A pesar de todo ©

Capítulo 14: Propuesta

Solo pude ver cómo salía proyectado hacia atrás y se daba de lleno contra el suelo. Solté un gritó ahogado, «esto no va a terminar bien», pensé alarmada. Giré mi cabeza, buscando a la persona que me había salvado, entonces mis ojos miraron a Kyan. Y no sabía si sentir alivio o terror, ya que, se miraba fuera de sí. Su quijada estaba tensa y su rostro rojo, sus fosas nasales se movían, estaba hecho una furia. Volvió a verme, sus ojos mostraban cólera, una que se iba diluyendo hasta ser reemplazada por preocupación en un gesto más dulce, me estudió de pies a cabeza y se acercó a mí, tomando mi rostro.

—¿Estás bien?, ¿no te hizo nada, verdad? —preguntó. Negué con la cabeza, la garganta me ardía por el tremendo grito que había dado.

—Em, ¿estás bien? —Ahora era Luck, quien estaba igual de furioso. No logré responder pues mi atención se volcó en el bravucón que ya se había levantado del suelo y venía directo a nosotros, con gesto desencajado. El pulso se me aceleró y el pánico se apoderó de mí, sabía que debía moverme, pero no podía hacerlo, mis pies no respondían. Kyan me puso detrás de él y me dio un leve empujón para que retrocediera, luego Luck se paró a su lado. Y la tensión se sentía pesada en el aire, como un manto que caía sobre nosotros, mi corazón latía desbocado al tiempo que me gritaba que me marchara de ahí, que mis amigos y yo nos fuéramos antes que todo acabara mal.

Sin embargo, un círculo se formó nuestro alrededor, el resto de mis amigos ya se hallaban a nuestro lado. Caleb se paró junto a Kyan y Luck, tratando que nada se saliera de control, dándoles una clara advertencia por medio de sus semblantes tensos y amenazantes. Pero fue demasiado tarde. Pues el matón venía con su grupo de amigos y, de un segundo a otro, se aproximaron a nosotros y todo comenzó: golpes, quejidos, piel rompiéndose, sangre y gritos, caos.

Una revuelta se formó a mi alrededor, los gritos no se hicieron esperar, eran alaridos que me dejaban sorda y aturdida, el olor al metal me provocaba nauseas, provocando que un sudor helado se expandiera por toda mi frente. Giré sobre mis pies, en un inútil intento de buscar ayuda, de pedirle a alguien que detuviera esa pelea. Porque, de lo contrario, alguien podía resultar gravemente herido.

Desesperada comencé a gritar por ayuda. Entonces, sin verlo venir, algo duro se proyectó contra mi cara, provocándome que soltara un grito ahogado, cerré los ojos con fuerza, concentrándome en el dolor punzante de mi barbilla, todo lo demás, todo lo que estaba pasando a mi alrededor, pasó a segundo plano. Y de pronto, a la lejanía se escucharon sonidos…, que en un principio no logré entender, solo cuando todos comenzaron a gritar.

—¡La policía! —Todos comenzaron a correr huyendo, empujándose unos con otros, buscando llegar a la salida más próxima. La música se detuvo y a como pude salí de mi aturdimiento y comencé a buscar a mis amigos a Kyan. Rogándole a cielo en que estuvieran bien, en que esa pelea ya se hubiese acabado, no fue así.

Kyan se hallaba encima del matón y lo golpeaba con fuerza, con brutalidad. Miré en todas direcciones, suplicando que alguien los detuviera pero estaban más ocupados en huir y no en detener la dura y caótica pelea. Laura llegó hasta a mí y dijo algo que no entendí, que no logré escuchar con claridad, pero en cambio, le rogué que me ayudara a separarlos.

Detuvo a un grupo de chicos y los obligó a que detuvieran la pelea. Lo hicieron primero con Luck y a partir de ahí el grupo de pendencieros comenzaron a huir. Por último, quitaron a Kyan de encima del tipo que había intentado sobrepasarse conmigo y los matones lo agarraron, iba ensangrentado, entonces se lo llevaron. Laura se acercó hasta Luck intentando ayudar, pues tanto él como mi vecino estaban ensangrentados. Hice lo mismo con Kyan.

—Debemos irnos —dijo Luck. Mi vecino me tomó de la mano y comenzó a halarme hacia la puerta trasera. Corrimos calle abajo, pasando la hilera de carros, muchos ya no estaban.

—Sube, vamos… —dijo apurado cuando llegamos a su vehículo, abrió la puerta y subí lo más rápido que pude, segundos después él ya estaba arriba y arrancaba el motor haciéndolo rechinar debido a la velocidad que empleó. Comenzó a pasar calle tras calle, apenas era consciente de por dónde íbamos. Giré a verlo y ahogué un grito, su labio estaba partido al igual que una de sus cejas, la piel de sus nudillos estaba rota y manchada de sangre, todo su rostro estaba lleno de sangre y no sabía de dónde era que esta salía a borbotones—…, estoy bien… —dijo al ver mi expresión de horror. Sacudí la cabeza en una negativa, ¡acaso estaba loco!

—¡Pudiste morir! —exclamé furiosa, a un hilo del colapso nervioso.




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