A pesar de todo ©

Capítulo 12: Marea de sentimientos

Leí el mensaje unas cinco o diez veces, quizá más o quizá menos, pero aun así no sabía qué responder. ¡Claro que deseaba escucharlo! Pero mi estado de alerta y autodefensa se activó de inmediato. Y sabía que si lo hacía, si lo escuchaba, yo… ya no tendría escapatoria. ¡Ah cosas del corazón!

Yo: Estoy mejor, gracias. Y no es necesario que finjas. Cuídate y hasta nunca.

Dejé el móvil sobre la cama, no quería estar pendiente de si respondía o no. Aunque dudaba que lo hiciera. Bajé, he de ser sincera, más feliz que antes, me sentía orgullosa conmigo misma por no haber sido tan débil. ¿Qué se creía? Qué solo bastaba que me mandara un mensaje y yo caería rendida, ¡Ni loca! Comencé a hacer el desayuno, luego mi madre se unió. Y mi mejoría se notaba, pues mis padres ya me observaban más tranquilos y relajados. Durante la comida charlamos del viaje de mi padre, solamente serían quince días.  

A media mañana mis amigos llegaron y la casa comenzó a ser presa de un bullicio incontrolable. Mis padres a los pocos minutos salieron: iba a hacer las compras del mes y regresarían hasta entrada la noche. Por lo que nos dejaron dinero para comprar una pizza. Cuando nos quedamos solos la locura comenzó: carreras y persecuciones por el control remoto, risas y más risas. Nos pusimos a ver una película de terror, sobre una muñeca poseída, mientras hacíamos críticas sobre los efectos visuales no tan buenos. Comimos como saben entre risas. Me encantaba pasar el tiempo junto a ellos, me sentía como si el este retrocediera y todo fuera como en el instituto. Les narré cómo era que me había enfermado. Y me hicieron prometerles que me cuidaría.

—El fin de semana que viene habrá una fiesta en la casa de Caleb… —Él era el capitán del equipo de futbol cuando estábamos en la High School.

—Luck, no sabemos si Em estará mejor —reprendió Lau.

—Yo ya la veo mejor —respondió mi amigo.

—Me gustaría ir —dije, antes que mi amiga diera por sentado que no iría—. Me cuidaré, se los prometo.

Estábamos viendo una película cuando la medicina estaba haciendo efecto, comencé a bostezar y a hacer un gran esfuerzo para que mis parpados no se cerraran. Mis amigos notaron mi estado de ensoñación y decidieron irse, no sin antes de prometerles que me cuidaría para poder ir a la fiesta, entonces se fueron. Cerré y me encaminé a las escaleras, quería dormir un poco pero iba a suceder lo contrario: el timbre de la casa sonó. Suspiré, creyendo que eran Luck y Lau, quizá algo se les había olvidado. Con pasos perezosos llegué hasta la puerta y abrí sin ver. Era él.

Pestañé un par de veces, aun no creía que estuviera de pie frente a mí.

—Hola, Emily… —saludó con su voz tan gruesa y melodiosa. Sentí una descarga que despertó mi ser entero, disipando cada señal de sueño y cansancio. Me aferré a la puerta, aun no me acostumbraba a verlo tan de cerca, siempre me dejaba sin aire y con el pulso disparado—…, ¿cómo has seguido? —preguntó, al ver que no hacia amago para responder a su saludo. Pestañé entrando en sí.

—Ya estoy mucho mejor, gracias. —Asintió con la cabeza. Lo estudié y fue ahí cuando noté que tenía ojeras y su aspecto era desaliñado—. ¿Tú estás bien? —Enfocó sus ojos azules en los míos, atrapándome de inmediato. Sonrió y asintió con la cabeza, pero gracias a la conexión que estábamos compartiendo percibí que era mentira.

—Me alegra saber que estas bien… ¿Leíste mi mensaje? —Fruncí el ceño y luego negué con la cabeza—, supongo que tus visitas te mantuvieron ocupada —afirmó. Sonreí algo incomoda—, ¿podemos hablar? Prometo ser breve. —Lo más coherente hubiese sido que me negara, eso me hubiese ahorrado futuros problemas pero en ese momento dude, no era lo mismo rechazarlo por mensaje que viendo su mirada turbia.

— ¿Ahora? —pregunté. Pasé saliva cuando lo vi asentir con la cabeza, algo ansioso.

—Si no tienes nada mejor que hacer… —Me hice a un lado y lo invité a pasar, dubitativo accedió. Lo guie hasta el jardín y en unas tumbonas de mimbre nos sentamos. El sol se estaba tornando más naranja con pinceladas rosadas, ya casi iba a anochecer y mis padres llegarían. Lo miré esperando a que comenzara a decirme lo que fuera a decir. Me sonrió y luego suspiró, el momento había llegado, por fin conocería a Kyan, contemplé emocionada—… quiero disculparme por cómo me comporté el día que salimos, yo… no fue mi intención —dijo. Asentí con la cabeza—. También debo de decirte que… te mentí. Mi madre nunca me obligó a salir contigo, no de la forma que te hice ver —confesó, sin darme tiempo a responder continuó—, es solo que… necesitaba alejarme de ti.

— ¿Pero por qué? —Mordió su labio inferior un poco turbado.




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