Lo observé un par de segundos, tratando de descifrar si era una especie de espejismo y que no estaba en verdad intentando darme un aventón. ¿Qué no se suponía que me odiaba? ¡Oh vaya!, quizá su madre lo había obligado en ir a traerme. Y contemplar esa posibilidad hizo que el enojo hirviera en mi sangre. Bufé y rodeé la camioneta solo para ver como el autobús cerraba sus puertas y se iba. ¡Maldición! Resoplé, me sentía frustrada, furiosa y sin una pisca de paciencia. Kyan, sonó la bocina de su vehículo intentando llamar mi atención, volví a verlo con una mirada fulminante.
-Gracias, ahora tendré que esperar sabe Dios cuánto tiempo para irme a casa -espeté, sin la intención de ocultar el enojo de mi voz.
-Lo siento... -murmuró con ojos inocentes. Pestañé demasiado anonadada, incrédula. ¿Qué clase de juego era ese? Mis manos sudaban y mi vientre cosquilleaba, quería golpearlo y a la vez acariciar su cabello dorado. Nunca en mi vida me había sentido tan bipolar-... súbete, vamos -dijo, aproximándose hasta la puerta del copiloto y abriéndola para mí.
- ¿Acaso va a castigarte tu madre si no me llevas? -pregunté mordaz. Su quijada de inmediato se tensó y lo vi dudar entre cerrar la puerta e irse.
-Solo trato de ser amable, Emily -dijo conciliador. Mi boca casi llega al pavimento, entender a Kyan era imposible. Sus actitudes era diferentes a sus acciones, todo él era un enigma indescifrable y lo odiaba. Lo odiaba porque yo deseaba descifrarlo, descubrir quién era en verdad.
-Discúlpame, pero fuiste tú quien ya no quiso, quiere tener contacto conmigo, ¿ya lo olvidaste? -pregunté perdiendo el aliento en el proceso. El conductor que estaba detrás de Kyan usó su bocina y fue ahí, cuando nos dimos cuenta que ya había una fila considerable de autos esperando.
-No, no lo he olvidado... sube por favor y lo hablamos en el camino -pidió. Crucé mis brazos sobre mi pecho y negué con la cabeza, dejándole claro que no lo haría-, ¡bien!, me tendrás aquí esperando... -respondió. Alzó una ceja retador, mientras el sonido de las bocinas era más insistente y los insultos comenzaban a salir-..., tú decides, Em. -Dejé caer mis manos a los lados de mi cadera y las cerré. ¡Lo odiaba! Juro, que deseaba matarlo con mis manos.
Subí y cerré la puerta con fuerza, le importó poco. Condujo despacio y durante los primeros cinco minutos el silencio reinó sobre nosotros. Y yo ya no sabía qué sentía: si enojo y ganas de asesinarlo o emoción y expectación. Estaba en serios problemas con mi capacidad para razonar. Lo sabía, pues en verdad quería que arregláramos las cosas. Pues una parte mi lo extrañaba, le hacía falta contemplar la posibilidad de una amistad de... algo más.
Pero algo si sabía y era que no iba a dirigirle la palabra. Por más que quisiera que las cosas fueran como antes, no lo haría. Me mordería la lengua con tal de no hablar. ¡Estaba decidida!
- ¿Te comió la lengua el ratón o alguien más? -cuestionó, pero inquiriendo en la última parte. Entorné los ojos, ¿acaso era lo que estaba pensando? ¡Lo dudaba! No podía estar celoso-. ¿Has estado llorando? Tienes los ojos irritados -comentó, señalando mi cara, rodé los ojos, sin duda que tenía un talento para ver cosas donde no las habían.
-No entiendo tu pregunta. -Sacudió su cabeza, observé como aferraba el volante con más fuerza de la necesaria.
-Te vi con tu ¿amigo?, y no creas que son celos. ¡Eso sería absurdo! -Aclaró. Mi corazón de desinfló de inmediato, y comencé a repetirme que no debía importarme.
-Eso no es asunto tuyo -espeté.
-Solo digo que para la próxima debería tener al menos el mínimo detalle de ir a dejarte a tu casa. Si es que tiene mayor interés en ti... -Listo, eso fue lo que colapsó mi paciencia.
Sentí mi cara roja y caliente, junto a la ira burbujeante recorriendo todo mi cuerpo. ¡Era un imbécil! Me giré al lado de la puerta del copiloto e intenté abrir, pero fue más rápido y activó los seguros. Cerré mis manos y me enterré las uñas con fuerza.
- ¡Déjame bajar! -exigí. Íbamos cerca de nuestro vecindario, no iba a tener problemas en caminar unas cuantas cuadras.
-No te enojes conmigo, solo fue un...
- ¡No finjas más! Sé bien que no te importa nada concerniente a mi vida, así que deja de actuar como si así fuera. -Mis ojos estaban anegados, pero no lloraría. Disminuyó la velocidad-. Por favor déjame bajar -dije, a un hilo que mi voz se quebrará.
-No, no lo haré... -Mi cabeza dolía, estaba cansada, mi mente daba vueltas. Hablar con Rick, revivir los escombros de mi pasado y ahora tener que lidiar con él, era simplemente demasiado a mí. Se parqueó aun lado de la avenida, intenté nuevamente abrir la puerta-..., ¿qué te sucede? -Volví a verlo incrédula.
-Tú eres lo que me pasa, eres un arrogante que estuvo jugando conmigo. ¡Dios!, ¿cómo pude ser tan tonta? -susurré para mí lo último.