Salí muy temprano a correr aproximadamente una hora porque así no vería a mamá irse. Regresé calculando que fueran las 7:30 de la mañana. Fui directo al cuarto; cuando llegué, busqué el uniforme de la escuela y lo dejé en la cama para después meterme a bañar. Salí al pasar de unos minutos. Al estar lista, bajé las escaleras y me encontré con un chico sentado en el sofá. Bueno, él no me vio porque estaba de espaldas, pero su esencia era la de un...
Tal vez me confundí, pero ¿qué hace en mi casa? ¿Será él quien me cuidará? ¿Por qué un hombre? Qué raro.
No tengo por qué sentir miedo, ya que si lo dejaron pasar no significa ningún riesgo; de lo contrario, ya lo habrían matado. No tengo por qué asustarme, ¿verdad? Noemí es selectiva con las personas que deja, y eso es algo que debo reconocer.
Traté de ignorar su presencia yendo a la cocina por un plato de cereal con leche. Me senté en la mesa a comer, pero la esencia del chico me desconcentraba. Me concentré tanto pensando en quién podría ser que di un brinco cuando me pusieron la mano en el hombro.
—¡Madre mía! —me puse la mano en el pecho y mire de quien se trataba—. Qué susto, ¿qué haces aquí? Pensé que ya no estabas en casa.
—Te estaba esperando para presentarte a unas personas.
No me dio tiempo de responder cuando mamá ya había salido de la cocina. No tardó tanto en regresar, pero llegó con la compañía del chico que había visto en el río y con otra joven muy bonita.
Después de todo, también es acosador.
—Hija, ella es Asha. Es hija de una amiga y te cuidará el tiempo que no esté. Él es su hermano Bastián; las estará acompañando.
¿Por qué precisamente él? ¿No podía ser alguien más?
—Hola —me limité a decir. El peli negro traía cara de póker y su hermana me respondió con un "Hola" tímidamente.
—Mamá, ¿podemos hablar?
—Me tengo que ir.
—Solo será un momento.
—Tomen asiento, ahora vuelvo —dijo, dio la vuelta y la comencé a seguir.
—¿De qué querías hablar?
—No me quiero quedar con ellos.
—Cuando te dejo con un desconocido te enojas, y ahora que te dejo con alguien que sí conozco, también.
—¿Y tú sabes lo que pasa cuando me ven? Cuando no puedo ocultar las marcas o cuando no puedo controlar mis emociones y destruyo las cosas. Huyen de mí, me tienen miedo. ¿Has pensado en qué siento cuando sucede eso? Cuando me miran con terror, cuando me suplican por sus vidas como si fuera capaz de hacerles algo.
—Eso no pasará.
—Lo mismo dijiste con los demás. Sabes que es mejor que me quede sola. No me pasará nada.
—Me quedo más tranquila si sé que alguien está cuidando de ti.
—Me sé cuidar sola, no necesito a nadie que me esté vigilando.
—Lo siento, pero te quedarás con Asha.
—De cierto modo, también es para mantener calmada tu conciencia.
—Entiende que no te dejo sola porque quiera hacerlo.
—Siempre es lo mismo; solo te puedo decir que el día que quieras pasar tiempo conmigo será demasiado tarde. —Abrió un poco la boca como si fuera a decir algo, pero al final no lo hizo — El único familiar que tenía y me hacía sentir que realmente me quería era mi hermano, pero lo mandaste lejos de mí y ahora, por tu culpa, también me ha olvidado.
—Si él no habla, es porque no quiere hacerlo. Yo no le he prohibido nada.
—Siempre haciéndote la santa.
—Me tengo que ir. —Me dio la espalda.
—Vete, pero cuando vuelvas y me veas, espero que el remordimiento no te consuma.
Escuchó lo último que dije y se fue. Solté todo el aire que mantenía en los pulmones mientras me dejaba caer al piso. Dejé que pasaran unos minutos para regresar a la cocina, pero desafortunadamente, aún estaba mi mamá, la gran señora Noemí, con Asha y su hermano. Cuando ellos se dieron cuenta de que los estaba observando, les dio unas últimas indicaciones y pasó a mi lado sin mirarme, sin decir nada, como si nadie hubiera estado en la entrada de la cocina. Atrás de ella iba Asha; a comparación de mi mamá, ella me sonrió al pasar a mi lado. Mientras tanto, terminé de entrar y mi cereal ya no estaba bueno.
—Saldré a buscar algunas cosas —se escuchó la voz de la chica.
No tenía por qué llevar una mala relación con Asha si viviríamos juntas, ¿no? Al final, la culpa es de mamá.
—¿Será que puedas traer helado? —pregunté de inmediato.
—Sí —asintió y miró en dirección a su hermano.— Trátala bien, ya sé el genio que tienes.
—Sí, sí, adiós, bye bye — le contesto su hermana.
—En un rato regreso, pórtense bien. —El peli negro ya no dijo nada y después, al ver que su hermana salió, me habló.
—No fue difícil saber tu nombre y dónde vivías, Daenerys.
—Felicidades, excelente detective —respondí de forma sarcástica.
—Creo que lo sarcástica será algo fundamental en ti.
—Puede ser...
—¿Qué edad tienes?
—¿Eso importa?
—Platicar contigo será imposible si todas tus respuestas son así.
—¿Y acaso traigo un letrero que diga "platiquemos"?
—El enojo se desquita con quien te hace hacerlo.
No le contesté nada; solamente fui a mi cuarto para acomodar unas cosas en la mochila. Después bajé, y él estaba viendo la televisión que se encuentra en la sala. Tomé asiento a un lado de él; no le hablé y él tampoco lo hizo. Un pequeño rato después, escuché el claxon de un auto. Me asomé por la ventana y vi que ya habían llegado por mí.
—Me voy. —Me puse nuevamente la mochila.
—¿A qué hora tiene que ir mi hermana a buscarte?
—No es necesario; todos los días me llevan y me traen. —Sonó el timbre de la puerta y fui a abrir.
—¿Ya estás lista? —Puso su mano en mi cabeza y desordenó mi cabello.
No debí arreglarme tanto el cabello sabiendo que él vendría por mí. Siempre hace lo mismo.
—Mi cabello —me quejé y aparté su mano.
—Ya, ya —me peinó con sus dedos.— ¿Ves qué rápido lo arreglé?
—Lo dices porque tú hasta despeinado te ves bien, Félix.
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Editado: 26.04.2025