A mi imagen y semejanza

Madrid - septiembre, octubre y noviembre

Madrid, viernes 2 de septiembre

Pues ya están los niños de vuelta en casa, con lo bien que he estado sin ellos este mes pasado. Lo de las islas griegas resultó que no fue tan maravilloso como lo había imaginado. Vale que tenía barra libre de cualquier tipo de bebida espirituosa, cientos de actividades para elegir y le saqué mucho partido al solárium, pero esto de pasar un mes pegada a mi marido se me hizo duro. Leí que la mayoría de los divorcios llegan en el mes de septiembre cuando el matrimonio se da cuenta que fuera de su rutina del día a día no se soportan, tras esas vacaciones con tanto tiempo compartido. Yo no me pienso divorciar, mucho tiene que pasar para que esto suceda. Al menos por el momento.

La niña estuvo con el abuelo en la playa y el niño se quedó en Madrid disfrutando de la casa. No quiero ni imaginar las fiestas que se habrá pegado. Pero al menos está todo limpio y no se rompió nada. A su edad es cuando hay que cometer tonterías y no de adulto.

Madrid, lunes 5 de septiembre

Ya mañana volvemos a la rutina de los institutos y el trabajo, ya tenía ganas de meterme en ella. Tengo una mente y una vida muy compartimentada, quirúrgicamente definida. La mejor forma de que nada se salga de su sitio es que yo esté sola. Me convencieron para apuntarme a clase de zumba, probaré a ver…

Madrid, viernes 9 de septiembre

Pues vengo del hospital hoy, tuve un accidente de tráfico. Al menos mi coche no sufrió mucho desperfecto, creo que con unos pocos días de chapa y pintura estaría listo. Le tendré que pedir el suyo a Adrián.

Iba sola en el coche, a una velocidad apropiada para una madre de mediana edad, camino al club a mi clase de step y, de repente, un Seat Ibiza rojo de esos que llevan pegatinas de discotecas y ventanillas bajadas escuchando música electrónica, se saltó un semáforo y me golpeó en la parte de atrás del coche, en un lateral. Tengo uno de esos coches que son casi tanques y ni se inmutó, aunque me dio como un pequeño tirón en el cuello, eso sí. Los muchachos de la ambulancia me recomendaron que fuera al hospital a que me hicieran una placa para salir de dudas. Les dije que no se preocuparan por mí, que ya tenían bastante trabajo con el otro chico. El muchacho no llevaba el cinturón y se le golpeó la cabeza contra el parabrisas. Fue un golpe fuerte, sí. La verdad es que desde donde estaba no estaba segura de si estaba muerto o no.

Vino la policía para aclarar un poco los hechos, me tomaron declaración y el agente me dijo que me quedara tranquila, que según los testigos y la disposición de los coches en el accidente no tenía nada de qué preocuparme. La verdad es que me da un poco de pereza tener que ocuparme de los papeleos del seguro, pero bueno, hay que hacerlo.

En el hospital me dijeron que no tengo nada, que estoy como un roble, pero que me tome 24 horas de reposo. Así que aquí estoy, bebiéndome un rueda fresquito en el sofá del dormitorio mientras escribo. Luego no sé, por ahí me voy a que me hagan la manicura, que abrieron en el centro comercial uno de esos locales de belleza regentados por chinos.

Madrid, martes 13 de septiembre

Me levanté de madrugada a beber un vaso de agua y hacer pis. Cuando estaba caminando por el pasillo que lleva a mi dormitorio caí de nuevo en la cuenta de un cuadro que tengo ahí colgado. Es un cuadro pequeño, cuadrado, de unos 30 centímetros de lado y que tiene, a su vez, cuatro marcos cuadrados más pequeños dentro. Todos del mismo tamaño. Todos cuadrados. En cada uno de esos compartimentos hay un dibujo de un samurái, hechos con tinta china. Es un cuadro precioso. Nos lo regalaron unos amigos nuestros de un viaje que hicieron a Japón. Me sorprendí mucho porque ni recordaba que lo tenía ya y eso que hace muchos años que nos acompaña. Cuando te acostumbras a algo ya no le prestas atención.

Subí al desván y me acerqué a un pequeño cementerio de cuadros que tengo al fondo. Dejé el cuadro de los samuráis y busqué otro cuadro que fuera totalmente distinto. Cogí uno de un primo mío que es pintor moderno, de esos que debes tener imaginación para que un cuadro suyo te emocione. «A mi imagen y semejanza» se llama y es una mancha de forma circular de color azul cielo y otra mancha rectangular más grande de color verde, atravesadas ambas por una línea roja con forma trapezoidal. No tiene ningún sentido, pero lo realmente ridículo es tenerme a mí explicando un cuadro que no tiene ni pies ni cabeza. Ni siquiera el título tiene sentido. Si es a mi imagen y semejanza, ¿por qué uno es un cuadrado y otro un círculo?

Bajé con el cuadro al pasillo de nuevo y colgué ese sinsentido en el lugar en el que estaba el otro. Me volví a la cama. Eran las 4 de la madrugada. Esta mañana en el desayuno nadie mencionó nada. Nadie se dio cuenta del cambio.

Madrid, miércoles 14 de septiembre

Hoy cumplimos mi marido y yo 19 años de casados. Como sé que te vas a poner a echar cuentas, te lo aclararé directamente. El 14 de septiembre de 2003, domingo, nos casamos en la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en Chamberí. Una boda por todo lo alto pagada por el padre de Arturo. Y sí, estaba embarazada de Adrián de 3 meses, aunque la verdad es que no se me notaba nada. Decidimos no contar nada sobre lo que venía en camino a casi nadie, solo lo sabía la gente más cercana. Dicen que da mala suerte.

En ese momento estaba ilusionada por el matrimonio. Tenía un plan de vida claro y se estaba cumpliendo todo. Pronto nos mudaríamos a la casa en la que estamos ahora y el niño estaba en camino. Pero ¿qué es el matrimonio? Ya me conoces, soy muy práctica. Ahora, para mí, el matrimonio no significa nada. Ni siquiera las relaciones amorosas en general. Eso para las novelas. En el mundo real todo está plagado de mentiras, cuernos, desprecios y secretos incontables. Conozco una chica con la que coincido en el club que me habla de su relación de pareja como algo idílico. Nos cuenta que su chico es muy atento y le deja libertad para hacer lo que ella quiera y que le da apoyo en todas las locuras de proyectos en los que se mete. Yo la verdad es que prefiero no pincharle el globo. En mi caso con Arturo es lo mismo, me da libertad y el apoyo, pues no lo necesito, la verdad. De necesitarlo, tengo a mis amigas a las que les cuento lo que yo quiero que sepan y sabiendo perfectamente que lo que me van a decir es lo que quiero oír. Y la rueda sigue girando.




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