A pesar de todo ©

Capítulo 37: Intentando

Me sentía viva...

La luz por fin irradiaba cada parte de mí, poco a poco disipando todas las tinieblas, llenando y sanando las heridas que antes creí nunca se suturarían. Y en gran medida todo eso había sido posible por Alex. Él era grandioso. Sin duda uno de los pilares más fuertes en mi vida, en aquellos días. Con él me sentía segura y querida. Y con el paso del tiempo, el cariño que yo le tenía iba creciendo, lo cual alentaba mis esperanzas, quizá también podría amarlo, y lo estaba intentando. Pero a la vez, el temor de nunca corresponderle se hacía presente, pero trataba de no pensar en eso, en esas voces internas.

—Hola preciosa. —Unos fuertes brazos me rodearon desde atrás, sabía quién era. Sonreí feliz de verlo.

—Ey, hola —saludé, se acercó y besó mi mejilla. No éramos novios pero la confianza había incrementado, así como sus demostraciones de cariño, las cuales ya no me incomodaban como antes.

—¿Cómo te ha ido? —Solté una corta risa, prácticamente lo acababa de ver.

—Pero si me acabas de ver —dije, divertida.

—¿Y? —Rodé los ojos, así era él, atento y relajado.

—Pues bastante bien, con vida —bromeé. De inmediato pellizcó mi cintura.

—Pues a mí me ha ido mal, te extrañé demasiado. —Mis mejillas se calentaron.

—Que exagerado eres —dije, ocultando mi mirada, él me ponía muy nerviosa.

—Es cierto. Además, no tiene nada de malo que extrañe a la chica que me gusta, ¿o sí? —Me encogí de hombros. Sus labios tiraron de una sonrisa—. Me hubiese gustado más que me respondieras con un: yo también te extrañé, Alex —espetó, aunque lo hacía sonar como una broma, sabía que mi falta de “cariño” lo inquietaba.

—Lo hice —refuté. Y era la verdad.

—Siempre tan educada. —Entorné los ojos, no comprendiendo del todo su comentario. Tomó un mechón que se había salido de mi coleta y surcaba mi rostro, pasándolo atrás de mi oreja, acariciando mi mejilla en el proceso—. ¿Nos vamos?

—Sí, vamos. —Tomé mi mochila y caminamos hacia su todo terreno. Y mientras avanzábamos por el estacionamiento, agarró mi mano y fue… extraño. Me llevó a comer, luego pasamos parte de nuestra tarde en una librería del centro comercial y en una heladería. Pasar el tiempo así… juntos, se había vuelto habitual y agradable. Los minutos a su lado transcurrían veloces, pues comúnmente nos la pasábamos charlando sin aburrirnos.

—Gracias por la comida y por el aventón —dije, mientras él quitaba el seguro de la puerta. Me despedí con la mano, tratando de irme lo más pronto posible, ya saben, las despedidas no eran lo mío. Sin embargo, me detuvo con una de sus manos y con la otra acunó mi barbilla y me besó, me paralicé por un par de segundos pero luego le correspondí a como pude. Rozó una vez más mis labios y luego apoyó su frente sobre la mía, su aliento mentolado chocaba contra mi nariz.

—¿Quieres ser mi novia? —susurró. Me erguí sobre mi asiento, el corazón comenzó a latirme de forma acelerada. Me atreví a verlo a los ojos, él me quería mucho y yo también. Y en ese corto par de segundos, decidí que yo también merecía ser feliz y Alex lo conseguía sin ningún esfuerzo, vislumbre una oportunidad y la tomé.

—Sí, sí quiero. —Su sonrisa se hizo enorme, la felicidad inundó sus gestos y eso me hizo sentir bien.

Íbamos por noviembre, el viento era fuerte y el clima agradable. Estaba estudiando en mi departamento, pues estaba en semana de exámenes y tenía que salir muy bien, pues semanas atrás había decidido que aplicaría a un intercambio en Londres, Inglaterra, esos eran nuestros planes con Alex y estaba muy entusiasmada. Era jueves, la semana de exámenes casi terminaba y con eso mis energías estaban agotadas, pues había dado todo en esas pruebas, todo con el fin de ganar ese intercambio.

—Lo lograremos ya verás —alentó Alex.

—Eso espero —murmuré. Me guiñó un ojo y de inmediato la necesidad de abrazarlo me embargó, algo muy raro en mí pero que de vez en cuando me pasaba, pero en esa ocasión fue diferente.

—¿Te sucede algo preciosa? —Me devolvió el abrazo con mucha más fuerza. Negué con la cabeza, sentía una opresión en mi pecho y esa sensación no me agradaba. Era tan conocida y eso me aterrorizó.




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