A. Alexa. Siempre contigo

31

La comunidad de Mimí sobrevivió su primer huracán después de las reformas con pocos destrozos.

El hotel de los Villanueva ya era una bestia enorme al lado de la playa, con sus ventanales oscuros que cubrían tres partes del edificio.

En Veracruz, estaban listos los cimientos de un nuevo gigante de la línea hotelera.

Edna volvió a caminar sin la necesidad de una muleta, aunque estaba usando a Elías como repuesto —algo que parecía encantarle al empresario.

Pedro, fiel a su carácter dramático, seguía sin dirigirle la palabra a su hermano —o a cualquier miembro de su familia—.

Valerio y Lina organizaron su primera cena familiar en la que Pedro brilló por su ausencia y Andrea apareció más nerviosa que nunca, aunque supo capear el temporal.

Abigail no salió de su depresión, aunque fue presente en cada uno de los interrogatorios preliminares para su juicio y estaba determinada a demostrar su inocencia a cualquier costo. A eso no le ayudaba el hecho de que su relación con Mariela había salido a la luz, poniendo una parte de la sociedad conservativa de la ciudad en su contra por el mero hecho de que no le gustaban sus preferencias sexuales. Aunque, no podía decirse que a las dos mujeres eso les importaba, estaban decididas a vivir su amor sin pensar en nadie más.

Justamente, ese día era la fecha final del juicio en su contra. Y, aunque debía sentirse satisfecho porque, a todas las luces, la persona que atentó contra su hermana iba a ser castigada, no llegaba a sentir ese alivio del que hablaban sus padres. Principalmente, porque le creía a Andrea cuando decía que su hermana era inocente. Siendo sincero, al observar a Abigail esos días en la corte, él mismo pensaba que era imposible que una mujer tan frágil fuera capaz de semejante atrocidad.

No que su opinión —o la de Andrea— importaban. Las pruebas en su contra eran contundentes y no había jurado en el mundo quien la declararía inocente.

—¿Quieres que te espere aquí o nos vemos en el juzgado? —Dejó —otro— mensaje de voz al buzón de Andrea y se arregló la corbata mientras esperaba su respuesta. Cuando, diez minutos después, esta no llegó, empezó a preocuparse.

Trató de llamarla de nuevo, pero seguía mandándolo al buzón. El comportamiento de Andrea los últimos días también lo tenía en vilo, había esperado que se desesperara al ver que su hermana estaba perdiendo el caso, pero ella permanecía extrañamente calmada. Como si no tuviera un solo problema en el mundo. Eso lo asustaba, porque significaba que la mujer tenía un as bajo la manga y no necesariamente era algo inofensivo.

Al ver que el tiempo se le acababa dejó un último mensaje diciéndole que la esperaría en el juzgado, no debía llegar tarde.

Su familia entera —más Elías— estaba ahí para cuando llegó, con miradas furibundas. Pedro ni se molestó en saludarlo, lo ignoraba por completo.

—¿Pasó algo? —Valerio asintió, aunque no lograba dilucidar como era su estado de ánimo. Algo había pasado definitivamente, pero no entendía si era bueno o malo.

—La defensa presentó un último testigo. —Las palabras de su padre lo sacaron del eje, un mal presentimiento se abrió paso en sus entrañas, pero permaneció inmutable—. Y de alguna manera, lograron ocultarlo a nuestro abogado.

Los Gallego habían contratado su propio cuerpo legal para el caso, además del fiscal que estaba al frente del equipo. Era imposible que no les hubieran dicho sobre el nuevo testigo, a menos que el fiscal ya lo sabía y ellos eran los únicos que estaban a las oscuras.

—Pero, ¿no pudo averiguar nada? —insistió, Valerio negó con la cabeza.

—No. Están en las oficinas del juez y no le permitieron estar. Dicen que no tiene nada que ver con nosotros. —explicó.

—Al final, quizá tu cuñada salga libre. —Rio Pedro, mirando el suelo. Decidió no responderle, más cuando vio a Camilo en la lejanía y se precipitó a su encuentro.

—¿Has visto a Andrea? —preguntó de lleno, sin siquiera saludarlo. Camilo lo miró con extrañeza, para después negar con la cabeza.

—Ya estará por llegar. —Fue evidente que lo dijo solo para sacárselo de encima, porque Andrea no apareció en los minutos siguientes.

Ni en la hora siguiente.

El juicio empezó y ella seguía sin dar señales de vida, llevándolo a la desesperación. Los abogados debatían algo, sus voces se alzaban de vez en cuando, pero él no logró concentrarse en otra cosa que no fuera su ausencia. E

Finalmente, después del segundo receso, pudo respirar de nuevo al oler su perfume a su lado.

🌊🌊🌊

—Su señoría, ya tuvimos esta conversación. Varias veces. —No sabía quién era el tipo que estaba al lado del licenciado Linares, era la primera vez que lo veía. El otro hombre parecía a punto de estallar, literalmente se estaba volviendo más rojo por segundos.

—A la vista de… —Empezó el juez, un bufido de parte del tipo desconocido lo interrumpió. Fue casi gracioso ver cómo el juez levantaba una ceja en su dirección, pasmado ante su arrogancia—. Como decía, a la vista de los nuevos elementos hoy presentados, me estoy inclinando a aceptar el pedido de su colega, licenciado. —Esas palabras alegraron a Linares, no tanto a su compañero—. Dicho sea de paso, esto es algo que podría beneficiarle a Usted y a su cliente, abogado, ¿Por qué tantos inconvenientes?




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