El día de la presentación y firma de libros finalmente llegó y con ella la tienda era un solo caos en el personal, nos faltaban manos para poder atender todo de la mejor forma y a tiempo. En fin, cuando el evento comenzó había más de setenta personas en el interior de la tienda y otras más en las afueras donde teníamos un par de pantallas para que no se perdieran nada de lo que adentro pasaba. Mi jefa dio las palabras de apertura y luego el escritor pasó a hablar acerca de sus libros más conocidos y vendidos, así como del más reciente que había publicado. Keith llegó pocos minutos después que la presentación diera inicio, se sentó donde le había reservado.
Y mientras todo eso sucedía yo me encontraba vendiendo ejemplares y más ejemplares junto a Vanessa y otra chica que había llegado en apoyo, ¡era una locura! Los libros se vendían como pan caliente y en menos de lo que creíamos, ya no teníamos más.
Se dio paso a la firma de libros y solo fue hasta ese momento que tuvimos un breve descanso. Minutos después, Ileana me llamó, ella debía de coordinar aún lo de la habitación, por lo que me dejo observando y tomando fotografías. Estaba enfocando el lente desde atrás de la tarima y así obtener una toma donde se mostrara la cantidad de personas que habíamos tenido, cuando me percate que Kyan se encontraba hasta atrás, observándome. Me despegué de la cámara y le sonreí. Unas tremendas ganas de mandar todo por la borda y salir corriendo, me invadieron... pero tuve que reprimirlas, la presentación casi estaba llegando a su fin.
Kyan llevó a su mamá a casa, pero luego regresaría por mí. O eso fue lo que me hizo creer.
Salimos alrededor de las nueve de la noche; mis pies dolían, me encontraba hambrienta y cansada. Pero lo bueno en todo aquello fue: que al día siguiente no trabajaríamos, sino que llegaríamos hasta el lunes a horario normal. Afuera me esperaba Kyan, salí y de inmediato me recibió con los brazos abiertos, quitó la bolsa de mis hombros y se la colgó, me sentí tan agradecida y aliviada con ese gesto.
- ¿Quieres ir a comer? -No era un pregunta del todo-, mi madre estuvo de acuerdo en ir a comer a un restaurante que esta a unas calles de aquí, qué dices, ¿vamos?
La verdad era que me hallaba muy cansada, mis pies dolían y sentía que en cualquier momento podía quedarme dormida pero, no podía ignorar la emoción reflejada en los posos marinos de mi novio. Sonreí lo mejor que pude y asentí con la cabeza.
-Muero de hambre, vamos... -respondí, sintiéndome feliz en haber accedido, Kyan mostró un entusiasmo que se me antojó adorable. Cada actitud suya, admití. Esperó a que le avisara a mi madre antes de partir pues seguramente llegaría mucho más tarde y no quería ganarme un regaño.
Me tomó de la mano y me llevó hasta el estacionamiento. Dentro del vehículo encendí la radio y sintonice música ruidosa y movida, quería despertar hasta el último de mis sentidos. Lo logré un poco. Avanzamos las calles mientras tarareaba la letra y movía mi cabeza al ritmo de la música. Compartimos una que otra palabra con Kyan en lo que llegábamos al restaurante.
Tiempo después, entramos y en una mesa al fondo se encontraba Keith con un libro en sus manos. Pues luego que terminara la presentación se compró unos cuantos ejemplares. Nos miró sonriente y no pasó desapercibido por ella que íbamos de la mano y creí ver que en ese momento un brillo se instalaba en sus ojos. Kyan apretó su agarre, llamando mi atención, volví a verlo y entonces me regaló una sonrisa. Fijé mi atención al frente y solo entonces lo sentí acercarse a mi oreja y murmuró:
-Ya sabe que estamos juntos... -Saberlo causó grandes estragos en mi sistema nervioso.
- ¿De verdad? -pregunté, anonadada. Kyan se limitó a asentir con la cabeza, sin el ánimo de ocultar la diversión en su rostro.
-Buenas noches... -saludó Keith, al tiempo que se levantaba y me daba un beso en la mejilla, la percibí demasiado feliz, emocionada. Me senté frente a ella y Kyan a mi lado. Le sonreí y ella me regresó el mismo gesto solo que con más fuerza.
- ¿Le gustó el evento? -cuestioné, tratando de aguardar la calma, pero me era tan difícil, mi corazón estaba imposiblemente desbocado aunado a que Kyan había posado su brazo en el respaldo de mi silla.
- ¡Por supuesto! Hasta ya comencé a leer uno de sus libros... -comentó. Le sonreí feliz.
Nos enfrascamos en una conversación y solo entonces logré que la tensión de mis hombros disminuyera. Escasos minutos después nos llevaron la comida que habían pedido. Comimos con tranquilidad, el restaurante tenía un ambiente muy agradable y acogedor. El techo estaba repleto de luces colgantes, dando una alusión a un montón de estrellas. A lo lejos una tenue melodía se hacía sonar, sumado a las risas de las personas.
Durante toda la comida no me pasó de inadvertido que Kyan estuvo muy pendiente de mí, me observaba comer de vez en cuando, sonriéndome cuando volvía a verlo y provocándome un sinfín de cosquilleo en mi estómago y un palpitar alocado. Incorporado a todo eso, sentía la mirada de Keith sobre nosotros, pero aún no decía nada, lo cual me tenía muy nerviosa, sin embargo.