A la caza de un marido para mi hermana

Sobres naranjas

La mañana del día siguiente en Carolina del Norte, se resumió en la rutina habitual: Levantar a los niños, poner el desayuno en la mesa, escribir una pequeña nota a los profesores de los niños más pequeños explicando su inasistencia y ayudarlos a tomar el bus a tiempo. Nada fuera de lo común. Nadie jamás podría adivinar que ayer casi íbamos a la guerra por los niños. Alina y yo nos quedamos viendo la parte trasera del autobús, una junto a la otra, viéndolo alejarse.

— ¿Alguna actualización? —preguntó ella, como lo hizo desde el instante en que despegó uno de mis párpados para hacerme despertar.

Me crucé de brazos con los nervios de punta, sin estar clara sobre que decir. Eran dos las razones concretadas por las que mi anatomía estaba tensa; en primer lugar, no recibí ningún mensaje de Eliot en las horas pasadas, y en segundo lugar, sentía miedo a lo que se encontraba formándose en mi interior con respecto al hombre que cazaría para mi hermana.

¿En qué momento pasó?

Tal vez desde el momento en que lo vi con más detalle del que debería.

Si es que quería responder honestamente a esa pregunta, debería pensar en todos y cada uno de los encuentros que tuvimos. Y es allí, que me encuentro en graves problemas, porque si lo analizo muy bien, parece que viaje a Chicago para encontrarme con Eliot, en lugar de asistir a la fallida boda de Cinthia. Son demasiados recuerdos que repasar. Demasiados momentos en los que, si, definitivamente arroje inconscientemente uno que otro suspiro embelesado o meloso. Eliot estuvo presente desde el primer día en el que arribe, por lo que es imposible repasar juiciosamente cada uno de los intercambios en búsqueda de una respuesta explicita.

De cualquier manera, el tiempo apremia, y en estos momentos, no tenía tiempo de sobra para sentarme a divagar.

Mis sentimientos eran un asunto puesto en segundo plano, que seguro me iban a picar para salir a flote, pero me las arreglaría para manejarme firmemente. Esto no es el colegio, donde puedo ir al aula de Eliot a dejarle una notita para que adivine quien es el autor y pasar todo el día dando brincos entre laureles. Me encontraba en una situación de la vida adulta, que aunque quisiera llevar del modo más calmado que se pueda para ahorrarles a los niños un mal rato, cada día que pasaba solo significa empeorar lo que, de uno u otro modo, sería una decisión dolorosa.

— ¿Crees que debería llamarlo yo? —replique.

Comenzamos a caminar de regreso a la casa hogar a paso lento. Alina ladeo la cabeza, sopesando la idea.

Si bien había consentido—sin arrepentimiento alguno—confiar en Eliot, porque, por el Altísimo que nos observa desde el cielo, el tipo me hacía experimentar un nivel de seguridad que jamás había experimentado con otra persona, sentía, de una u otra forma, que era un tanto irresponsable de mi parte solo sentarme a, básicamente, esperar por una solución que desconocía. La idea de ser terca una última vez se asomó mientras conseguía conciliar el sueño la noche anterior pero ¿que diría eso de mí?

¡Ah, sí! Mmm, tal vez que era una loca fuera de sus luces incapaz de compaginar sus pensamientos y acciones.

Tenía que comenzar a juntar los cables de mi consola desbaratada y hacer que la energía fluyera en un sentido determinado. Esto de estar queriendo arrimarme todo comenzaba a pasar factura.

He aprendido que puedo ser un poco egoísta—e irresponsablemente responsable—sin sentirme culpable, por ende, quería esperar por lo que sea que Eliot iba a hacer por mí y eso no quiere decir que no esté desesperada por evitar que los niños sean separados abruptamente. Quiere decir, entre el millón de maneras erróneas en que puede ser interpretado, que confío y que, por primera vez en mi vida, no quiero cargar con todo por temor a ser una molestia decepcionante.

— ¿La verdad? —comenzó Alina, todavía pensativa— No creo que haya fallado en su cometido.

Ofrecí un asentimiento en acuerdo.

— Yo tampoco lo creo. Pero, ¿por qué no ha llamado? Ni siquiera un mensaje. Nada de nada. —expresé.

— Tal vez sigue ocupado. ¿No dijiste que se fue tan de repente anoche porque surgió un problema en su, no sé que, de la no sé que de su familia muy adinerada y él es el único autorizado para resolver la situación? —recordó, objetivamente.

Los nervios se disiparon un poco contemplando esa posibilidad. Sabía que la familia Fergusson manejaba investigaciones farmacéuticas millonarias. Era imperativo que las elecciones que hiciera la persona a cargo, que en este caso es Eliot, fueran idóneas para no perjudicar o retrasar innecesariamente las investigaciones. Sin temor a exagerar, Eliot tenía que elegir perfectamente en cada momento.

— Tienes razón. Probablemente este ocupado aún y no ha podido ni siquiera tomar su celular. No hay que inquietarse. Eliot va a cumplir su palabra a como dé lugar. —concedí— ¿Por qué no limpiamos la casa y así nos distraemos? Wendy se la paso estornudando la noche entera y ya sabes lo que eso quiere decir.

Alina pateo una pequeña piedra en la acera y seguimos con la mirada el trayecto de esta. Sin oportunidad de refutar para dejarme la tarea a mí por mis días de ausencia, ambas frenamos en seco al mismo tiempo, olvidándonos de lo que acaparó nuestra atención inicialmente. Parpadee como si mis ojos pudieran mentirme o no funcionaran correctamente.




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