A la caza de un marido para mi hermana

Plan de caza

Mis ojos se mantuvieron abiertos hasta que las sombras en la habitación se esclarecieron por la luz del amanecer. Dejando salir un suspiro, me incorpore en la cama con el cuerpo entumecido. Saqué los pies por el borde del colchón y los sacudí un poco al igual que las manos. A paso flojo me dirigí hasta la pequeña nevera para sacar una botella de agua y tomar una bocanada del líquido. Cerré los ojos en el medio de la habitación, enfocándome en la fría sensación más que en mi mente desordenada. No funcionó. Puse la botella de mala gana en la mesa de noche y caí boca abajo en el acolchado edredón soltando un maullido lamentoso. La cantidad de sueño que sentía era abrumadora. Quería dormir y apagar mi sistema entero. No pensar. No recordar. Solo estar en calma por las horas que me lo permitiera la inconsciencia, pero por alguna razón, no podía conciliar el sueño sino es que por unos escasos minutos que, en lugar de ayudar, empeoraban la sensación de deterioro mental y físico que me arropaba.

Otra vez, me incorpore sacando los cabellos de mi rostro. A modo de cubierta, me envolví en el edredón mientras me ponía en una posición sentada de piernas cruzadas. Solo mi cabeza se asomaba por un agujero, el resto de mi cuerpo estaba escondido en el edredón como si fuera un manto. Fije los ojos en el vestido arrojado al piso con manchas blanquecinas por todos lados. No podía seguir así. Necesitaba hablar con alguien. Alguien cuerdo tenía que decirme que lo que estaba pensaba era descabellado o la mejor idea de la década. No podía consentir por mí misma, en mi estado agitado, lo que haría.

Saqué una mano por debajo de la cubierta, recogiendo el celular junto a la botella de agua. Mi otra mano mantenía en su lugar el edredón. Si lo consideraba bien, la posición se sentía más bien como un escudo. Un escudo contra mis propias voces revoltosas qué daban vueltas como perros enérgicos por toda mi cabeza, hasta no ser capaces de ser contenidas y abordar la habitación.

Rebusque en la lista de contactos. Bajé y subí por ella con el dedo en la pantalla con mis ojos en un nombre determinado. Cinthia. No la llamaría, ni aunque fuese la última de las opciones. Sacudí la cabeza, exhalando ruidosamente. Moví el dedo en la pantalla un poco más. Eliot. El pulgar fue casi por inercia a picar en el contacto. Me detuve, sin embargo. ¿Le molestaría? ¿Odiaría tener que volver a lidiar conmigo? ¿Estaría ocupado? Revise la hora. Seis de la mañana. ¿Los doctores son madrugadores, no? Pique en el contacto, yendo a las opciones. Mensaje o llamada. ¿Y si no tiene trabajo hoy y le estoy perturbando su día libre? Retrocedí y baje el teléfono. Anoche me animó a llamarlo si necesitaba algo. Eliot se ha mostrado muy amable. No me enojare si está ocupado, de todos modos. Puede solo decirme y lo dejaré estar. No es una cosa del otro mundo. Somos adultos. Volví a tener el teléfono entre mis manos. Mensaje o llamada. ¿Y si odia las llamadas? Me tiré de espaldas, exasperada conmigo misma. ¡Basta, basta! Escribí en la pantalla aún sobre mí espalda, a toda velocidad. No quería arrepentirme. En el segundo que puse el punto final, presioné "enviar" y arroje el teléfono al un lado para sobar mis sienes.

¿Estás ocupado?

Dos palabras. Dos meras palabras. ¿Eso requería tanto esfuerzo? Jugué con mis dedos en el regazo, conté las líneas de desgaste en el techo, le di un sorbo al agua. Todo eso viendo siempre por el rabillo del ojo al celular en el medio de las sábanas. Al encenderse la pantalla y sonar la notificación, estaba encima del aparato antes de que siquiera terminara de repiquetear la melodía.

Estoy en camino al consultorio. ¿Cómo dormiste?

Me alivie al saber que no lo había despertado con un mensaje soso a las seis de la mañana. Sin embargo, ahora teníamos un problema. Él estaba ocupado y yo estaba a punto de sacarme la cabeza y subastarla al mejor postor.

Dormí bien. Gracias por preguntar. ¿Tú qué tal?

Apreté los labios para no burlarme irónicamente del intento de charla casual en ese mensaje.

Anoche parecías bastante consternada. Me preocupe por ti. Yo también dormí bien, aunque no mucho. Tuve que atender una emergencia después de dejarte en el hotel. Volví a mi casa bastante tarde.

Salí de la cama de un salto, contenta de que siguiera la charla casual. Mordisquee mi dedo pulgar escogiendo la mejor respuesta. Otro mensaje llego, deteniendo mi pie a mitad del golpeteo.

Respondiendo a tu mensaje inicial siendo más especifico, ahora si estoy ocupado. Lo siento.

Me apresure a escribir para que no creyera que lo ignoraba.

Entiendo. No tienes que preocuparte. Ten un buen día de trabajo.

La mano con el celular golpeó mi costado y la otra descansó en mi cintura, mientras golpeteaba el piso con el pie. ¿Había sido muy cortante? Tenía que mejorar ese mensaje.

¿Hay alguna razón por la que querías saber?

Llego otro mensaje de él antes de que pudiera explicarme.

Quería verte.

Abrí los ojos de par en par al sopesar lo que eso podía implicar. Mis dedos presionaron el cristal de la pantalla con más dureza de la que debía al teclear, exasperada conmigo misma. Eso no iba a hacerme enviar otro mensaje más rápido. Solo provocaba que cometiera más errores que ni siquiera el autocorrector puede arreglar.




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