Una vez sola, luego de ver a Eliot y escuchar sus palabras, me fue imposible no reflexionar al respecto.
¿Que carajos he estado haciendo?
Avergonzada. De una u otra forma, es la manera en la que me sentía después de pensar en todo lo que ha acontecido.
Ha sido difícil de digerir. Tantas cosas pasando en un periodo corto de tiempo son difíciles de procesar. Nunca he sido del tipo que puede actuar inteligentemente en situaciones donde las emociones afloran. Eso lo sé porque varias veces he sido víctima de mi propia impulsividad y me arrepiento cuando me doy cuenta demasiado tarde que, en efecto, no debería haber abordado las cosas de una manera tan... ¿desconsiderada?
Ni siquiera sabía a ciencia cierta si era la manera adecuada para describir mi actuar en los pasados días. Solo sé, por propia realización, que he sido, irremediablemente, terca en un intento por apaciguar, una aparente, infundada culpa.
La terquedad es una de esas cualidades mías que soy incapaz de reconocer hasta que alguien la señala.
Y alguien la señaló. Eliot lo hizo. No creo que intencionalmente. Pero me hizo darme cuenta, no únicamente de mi poca consideración a los sentimientos de los otros en éste lío donde no solo yo estoy metida de cabeza, sino de la terquedad con la que he querido, muy supuestamente, enmendar los daños.
¿Qué es lo que inteligentemente haría una persona en esta situación?
Hablar.
Si, hablar parece la solución más propicia. Escuchar las posiciones de los otros es bueno para saber cómo abordar la problemática efectivamente.
Si soy capaz de ver eso... ¿Por qué no lo he hecho, entonces?
Tengo miedo. Miedo—como desde hace un tiempo—a desnudarme por completo ante todos. Que todos conozcan lo que me aflige. Lo que me hace vulnerable. Porque si, aunque sé que Cinthia ni ninguna otra persona me obligará a hablar, es esa, después de todo, la solución recíprocamente efectiva. No puedes esperar que una persona se abra ante ti, resguardándote por completo. Aún más cuando, de forma indirecta o directa, pese a que ya a estas alturas descifrar si es o no mi culpa no me importa, tienes un poco que ver en ello.
No sé, sincerándome conmigo misma tras repasar mis andares, que es lo que considere adecuado de lanzarme a cazar una marido para ella. Como si fuera emocionalmente lógico reemplazar a una persona por otra para sanar una herida.
Y ese es el otro punto de todo este meollo. ¿Esta Cinthia verdaderamente herida?
Ella ha vocaliza que no lo está. Eliot me lo ha dejado saber sin un mínimo titubeo.
Y yo sigo insistiendo en limpiar un desastre que nadie me está pidiendo limpiar. Me hace sentir desesperada.
Últimamente estoy con los nervios de punta. No puedo decir que es por el reencuentro con mamá y papá ya que no ha sido más que satisfactorio entender que, puedo cometer errores, y eso no me va a sentenciar de por vida ante sus ojos.
Puedo cometer errores. Eso no me va a sentenciar de por vida ante sus ojos.
Mierda.
Es tan tranquilizante saber que, se puede ser un poco indecisa y eso no va a menoscabar la confianza que tienen en mí.
Puedo ser yo misma y eso no va a disminuir el apoyo de ellos.
Mi desesperación por aliviar, lo que creo que Cinthia puede sentir tras su matrimonio fallido, tiene su origen en mis propias inseguridades. Aquellas que me han perseguido desde hace bastante, e incluso, me atrevo a afirmar, fueron las que me llevaron lejos de todos.
Tengo miedo y me desespera que, si saben todo de mí, ellos van a ver cuánto he ocultado nada más por orgullo y pena.
Es infantil, tonto y absurdo.
No puedo seguir comportándome de la misma manera. No puedo seguir dando por sentado que sé lo que todos sienten. No puedo seguir sacando mis propias conclusiones apresuradas y arrastrar gente en el proceso.
Soy una mujer adulta. Tengo casi treinta años. Es ridículo continuar viendo la vida del mismo modo que hace años.
Eliot me hizo comprender que no estoy escuchando. No estoy escuchando porque no se apega a mi narrativa, y mientras no me ayude a aliviar mis pesares, no le prestare atención a lo que con tanto ímpetu me han dicho el par.
Tengo que escuchar a los demás y dejar de ser tan terca.
Cinthia y Eliot... ¿Qué se yo de Cinthia y Eliot, de todos modos?
No puedo obligarlos a sentir nada el uno por el otro para concretar un plan que desde un principio no tenía sentido. Conseguirle un marido. Da risa de pensarlo con, mi nueva adquirida, claridad. A duras penas puedo conseguir alguien para mí, ¿qué probabilidades podría tener de conseguir una pareja para otra persona?
Además de mi obvia inexperiencia, no sé si fue el hecho de que me lo han negado rotundamente los dos, sin cambiar de parecer ni una vez... o que Eliot me haya confesado que tiene a alguien más en mente. Es impensable para mí meterme en el medio de alguien que hace ver a Eliot tan enamorado y arruinarlo para él.
Pese a encontrarnos con la madre de Andy, no me perdí el destello de anhelo y afecto que brillo en su ojos al confesármelo. No me intereso para nada el encuentro, puesto que estaba enfocada en sentir una—y esto lo admito con todo el riesgo de parecer una chiflada—envidia por quien sea que fuera esa persona dando vuelta en su cabeza y corazón.
#1561 en Novela romántica
#458 en Otros
#212 en Humor
romance, amigos de infancia, reencuentro de amigos y familiares
Editado: 16.11.2025