos fingieron normalidad.
—¿Están seguros de que no es problema que nos vayamos? —preguntó, hablándole a Pedro, pero miraba a los tres. Andrea asintió.
—Lo tienen todo bajo control. —aseguró, refiriéndose a sus empleados.
Fueron a un restaurante cerca del lugar de construcción, en la orilla del mar. Pedro se sentó al lado de Jimena, dejando a Mauricio con Andrea. El coordinador había desaparecido en algún punto del camino.
—Esto parece la parodia de una cita doble. —murmuró a su compañera, aprovechando que los otros dos estaban sumidos en su conversación y no les prestaban atención. Andrea ocultó su risa detrás de su copa de vino, pero sus ojos brillaban por la diversión—. ¿Qué fue esa conversación con Pedro? —Se refería al intercambio tenso que presenció, ella le quitó importancia con un ademán.
—Sabes que no le gusto. En realidad, va mejor de lo que esperaba.
—Tú tampoco fuiste muy dulce con él.
Ignorando el hecho de que no estaban solos, Andrea giró en la silla para quedar de frente a él.
—¿Crees que me respetaría más si me quito de su camino y le permito todo? —Cuestionó, seria—. Creo que no. —Alcanzó su mano debajo de la mesa y le dio un apretón—. Déjame manejarlo a mi manera, ¿sí?