A pesar de todo ©

Capítulo 31: Promesa ratificada

Pasaron un par de semanas, tiempo en el cual el banco estudió la situación de la empresa. Pero con cada día que pasaba el estado de la compañía empeoraba, los trabajadores se marchaban al ver que el dinero de sus salarios no llegaba, los clientes se quejaban pues los pedidos nos llegaban, los proveedores se marchaban. Y ante todo esto, yo solamente estaba a la espera que la decisión de Kyan fuera tomada, y sabia cual seria y tal cosa me tenia impaciente. Pero aun cabía la esperanza que el préstamo fuera aprobado y que todo tomara un mejor rumbo, uno que no implicara casarse. Estaba en la universidad, estudiando en la biblioteca para una prueba que presentaría la semana próxima cuando mi teléfono comenzó vibrar, anunciando que me estaba entrando una llamada. Tomé mis cosas con rapidez y salí del recinto para no ser amonestada por la típica bibliotecaria gruñona. Era Kyan.

—Hola, bonita. ¿Ya saliste de clases? —Sonreí como tonta, íbamos por jueves, así que ya pronto lo vería. Los fines de semana eran muy esperados por mí, casi sagrados.

—Sí, estaba estudiando en la biblioteca pero ya terminé. —Comencé a caminar hacia la salida, tomaría el autobús, pues el siguiente fin de semana me regresaban mi automóvil, entonces recordé aquellos mensajes… entre tanto ya lo había olvidado. La sensación de ser observada se hizo presente pero de inmediato la voz de Kyan tobó mi atención.

—Perfecto, te veo pronto entonces…

— ¿Qué dices? —Entonces me colgó. Fulminé mi móvil, como si este fuera mi novio. Me interné en el parqueo, para salir, afuera hacia un frio terrible, aun quedaban vestigios del invierno en el clima. Sin embargo, cuando estaba por llegar a la salida, una camioneta azul apareció en mi campo de visión, de inmediato detuve mi andar—. No puede ser posible —murmuré, sintiendo los latidos de mi corazón detrás de mis orejas, así como el tan conocido hormigueo que se extendía por todo mi cuerpo. Y para responder a mi pregunta, Kyan se bajó del vehículo. Sonreí como tonta, en serio que me había sorprendido, comencé a caminar en su dirección, sintiendo la tan común electricidad recorrerme. Sus ojos me encontraron y de inmediato me atraparon, haciéndome olvidar todo a mí alrededor.

—Sorpresa —murmuró, alargando uno de sus brazos, halándome hasta que quedé unida a su torso, envolví brazos torno a su cintura, aspirando su aroma, llenando mis pulmones de su fragancia masculina, esa que me encantaba, aun ahora.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté, aun incrédula que estuviera ahí—, no me mal entiendas, me encanta verte pero, ¿y el trabajo?

—Me escapé... —Me alejé para verlo al rostro, tenía sus labios ladeados en esa tan común sonrisa, provocándome la misma sensación que siempre. Traté de recomponerme y entorné los ojos, se encogió de hombros—… esa es una de las ventajas de ser el hijo del dueño —respondió casual, relajado, al tiempo que me guiñaba un ojo y en respuesta rodé los ojos al cielo.

—Como siempre de insufrible, no cambias, eh —espeté, aunque no me quejaba, su sorpresa me había dejado más que encantada. Sacudió la cabeza en una negativa, con gesto divertido.

Cenamos en un sencillo restaurante que quedaba en el centro de Santa Clara,  luego fuimos por unos helados y ahí pasamos un buen rato conversando, sobre todo de mis estudios. Le conté sobre mis exámenes, sobre las materias y sus docentes, además sobre una compañera con la que comenzaba a hacer amistad, su nombre era Gabriela, una chica sonriente y educada, un poco tímida pero encantadora al conocerla.

—Me alegra saber que ya tienes una amiga, ¿los chicos qué tal? —preguntó mostrándose desinteresado, pero para ese tiempo, casi un año de ser novios, lo conocía muy bien. Y sabía que era celoso, ambos lo éramos.

—Pues… también son muy agradables, aunque solamente he cruzado saludo con algunos de ellos, a excepción de uno que se llama Alex, es muy inteligente así que cuando no entiendo algo él suele explicarme —comenté, sincera. Asintió con la cabeza pero no dijo más, supuse que tal declaración no había disparado sus alarmas. Sin embargo, ya era el momento de tocar aquel tema que habíamos estado evitando—. ¿Ya les dio respuesta el banco? —pregunté. Kyan soltó un largo suspiro, entonces mentalmente comencé a tratar de prepararme.

—Sí… —Mis ojos lo observaron expectantes—… no nos lo aprobaron. —Y de esa forma, con solo escuchar esas cuatro palabras todas mis esperanzas se fueron por el desagüe.

— ¿Qué harás? —Negó con la cabeza, no quería responder, no quería decirme lo que tanto temía pero… que muy dentro de mí ya lo sabía.

—No puedo simplemente darles la espalda a mi familia, tú me lo hiciste ver… —Bajé el rostro, parpadeando un par de veces con la intención de evitar que las lagrimas se formaran, que él me viera. Sabía lo que había dicho, sabía que era lo correcto pero… dolía—… no tengo alternativa, nunca la tuve. Por lo que, tendré que aceptar la propuesta del padre de Larissa… me voy a casar con ella. —Acunó mi barbilla, elevándome el rostro—. Solamente será por unos cuantos meses, luego nos divorciáremos y para entonces mi padre tomará posesión de la empresa sin ningún problema.




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