Un año y seis meses más tarde.
— ¡No es el lugar para travesuras, niños! Basta de correr o podrán causar un accidente. —mortificada de que algún invitado tuviera que irse con sus prendas de ropa manchadas como resultado de los torbellinos Raymond y Hunter estampándose contra ellos en medio de sus persecuciones, entorpecí su recorrido provocando que ellos se detuvieran. La exclamación salió de mi boca en un tomo firme y apacible, pero que sin duda prometía convertirse en un sermón de los que tanto les aburrían. Los niños se vieron entre ellos fingiendo inocencia y me puse a su altura para repetirles lo que se les deje saber más temprano junto a Alina— No se olviden que antes de acabar la fiesta nos tomaremos una foto para conmemorar el día, ¿bien? ¿Recuerdan lo demás que les dije al respecto de eso?
Los ojos de Raymond se abrieron de par en par y se puso recto consecuentemente.
— Subiremos en la lista de niños buenos de santa dependiendo de nuestro comportamiento. —recitó la pequeña mentirilla que habíamos elegido decirle a los niños para que se comportaran.
La mandíbula de Hunter cayó como si la información fuera totalmente nueva para él. Apostaría a darle todo los dulces en el mundo que él quiere comer, para probar que en el momento en que se lo dijimos se distrajo con cualquier otra cosa y la información no se registro en su travieso cerebro. Él, sin un gramo de ganas de perder la chance de obtener todos los juguetes en su lista, imitó a Raymond cual soldado en formación, ambos pareciendo unos pequeños ángeles con grandes sonrisas en sus rostros ovalados. Les pique un ojo satisfecha y se alejaron para ir en busca de algo menos arriesgado con lo que entretenerse mientras la celebración iba viento en popa.
De regreso a mi altura, repasé los alrededores con una efervescente emoción de regocijo en el centro de mi pecho. No podía sentirme más feliz de lo que me sentía viendo esta nueva escena de la que era la afortunada protagonista.
En los adentros de Carolina del Norte, en las zonas donde lo gris de la ciudad se pierde siendo reemplazado por amplios campos de una verdosa naturaleza, la nueva casa de acogida se hallaba en pie en un gran y hermoso rancho rodeado de hectáreas de valles en los que la brisa corre con frescura y el sol brilla en todo su esplendor.
Los invitados a la celebración iba y venían entre el patio y el interior de la casa, compartiendo y charlando entre sí mientras comían y bebían lo que se preparó con ayuda de los niños la noche anterior. Busqué entre ellos a Cinthia, encontrándomela asaltando la mesa de dulces con el Doctor Kandra, quien sabía no comería mucho de lo que ella amontonaba en el plato que él sostenía con diligencia.
— ¿Esta delicioso? —llegué junto a ella, ofreciendo un breve asentimiento de saludo a su demasiado usual y causal acompañante por estos días.
Kandra se las arregló para ocultar la sonrisa que le produjo mi comentario burlón y Cinthia asintió eufórica.
— ¿Quien fue el que se encargo de los dulces? Están para perder la cabeza. —halago, dando un mordisco gustoso a un trozo de pastel de chocolate que le sacó un jadeo. Lo inspeccionó como si no pudiera concebir la delicia que se deshacía en su boca y me reí viéndola sacar otros varios más de la mesa, obligando a Kandra a hacer malabares para que nada se cayera.
— Es Lola. Nuestra gran chica repostera. —desvele.
— Cierto, cierto. La mayor de las niñas. —recordó— Me aseguraré de darle mis más grandes felicitaciones antes de irme. Tiene un gran futuro en esto de la repostería.
Me puse la mano en el pecho en señal de agradecimiento. Amaba recibir halagos de los niños.
— Si necesitas algo, ve a la cocina. Alina está ahí terminando de sazonar las carnes para la parrilla. —avisé.
Aunque viéndola tan maravillada, no creo se despegue de la mesa pronto.
— El maestro de la parrilla debe estar emocionado por empezar. —intervino Kandra, risueño como siempre.
Con un hormigueo recorriéndome el cuerpo en reacción a la mención, arrugue la nariz en deleite por ver lo que "el maestro de la parrilla" haría.
— Oh, sí. Llegó hace poco. —señale en dirección a la casa— Remi, el mayor de los niños, lo acompaño a cambiarse para poder ponerse manos a la obra juntos.
Kandra y Cinthia compartieron una mirada cargada de complicidad, lo que me hizo poner los ojos en blanco al imaginar lo que le pasaba por la cabeza al dúo. Estoy en territorio peligroso. Para ahorrarme la repetitiva charla sugerente de los dos, escogí dejarlos luego de enviarles una mirada de advertencia para que se diera por entendido que era innecesaria la intromisión de su parte.
Atravesé el patio hasta la esquina apartada de la celebración donde escogimos colocar la parrilla, de tal manera, que el humo no fuera problema para los invitados. Ahí, dándole instrucciones a un atento Remi, el "maestro de la parrilla" terminaba de avivar el fuego para comenzar con la labor que aseguró era su suprema especialidad desde sus días como estudiante.
— ¿Ocupados? —puse mi mano en la espalda de Remi, proporcionando un abrazo de costado a modo de saludo. El chico había estado fuera todo el día escogiendo los cortes de carnes y comprando lo que faltaba para la celebración, por lo que no pude verlo mucho durante el día.
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Editado: 22.11.2025