A la caza de un marido para mi hermana

Caramelo de fresa

Nadie emitió una sílaba. El silencio era tan abrumador que hacía demasiado ruido. Tan absurdo como sonaba eso, es la forma en la que se sentía estar parado en ese lugar. Un silencio ensordecedor que contradecía por completo la definición tradicional de la ausencia de sonido.

Ni siquiera moví un dedo. El palpitar de mi corazón vibró en mi piel fría. Cinthia se pegó a mi lado y me rodeó con su brazo por lo bajo de mi torso atrayéndome al centro de la habitación.

¿No podía asomarme, saludar y huir?

Hubo una serie de presentaciones. Disimuladamente llevó mi mano inerte a la palma estirada de la mujer que suponía era la madre de Andy. No escuchaba ninguna palabra, un ruido agudo solamente. Mis ojos se iban por si solos a los costados de mis órbitas para no perderme la ubicación de las siluetas familiares—literalmente hablando—en un costado de la habitación. La madre de Andy seguía hablando. Mucho parloteo. Sentí que mi boca se movió pero no supe lo que dije. Tal vez mi nombre. Cinthia pareció satisfecha al palmear mi espalda baja.

— ¡Yena, amiga mía! —aquel aullido me trajo de regreso del aturdimiento. Andy salió de la puerta del personal del hotel y se aproximó— ¡Es bueno verte otra vez!

Mi boca entumecida le otorgó unos segundos. A su pesar, no los suficientes para que pudiera regodearse en un silencio que podría interpretar a su conveniencia. Sabía cuánto disfrutaba el papel del mártir.

— Andy. —me limité a decir sin imitar su emoción notablemente exagerada.

— Eres una chica bastante serie, eh. —la mujer frente a nosotras tocó mi brazo y giré la cabeza para mirar el lugar de su toque— Por las anécdotas de Andy pensamos que eras más animada. Tú y Cinthia son tan distintas.

— Todos estarán de acuerdo en eso contigo, mamá. —la abrazo por los hombros y dejo un beso en la sien de la mujer. No me perdí la ironía disfrazada de diversión en su tono— Son como el agua y el aceite. Nada que ver la una con la otra.

El parecido entre él y su madre me resultó escalofriante. Esperaba que no fuera un dolor en el culo como su hijo.

— Así es, señora. —para sorpresa de Andy, la cual no disimulo, estuve de acuerdo— Cinthia y yo somos distintas en muchos sentidos, pero nos completamos muy bien la una a la otra.

Cinthia dejó salir una risilla contenta.

— Siempre es así con los hermanos, ¿no creen ustedes? —esta vez la madre de Andy abrió el rango de la conversación, incluyendo al resto a sus espaldas.

Mamá se hizo visible en el panorama directo de mi visión frontal haciendo resonar sus tacones con un eco en la gran sala de reuniones privadas del Hotel Continental.

— Definitivamente cada hermano es único y las niñas no son la excepción. —afirmó.

Le sonreí. Solo hice eso procesando el sonido de su voz cuya tonalidad había parecido aliviada y comedida. Ella correspondió con el mismo gesto. Uno que llegó a sus ojos destellantes.

— Bien, ¿por qué no pasamos a la mesa todos? —interrumpió Andy, invitando a sentarnos— Fui a la cocina a asegurarme que todo estuviera en orden y me indicaron que estarían saliendo con el festín en breve.

Andy no se dirigió a ninguno a su alrededor. El buscó la intervención del último de los presentes en la sala que permaneció apartado y en completo silencio. Papá no soltó ni una palabra o sonido aunque Andy se había dirigido directamente a él. Aislado de la conversación, papa se movió con el sigilo usual para arrastrar la silla qué su costumbre ocupar cuando cenábamos juntos. Siempre a la cabeza de la mesa. Ridículamente, la silla tampoco emitió sonido. Se sentó, y con los mismos movimientos reservados, desplego la servilleta blanca en su regazo y... esperó. Ambas manos se cruzaron en la mesa con sus ojos pegados en la puerta del personal.

— Oh, de ahí vienes tú. —me sobresalte por la repentina cercanía y el susurró de la madre de Andy. No supe en qué momento llegó a mi costado.

Andy ocultó su disgusto por ser abiertamente ignorado, acomodando las mangas de su traje. Cinthia acortó la distancia entre los dos y entrelazo sus dedos con los de él depositando un recatado beso en su mejilla. Quise que mis ojos se derritieran ante el gesto cariñoso. Mamá, por su parte, fue a la mesa y ocupó el lugar junto a papá, a quien le susurró algo al oído. Él asintió distraídamente. No supe cómo interpretar la escena frente a mí.

— ¿Gusta sentarse? —animé a la mujer a moverse de mi lado. Me costó bastante endulzar el tono para que no supiera que la estaba corriendo de mi lado.

Ella sonrío mostrando la dentadura.

— Sentémonos. —aceptó sin dar lata, pero no me dejó tranquila— Tengo algo para ti, Yena. Ven.

Finalmente quedé parada en el medio de la habitación cuando todos se ubicaron en la mesa con demasiada confianza para mi gusto. Agradecí que Cinthia enviara a Andy al otro extremo para que ocupara el asiento que estaba justo a un lado de papá. Me senté entre Cinthia y la madre de Andy quien pareció extasiada por ese hecho sin borrar la larga sonrisa de su rostro. Consecuentemente, se inclinó para buscar su bolso y extrajo de él una pequeña bolsa que supe era de alguna joyería por el estilo del empaque.

— Oh, no. No tiene que...

Ella arrimó la bolsa más cerca de mí yendo en contra de mis negativas repetidas.




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