A la caza de un marido para mi hermana

Helado derretido

— ¿Esperaste mucho por mí?

Me giré al escuchar la voz agitada de Eliot y le dirigí una corta sonrisa para luego negar con la cabeza. Su expresión estaba dibujada en completa vergüenza lo que se me hizo divertido. Para alguien tan puntual como él, esto sería el equivalente a asesinar a una persona y seguro se reprochaba por dentro cada minuto pasado en el reloj. Es irónico que hayamos halagado este aspecto de él con Cinthia y hoy no pudiera hacerle justicia.

Hacía una hora que esperaba por él. No se lo diría, sin embargo. En primer lugar, porque fue elección propia llegar antes de la hora pactada para practicar juiciosamente lo que quería decirle respecto del plan de caza, y en segundo lugar, porque definitivamente he esperado pacientemente por peores tipos sin emitir queja alguna. No es nada del otro mundo si se trata de él. Al menos sé a ciencia cierta que su retraso está justificado y no es porque simplemente es un cabezota irresponsable.

— No, no ha pasado mucho desde que llegué. —señalé la silla delante de mí, pidiéndole tomar asiento. Él la jaló para hacerse espacio y cumplió con mi orden silenciosa mientras se arreglaba algunos cabellos castaños fuera de lugar que me dejaban saber que su día había sido ajetreado— ¿Mucho trabajo?

Eliot inhalo profundo como si incluso responder a eso fuera una tarea difícil.

— No pude prever que mi compañero que haría el relevo en las consultas de la tarde no se presentaría. —contó, aún arreglando los mechones. Seguí cada movimiento de sus manos, alternando entre sus intentos por verse más presentable y sus ojos. Afortunadamente para mí, parecía no notar mi extraño interés en un acción tan simple— Lamento hacerte esperar.

Mis ojos fueron a los suyos de inmediato.

— Oh, no. No te preocupes, Eliot. Puedo entender. Es imposible prevenir esa clase de situaciones. —lo tranquilice— No me molesta esperar por ti.

Él me miró unos segundos en silencio para posteriormente descansar su espalda en el respaldar de la silla. También lo miré... porque, ¿qué otra cosa podía hacer?

Pase saliva todavía sin romper el contacto visual, escuchando nuevamente una voz que, desde el almuerzo con Cinthia, me fastidiaba sin parar.

No pude descifrar lo que me quería hacerme saber esa voz interna con tanta desesperación. Pero podía escucharla fuerte y claro retumbando en las paredes de mi cabeza. Me iba a volver loca. Tenía que estar serena para poder hablar ampliamente de cómo quería proceder con el plan de cabeza. Si seguía siendo atormentada me iba a desconcentrar del mismo modo que ocurrió al encontrarme con Cinthia.

Tuve suerte ese día, pero no me podía confiar ni siquiera de mi misma.

Esto tiene que ser certero.

— Voy a ordenar. —avise, poniéndome de pie con la concentración máxima. Eliot reaccionó en un intento de refutar y lo detuve en seco, devolviéndolo a su lugar con un suave empujón en su hombro— Lo haré por los dos. Tú te quedas aquí y descansas un poco. Hoy vamos a hablar de algunas cosas importantes.

Quiso refutar nuevamente y lo encare poniendo la expresión más amenazadora que pude. Abrió y cerró la boca para terminar resoplando con una media sonrisa en sus labios que podía apostar era producto de mis facciones contraídas para parecer el peor de los contrincantes con el que asumir una batalla.

Se removió en su asiento y estiro la mano hacia su bolsillo trasero. Sacó efectivo de su cartera, cogió mi mano que permaneció—sin darme cuenta—en su hombro y puso los billetes allí.

— Permíteme pagar al menos.

Junte las cejas y me separé de su cálido agarre.

— ¿Pensabas que yo lo haría?

Ambos reímos y me retire yendo a la fila para no alargar el intercambio. Reconocí mi propio reflejo en la vidriera de exhibición de los helados, encontrándome a mí misma con una tonta sonrisa. La comisura de mis labios descendió lentamente, recordándome que no debería estar pasando un rato tan exquisito con quien quería fuera el marido de mi hermana.

— ¡Siguiente, por favor! —anunció la cajera y su voz me trajo de regreso a la realidad.

Me moví unos cortos pasos y expulse la orden con un único pensamiento en mi mente al que me aferre. Pagué, recibí los conos de helados y caminé devuelta a la mesa robóticamente.

— Son generosos con las porciones en este lugar. —le pasé su helado a Eliot, asintiendo en acuerdo a su comentario aunque verdaderamente no había reparado en la porción de helado— Oh, el tuyo esta chorreando. Déjame ayudarte.

Sacó un par de servilletas del servilletero y limpió las gotas de helado entre mis nudillos con su mano libre. El aire se atasco a mitad de camino en mi garganta, volviéndome capaz únicamente de percibir su amable acción.

— Yo puedo...

Me acallo.

— Ya casi está. Déjame hacerlo. —musito, apacible.

Envidie momentáneamente su tranquilidad.

¿Qué es lo que me ocurría últimamente que no podía estar igual de serena que él a su alrededor?

— Gracias. —solté por rellenar el silencio.

Elevó la mirada un instante para transmitir su sinceridad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.