A los ojos de la luna somos inocentes

Capítulo 05

Aarón 

 

PASADO

 

  Estaba pasando la semana libre en casa de mis padres, ellos estaban encantados de vernos a mi hermano y a mí y en parte era bueno reunirnos todos como familia. Lo hacíamos muy pocas veces en el año y casi siempre terminábamos discutiendo por cosas absurdas en medio de la comida. Ahora solo estábamos mis padres y yo sentados en la yarda trasera tomando chocolate con un poco de queso.

   El aire aún seguía estando presente aunque ya no era tan fuerte como antes, una ardilla sube al árbol y mientras elevo mi mirada una mano me toma del brazo.

   Mi madre me sonríe, eleva la taza de café hasta su boca y da un sorbo. Amaba estos momentos a su lado, estaba creando recuerdos inolvidables que jamás estarán grabados en fotos pero si en mi mente. Ella cada año envejecía más y mi miedo por perderla aumentaba al mismo tiempo.

   Mi padre es un poco distinto, su actitud con personas desconocidas era frío e insoportable, pero con nosotros era un amor de persona dispuesto a ablandarse en situaciones que lo ameritaban.

   Amaba a mis padres, son lo mejor que tengo en mi vida y aún no estoy listo para decirles adiós cuando sea necesario.

   Jayden, así es como se llama mi hermano menor, era un chico diferente a mí, amaba salir con sus amigos, jugar baloncesto e ir al cine todos los viernes por la noche solo. Decía que eso lo animaba a olvidar lo que le habían hecho en su pasado y que cada vez que lo recordaba buscaba películas en estreno para distraer a su mente en algo que fuese diferente a los recuerdos.

   Lo entendía, sabía lo que le habían hecho y estoy arrepentido de todo eso.

   ¿Sabías que eres la peor persona del planeta?

 

   Nos habíamos dejado de hablar durante años después de que él decidiera huir por miedo a que aquello siguiera sucediéndole. Yo fui un idiota, merezco estar bajo tierra en este preciso momento y no estarle jodiendo la vida a mi hermano.

 

   Nunca supe el motivo del porqué lo hiciste. Dime Aarón, ¿valió la pena?

 

   Su tortura duró cinco años, años en los cuales guardó silencio debido a las amenazas de muerte que le fueron puestas de forma grosera. Tan solo era un chico inocente que empezaba a vivir, tenía muchos planes y el miedo lo obligó a dejarlos ir de a poco.

  Pasado dos años aquello volvió a su vida, su mirada estaba perdida casa día, no sonreía con naturalidad pero aún así se escapaba por las noches para irse de fiesta con sus amigos.

 

   ¿Qué hiciste?

 

   —¿Qué tal el trabajo? —Cuestiona mi madre observándome con atención—. ¿Todo va bien?

   —El trabajo va con la misma tranquilidad de siempre, solo debo de llevar la rutina al pie y no rendirme. El salario me es de ayuda para pagar los servicios y la renta que es lo único que me importa.

   —Estoy orgulloso de ti y de todo lo que haces —sonríe.

 

   Yo no lo estoy, por favor revela la verdad.

 

   —Aunque he estado pensando que podría mudarme al otro lado —elevo mis manos—; ya sabes, vivir cerca del trabajo, en otro ambiente y en un pueblo más tranquilo con menos tráfico y disparos cada noche.

   Ríe.

   —Todo a su debido tiempo —dice—, tú sabes muy bien que cuando las cosas se hacen a la carrera no siempre los resultados serán buenos. Ahorra, evita hacer gastos innecesarios y cuando estes listo yo misma puedo ayudarte en la mudanza.

   Asiento.

   —Y estoy seguro de que así será, empezaré ahorrar y tal vez en un año ya esté listo para mudarme.

   —¿Cómo van las cosas con tu novio? —Cuestiona mi padre esta vez—. Hace mucho no lo mencionas en nuestras charlas, a tu madre y a mí nos hace falta su presencia en los domingos del té y chisme

   Bajo la mirada.

   Habían pasado seis semanas desde que mi ex decidió terminarme, no había querido mencionar el tema con mis padres ya que ellos lo aman como un tercer hijo y decirles eso les dolería más que a mí. Decidí guardarme el secreto y fingir que salíamos de vez en cuando y que nuestra comunicación era de vez en cuando por temas de trabajo.

   Y escuchar una pregunta que lo involucre a él me duele en lo más profundo de mi corazón. Tardaré muchas semanas en asimilarlo y en olvidarlo, yo no estaba listo para esto y es horrible que lo mencionen.

   —Él me terminó hace poco —digo.

   Ambos se mantienen en silencio.

   —Lamento escuchar eso —dice mi madre—, espero que no haya sido por problemas graves y espero que te sientas bien pronto. Una ruptura duele mucho, hijo mío.

   Un teléfono suena, mi madre lo toma y al segundo de llevárselo a la oreja grita como si hubiese recibido la peor noticia del mundo.

   Su grito fue estremecedor, agobiante e hizo que mi piel se erizara. No quería pensar en qué le habían podido haber dicho, no estaba listo para otra mala noticia y hundirme en más dolor. 




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