A los ojos de la luna somos inocentes

Capítulo 10

 

Jayden

 

PASADO

 

   Llevo la taza de café a mi boca, soy un pequeño sorbo y pienso en lo que tuve que hacer para ser libre. No, no era lo que quería para mi vida, aunque no tuve otra alternativa. Los días pasaban lento que llegaba a pensar en que hasta una tortuga camina más rápido. 

   No podía comunicarme con mis padres para decirles que me encontraba vivo, sería una bomba que traería miles de preguntas que por el momento no quiero responder.

   No estoy listo, aún no.

   Acaricio mi barbilla y limpio mis labios con una servilleta.

  La mesera se acerca y me ofrece otra taza de café, la cual acepto. La trae y, al mismo tiempo, me entrega un papel doblado por la mitad. 

   Levanto la vista tratando de analizar el rostro de la mesera, pero no logro encontrar una explicación por lo cual desdoblo el papel y me encuentro con un número de teléfono. 

   —Lo mismo de siempre —susurro.

   Me levanto de la silla, dejo un par de billetes en la mesa y salgo de la cafetería para acercarme al parque. El cual, es mi lugar favorito de la ciudad. 

   Estaba lejos de mi familia, pero no tan lejos a la vez. Estaba más cerca de lo que yo creía, aunque no podía estar a más de cinco millas de ellos. Levantaría sospechas si encuentran a alguien caminando por las calles con el parecido del fallecido Jayden.

   ¿Sería adecuado aparecerme por la calle de mi antigua casa?

   —Lo dudo —susurro.

   —¿Qué dijo? —Pregunta una señora a mi lado.

   —Lo siento —respondo—, no he dicho nada.

   —Esta juventud anda perdida —reprocha dándose la vuelta para seguir con su camino.

   Tomo asiento en una banca libre del parque, saco mi teléfono del bolsillo y deslizo el dedo por la pantalla. No hay nada, nada más que un mensaje de algunos amigos que hice hace poco. No he hablado con mucha gente desde que fingí estar muerto. 

   ¿Mi familia estaría decepcionada de lo que hice? ¿Estarían enojados después de saber la verdad? ¿Me seguirían amando? ¿Se enfadarían con Aarón a tal grado de echarlo de la ciudad?

   No lo sé. 

   Dudo mucho en revelar la verdad, pero eso no quita que piense cada día en eso. Aún no lo supero y, mientras duermo, siento sus dedos recorriendo mi cuerpo y me despierto sobresaltado, sudando y con lágrimas recorriendo mis mejillas.

   ¿Qué hace uno después de sufrir eso? 

   No hay nada que hacer.

   Fingí mi muerte con ayuda de un fiel amigo, el cual, hasta la fecha, sigue estando en contacto conmigo por si necesito ayuda. El psicólogo que él contrató me ha estado ayudando, aunque omití la parte de mi muerte, eso no podría decírselo. Mis sesiones han mejorado poco a poco, cada di me siento más seguro de mí mismo y vuelvo a verme al espejo sin pensar en que alguien más lo toca sin mi permiso. 

   Empaqué mis cosas, salí de casa en la madrugada sin decirle nada a nadie. Al amanecer mis padres fueron avisados acerca de que su hijo se encontraba en la morgue, sin vida claramente y con heridas a causa de un accidente. Fue fácil despistarlos, no se dieron cuenta de que en realidad al que enterraron era un simple maniquí.

   La gente suele ser engañada fácilmente, aunque mi familia eran únicos en ese sentido. Hasta con dinero eran fáciles de engañar, ¡qué bobos!

   Suspiro.

   Reviso la hora en el celular, la noche estaba por caer, no tenía ganas de ir a casa. Anhelaba quedarme a la deriva, quizá en una montaña disfrutando de la naturaleza, del aire fresco y sin tecnología. No, debía quedarme en la ciudad y cobrar venganza de lo que mi propio hermano me hizo.

   Su voz, sus manos… me daba asco recordar.

   Limpio una lágrima que corre por mi mejilla.

 

   —Hola, hermanito —me saludó mientras entraba a mi cuarto—. ¿Qué haces?

   Mis padres no estaban , habían salido a hacer un mandado a casa de unos amigos. Mi hermano estaba a mi cargo ya que yo estaba en la edad de la rebeldía, aunque para ser sinceros siempre lo he estado y siempre lo estaré.

   —Aarón, ¿qué haces en mi cuarto? —Pregunté elevando mi mano—. Te he dicho que no me gusta que entres sin mi permiso, siempre tocas las cosas y las desordenas.

   Se rió.

   —Lo lamento.

   Tomó asiento en la orilla de mi cama.

   No tenía puesta la camiseta, cosa que no me importaba ya que era normal que anduviera así en la casa. Pero me incomodaba verlo en bóxer en mi cama. No malinterpreten, no veía a mi hermano con esos ojos, pero me sentía incómodo al verlo así.

   —¿Qué quieres? —Pregunté.

   Su dedo índice tocaron mis labios creando un silencio en el cuarto. No me había percatado sobre que la puerta estaba cerrada con seguro. Eso fue un error del cual que arrepentí.




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