A pesar de todo ©

38. Confesiones (Nuevo)

Kyan

Ella no iba a perdonarme y ¿cómo culparla?, si ni siquiera yo mismo podía perdonarme. Porque yo no merecía su perdón, ya que, la abandoné cuando más me necesitó, cuando todo lo que le hicieron vivir estuvo a punto de acabar con ella.

¡Me odiaba!

¿Cómo me atreví a abandonarla?, ¿cómo pude permitir que mi orgullo de hombre herido me cegara y pudiera más que el amor que te tenía?, ¡era un imbécil! Y me sentía tan culpable, me sentía el ser más despreciable del planeta, un asesino. Porque por mi culpa Emily pagó todos los platos rotos, porque por mi culpa nuestra bebé murió.

 Y no podía justificarme, prescindir de la parte de la culpa que me tocaba, achacándosela a Larissa, la autora intelectual de toda esa monstruosidad, de toda la atrocidad que vivimos y que sufrió mi Emily, la única mujer que amé y que amaría, la cual había perdido.

Sin embargo, algo entre todo aquello me llena de satisfacción y felicidad, de orgullo y hace que el sentido de perdida sea más llevadero y es que Emily, mi Emily pudo sobreponerse ante todo aquello. Ella fue tan fuerte, decidida y tenaz, sin duda alguna que la mujer más fuerte que conocería jamás y que amaría siempre.

Porque Emily fue todo lo que yo no pude ser por ella, por nosotros.

Solté una larga inspiración, acaricié mis sienes y me senté sobre una banqueta. Sentía los pulmones cerradores, la cabeza me dolía y sumado a todo eso, sentía una gran carga emocional. Llevaba alrededor de dos horas caminando sin llevar un destino en concreto, me sentía perdido sin esa brújula que me indicaba mi camino, el lugar donde debía estar. Ella era mi brújula y sin ella jamás podría estar a salvo.

Sin evitarlo, las imágenes de las recientes pasadas horas se proyectan en mi cabeza. La manera en la que la vi caminar hacia sy edificio, en la forma tan desesperada que mis sentidos regresaron a la vida y comenzaron a proclamarla, en como mis sentidos, mi cuerpo entero pidió cercanía. Entonces, sin reparar mucho en mis actos, cuando menos me di cuenta, ya estaba detrás de ella, a un par de metros de distancia.

No obstante, aunque verla fue refrescante, como un aliciente a un moribundo; cuando me enfrentó y toda su tranquilidad se esfumó en el aire, siendo reemplazada por confusión, temor y dolor, una espada me atravesó de lado a lado.

Emily estaba herida, dolida.

Y yo sabía, muy bien, que su comportamiento, su trato era lo que merecía, eso y algo mucho peor.

Solté otro largo suspiro y otros recuerdos más llegan a mi cabeza; los recuerdos de cuando me enteré de todo.

Llevaba una larga temporada en las afueras de Campbell, ya que, no me atrevía a poner un pie ahí, por miedo a encontrarme con ella, sin embargo, tuve que hacerlo, por exigencias de mi madre, ella quería decirme algo muy importante.

Entré a la casa y esperando solo ver a mi madre y a las señoras de la casa, entré sin el menor cuidado. Sintiendo la adrenalina diluyéndose de mi cuerpo, pero por otras razones, ya que, no me había encontrado con ninguno de los González, aunque claro, luego me enteraría por qué.

Luck estaba sentado en la sala de mi casa; mi primera impresión fue dirigirme al segundo piso sin molestarme en saludar, verlo a él era como mirarla a ella.

—Kyan, ven en este preciso momento —exigió mi madre—. O me veré en la penosa necesidad de… —Giré sobre mis pies y me acerqué antes que ella terminara su amenaza. Además, estaba decidido que, sin importar lo que él me dijera, yo no cambiaría de opinión.

Lo cual, fue imposible.

Todo se desplomó en mi interior, todo mi alrededor perdió enfoque y todo mi cuerpo sufrió un dolor espantoso, todo ello  debido a unas cuantas palabras que fueron lo suficiente como para cambiar el rumbo de mi vida.

—Emily no te engañó, a Emily le tendieron una trampa y ese tipo la violó —dijo, con ira contenida. En ese instante, el aire escapó de mis pulmones, mi mundo se desestabilizó y quise morir.

«Eso no puede ser cierto, a ella no pudieron hacerle eso. No, no, no a ella. No, a mi Emily no», sin embargo, si había pasado.

Y como si la vida estuviese empecinada en hacerme pgar cada uno de mis errores de golpe, Luck soltó otra de las peores noticias que había escuchado jamás.

—Ella estaba embarazada, ¿lo sabía? —preguntó, aunque la misma era retorica. Mi atención cayó en él, ignorando la imagen de mi madre, quien lloraba.




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