A. Alexa. Siempre contigo

19

La playa se estaba convirtiendo en su lugar preferido para tranquilizarse. Había algo en el olor del mar, en el ruido de las olas golpeando la orilla, de los pájaros cantando en las palmeras cercanas. Era una cacofonía que le calmaba los nervios, llenándola de un sentimiento de plenitud. Sentarse frente la inmensidad del cuerpo acuático la recordaba que el mundo no se limitaba a ella y a sus problemas, además de que todo tenía solución en esa vida.

Ni siquiera fue consciente de lo que estaba haciendo hasta que una voz en el otro lado de la línea la trajo de regreso a la realidad.

—¿Andrea? —La voz de Camilo sonó genuinamente sorprendida, hasta ella misma lo hizo al darse cuenta de que lo había llamado precisamente a él—. Qué sorpresa. No esperaba tu llamada. —No supo que decir, ni ella misma entendía el por qué.

—Perdón, no quería molestarte. —Se disculpó, mordiéndose el interior de la mejilla, llena de nerviosismo.

—Tú nunca me molestarías. —No se detuvo a analizar las palabras de Camilo, las aceptó como algo positivo que le llenó el alma de calor—. ¿Pasó algo? —Había algo en su voz que la hizo sentirse segura, por lo que le relató los últimos acontecimientos.

—No sé qué hacer. —Se sinceró al terminar el relato, Camilo la escuchó con cuidado, sin interrumpirla—. No sé si gritarlo a los cuatro vientos o resolver todo en silencio, no darles el gusto de verme mal.

—¿Quieres mandarme el informe? —Propuso Camilo—. Puedo revisarlo.

—Sí, te vendría bien con las demás pruebas. —Entendió, Camilo suspiro al otro lado de la llamada.

—No lo decía por eso. —Aclaró—. Puedo aconsejarte, ver si tienes algo que podría servir para una denuncia, o no. —Ofreció. Andrea lo pensó por un momento. Llevar el informe a sus abogados pondría sobre aviso a su padre, mientras que Camilo era una parte independiente que le diría las cosas tal y como son.

—Te lo voy a enviar esta noche. —Cedió finalmente—. Gracias. ¿Cómo vas con tu investigación? —Se interesó, necesitaba una buena noticia ese día. Aunque no sabía que decía sobre ella el hecho de que esperaba que estuvieran a punto de desenmascarar a sus parientes.

—Te voy a ser sincero. —Avisó Camilo, Andrea soltó una risita.

—Eso espero. —comentó, haciéndolo reír.

—Ya tengo suficiente para presentar el caso de corrupción y fraude. Hasta para reabrir las investigaciones de Juana Linares y Gerónimo Díaz. —Se detuvo un segundo, escuchó por la línea abierta que removía algunos papeles.

—¿Entonces? —Lo instó, cuando el silencio se prolongó demasiado.

—No tengo nada en el caso de Nina. —Confesó, su voz se tiñó de tristeza al mencionar a su hermana.

—¿Estás seguro de que…? —No terminó la frase, no se sentía capaz de cuestionar su convicción de que los Rodríguez tenían algo que ver con la muerte de la mujer.

—Completamente. Fui un niño, Andrea, pero sé muy bien todo lo que hicieron pasar a mi hermana. Sé que ellos se deshicieron de ella. —La rabia cruda en su voz le heló la sangre por un momento, se sacudió un poco, buscando hacer desaparecer esa sensación.

—Lo siento. No quise hacerte recordar todo eso. —Se lamentó, Camilo soltó una risa seca.

—Recordar es lo que me hace sentir vivo. —Suspiró—. Un día te voy a contar toda la historia de Nina. —prometió, Andrea no entendió por qué la perspectiva de saber más sobre la esposa de su tío la ponía tan… inquieta.

Te voy a tomar la palabra. —Sonrió a la nada; las olas habían aumentado en los últimos minutos y ya le mojaban los pies.

—Te lo prometo. —Repitió—. Te voy a mantener informada. Y espero ese informe.

—Gracias. —Termino la llamada, dejándose caer sobre la arena cálida, dejándose bañar por los últimos rayos de sol.

Cuando el astro rey se ocultó tras el horizonte, se levantó y caminó de regreso a la construcción, pero recordó que Mauricio se había ido a su reunión con Alfonso, así que cambió de rumbo hacia su apartamento.

Apenas llevaba viviendo ahí un par de semanas y ya consideraba el lugar como su hogar. Se desnudó mientras subía las escaleras, prendió las luces del segundo piso y se metió en el baño. El agua caliente sobre su cuerpo relajó un poco sus músculos tensos, permitió que se llevara la tensión del día. Se enroló en una toalla mullida y aprovechó para mandar el informe a Camilo mientras esperaba que su cuerpo se secara. Odiaba ponerse ropa sobre el cuerpo aún mojado. Se enfundó en un pijama caliente, a pesar de que era un día caluroso, necesitaba el toque reconfortante de la tela. Se acurrucó en el sillón, encendió el televisor, aunque no tenía ganas de ver nada, necesitaba algo de ruido para calmar sus pensamientos. Llamó a Abigail, no había hablado con ella en varios días y no quería permitir que sus desacuerdos con los demás resintieran su relación de nuevo.

—Hola, extraña. —Su hermana parecía demasiado alegre, mejorando su humor también—. Pensé que te habías olvidado de mí. —reprochó en son de broma.

—Han sido unos días ajetreados. —Se excusó—. ¿Cómo estás? —Abigail suspiró, dándole a entender que no todo iba tan bien.

—Rechazaron mi aplicación para las prácticas. —Le avisó, aunque no se escuchaba tan mal como había esperado—. Así que le hice una visita a papá, poniendo en uso algunos de tus consejos. —Entonces Andrea entendió el porqué de su buen humor.




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