A pesar de todo ©

Capítulo 24: Reclamos

Las semanas comenzaron a pasar con demasiada rapidez, de tal forma que en un cerrar y abrir de ojos el tiempo avanzaba y se desvanecía frente a nosotros. Y conforme este avanzaba, la ansiedad de saber la respuesta a mi solicitud para la universidad, el miedo de no ser admitida, que tanto esfuerzo no valiera la pena, incrementaba. Sin embargo, aunado a todo eso estaba la otra parte que me mantenía en vilo y es que con cada día que pasaba mi relación con Kyan iba creciendo, fortaleciéndose y el sentimiento que compartíamos iba creciendo exponencialmente y aunque no éramos consientes por completo de lo que poco a poco iba floreciendo y expidiéndose en nuestros corazones, ya no nos importaba. Estábamos juntos y ni aun con el cielo amenazando con desplomarse nuestro sentir iba a disminuir.

Asimismo, gracias a todo ese tiempo, a todo lo que había estado viviendo, poco a poco el miedo, la inseguridad, había ido desapareciendo, aunque no del todo, pero ya no ejercía la misma fuerza en mi vida, ya no me servía de freno para con mis emociones. Pues poco a poco, iba dejándome llevar sin oposiciones, me dejaba fluir como el agua cuando no posee cause y eso me encantaba, sentir la libertad, poder demostrar mi amor sin restricciones de nadie ni mías, solo viviendo día con día lo que ese sentimiento nos regalaba.

Pues todos esos meses que recién pasaban, habían sido por demás mágicos, llenos de momentos gratificantes, llenos de emociones vivificantes, diferentes. Ningún día con Kyan era parecido ni similar al anterior lo cual convertía cada momento junto a él en algo único, en instantes que atesoraría por siempre, que me llenaban de fuerzas cuando los malos días llegaban, que me servían de ancla, así como me inyectaban valentía y fuerza a mi torrente, anestesiando mis miedos, calmando la opresión en mi pecho, despertando en cambio, con cada milésima de segundo que pasaba, un amor que florecía y se expandía sin barreras que lo controlaran, con libertad y fuerza, que a su vez nos mantenía en un ir y venir constante, que nos impregnaba de una necesidad de contacto, de sentirnos, la cual no era mermada hasta que estábamos juntos.

Y aunque nunca habíamos intimado, nuestros besos cada vez se tornaban más intensos, más demandantes y éramos consientes que cada vez se volvía más difícil detenernos. Y por esa misma razón no buscábamos quedarnos completamente solos o en lugares que se prestaran a que algo más surgiera. Pero siempre nuestras ganas encontraban el momento y lugar adecuado para hacer de las suyas y empujarnos uno sobre el otro, dejando a su vez, un deseo que poco a poco iba creciendo, perforando de a poco nuestro autocontrol, el único que nos ayudaba a frenar cuando todo, sabíamos, se volvíamos abrumador, intenso y por demás excitante. Y no sabía cuánto tiempo duraríamos sin llegar hasta aquel punto sin retorno, la verdad de las cosas era que, cuando estaba sola me preocupaba por mi inexperiencia, alentándome a que debía ser más cautelosa y no empujar más, pero todo eso se esfumaba al simple contacto de sus labios, de su palma sobre mi cintura, de su aliento colándose y mezclándose con el mío. Por lo que era extenuante y un tanto absurdo, querer controlar algo que tarde o temprano sería inevitable.

Estaba desayunando cuando mi móvil alertó la llegada de un mensaje, desbloqueé mí móvil y al notar que era un número privado lo abrí presurosa pensando en que podía ser Kyan, pero tal esperanza pronto se desvanecería:

Anónimo
Disfruta mientras puedas, zorra. Porque el tiempo se te está agotando.

El pulso se me detuvo para luego salir disparado, gruesas gotas de sudor comenzaron a permear mi frente, bien podía pensar que era para alguien más, que ese mensaje no era para mí pero la sensación pesada que se apoderó de mi, al tiempo que sentía campanas de alerta resonando en mi cabeza, algo en mi interior me hizo saber que era para mí. Dejé mi desayuno a medias, mi estomago se cerró y la opresión en mi pecho regresó, dificultándome la capacidad para respirar con normalidad; releía una y otra vez el mensaje y cada vez me más resultaba irreal, absurdo que fuera para mí y era lo que me quería hacer creer. Así que por encima de esa opresión me convencí que no era para mí y si lo era seguramente era una broma de mal gusto. Y no me sorprendía que fuera Laila o alguna de sus amigas quien me enviara esos mensajes. Así que, creyendo en que era una broma de mal gusto, borré el mensaje.

El día transcurrió con normalidad y para la cena todo en mi interior estaba tranquilo, esa sensación pesada con el paso de las horas había aminorado hasta desaparecer. Y para cuando Kyan llegó por mí, todo volvió a estar como debía. Y la felicidad me embargó, como siempre sucedía cuando él estaba conmigo. Lo recibí ansiosa.

—Hola bonita —saludó, inclinándose hasta que sus labios estuvieron a mi alcance. Me aferré de sus hombros y lo besé con fuerza con hambre. Lo había extrañado.

—Guau, por favor salúdame más seguido así… —susurró con su voz enronquecida. Me sonrojé al instante y lo tomé de la mano, halándolo hasta el jardín, luego de pasar saludando a mis padres. Nos sentamos en un sofá hecho de mimbre y de inmediato me envolvió en sus brazos—… ¿cómo ha estado la mujer más bella del mundo? —Sonreí como tonta, podía escucharlo decirme todas esas palabras bonitas miles de veces y nunca me acostumbraría, su presencia y su esencia siempre cimbraba cada parte de mí.




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