— Ábreme la puerta. —canturreo Cinthia, proporcionando toques insistentes en la madera. Apreté la toalla en mi cuerpo, caminando en puntillas para abrir la cerradura— ¡Vamos tarde! ¿Todavía no te vistes?
El regaño fue su saludo. Le sonreí en disculpas, tomando la ropa de la cama para ir de vuelta al baño y ponérmela. Cinthia me miró ir de un lado a otro desde su posición en el umbral. Se ajustó los lentes de sol con una exhalación haciéndome notar que escondía algo tras su espalda.
— Me he quedado dormida profundamente. —me excuse, estirando la tela de la ropa para sacarle cualquier arruga— No escuche mi alarma. Tampoco escuché las llamadas. Lo lamento.
Cinthia rechazó la disculpa con un gesto de mano, sin perder su posición. Ella no tenía que saber que mi sueño tan pesado e impenetrable se debía a la azotada que me dieron las pastillas para dormir, que bebí la noche anterior, una vez la tarde cayó. Era afortunada de ser conocida como una grave dormilona.
— Quiero que te disculpes por otra cosa.
Frené en seco, con mis manos a medio trazo de las hebras de mi cabello. Temiendo lo peor, le hice frente.
— ¿Cómo dices?
— Esa abominación de ropa en inexcusable. —me barrio con los ojos— ¿Así piensas ir al campo de golf?
Baje la mirada sin comprender, apaciguando mis nervios tirantes. No jugaría, sería una simple espectadora, por ende, la ropa usual de golf no me serviría para nada. Mis pantalones caquis, camiseta básica y zapatos deportivos eran adecuados para hacer de la tarea una situación cómoda.
¿Qué otra cosa me debería colocar para pasar la tarde vigilando a Eliot y Cinthia?
Yo no iba a deslumbrar, iba a estar al pendiente de los dos y sudar.
La estudié a ella y junté las cejas. Esperaba que entre sus aspiraciones no estuviera verme usar lo que ella llevaba puesto. El largo de su falda me sacó un escalofrío. Me verían el alma con el soplar de la brisa. No tenía tanta confianza para mostrar mis piernas, prefería resguardar mi piel en la tela de los caquis.
Y también había algunas otras cosas que me gustaría reservar para mí misma. Mi familia no tenía que saber todo sobre mí tan rápido.
— Sabes que no juego. —le recordé— No tengo que usar la ropa para el campo, ni nada por el estilo. Iré a hacerles compañía.
Se acercó a mí posición queriendo que me contagiara de la complicidad qué brillaba en sus ojos. Rechacé su aproximación, siguiendo con lo mío. Le dedique más tiempo a desenredar mi cabello, esquivando sus miradas.
— Yena. —pronunció.
— Dime.
Me tocó el hombro desde atrás.
— Date la vuelta. —pretendí no escuchar su solicitud, alcanzando una liga para el cabello— Yena, sé que me estas escuchando a la perfección.
— Me estoy haciendo una trenza. —pasé cada mechón con sumo cuidado, excusándome con ello.
— Mírame, anda. —insistió.
— ¿Debería llevar una gorra? —pregunté al aire, alejándome hacia la maleta— No creo haber traído ninguna, al menos me he echado una buena cantidad de protector solar. No quiero terminar pareciendo un camarón. Es horrible cuando la piel se torna roja.
— Yena.
Una melodía salió de entre mis labios, previo a seguir la conversación. De todos modos, podía sentir el peligro a mis espaldas.
— ¿Eliot nos vendrá a buscar? —continúe fingiendo.
— Yena.
— ¿O nos llevarás tú?
Conocía los detalles, pero Cinthia no lo podía saber. Se suponía que este era un plan espontáneo por parte de Eliot al que se me integró por mera casualidad. Él se encargó de concertar todo a la perfección.
— Yena.
— Deberíamos ir con Eliot.
— ¡Yena! —gritó por todo lo alto.
Sin más opción, cerré los ojos, junté la mayor cantidad de paciencia y me giré.
— ¿Si? —sonreí con inocencia.
Me miró exaspera.
— Te quedaría precioso.
Mis ojos descendieron a lo que sus manos sostenían. Me espante por completo.
— Ah, qué lindo. Te quedaría bien.
— Lo compre para ti. —aclaro lo que no requería ser aclarado.
— No, gracias.
El desconcierto cubrió sus rasgos.
— ¿No, gracias?
— No voy a jugar. ¿Para qué lo necesito? —argumente.
Sacó las prendas del medio de las dos y se puso las manos en la cintura.
— No se va al golf solo a jugar. —riño.
Bufe.
— ¿Cómo no?
— Sabes que es el lugar para afianzar tu posición.
— ¿Mi posición en qué?
— Si vas con esa ropa, le vas a restar puntos a tu apariencia. Siempre hemos tenido una de las posiciones más altas en apariencia.
— ¿Y te parece que esa diminuta falda le agregará alguna décima a mi apariencia?
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Editado: 25.10.2025