La sensación de ahogo y frustración era medianamente más llevadera y menos sofocante. Pero aun tenía que sanar mucho, mi alma se hallaba gravemente amancillada, mi mente estaba dañada y mi autoestima arduamente herida, ¿cómo podía pensar siquiera en darme una oportunidad con alguien sin dejar de lado el pasado? Pues si antes creí que por fin había dejado atrás todo lo que había sufrido, haber visto a Kyan por ese corto par de minutos me demostró de la manera más cruel que estaba muy equivocada. Mi ser entero lo proclamaba pero su sola presencia era como un hierro caliente que laceraba mi piel. Entonces, decidí irme. Pues alejarme era la mejor forma de sanar de una vez por todas mis heridas y a su vez a evitar seguir dañando a las personas que me querían y se preocupaban. Irme era lo mejor, para Kyan, para Alex y para mí. Un par de semanas antes que comenzara el nuevo semestre me fui de intercambio a Londres, con el fin de ocupar mi mente en cosas diferentes. Además, porque sabía que tener millones de kilómetros de distancia de por medio me ayudaría a no cometer ningún arrebato, como buscar a Alex o a Kyan en el peor caso.
Asimismo, un mes después que me instalé en Londres mi madre me llamó para decirme que habían atrapado al hombre que había contratado Larissa para que nos tendiera aquella trampa, el cual contó todo y de esa forma fue que, sin necesidad a que yo me presentara en el juzgado, la arrestaron a ella también. No quise saber más, no quise saber qué había pasado con la empresa, si Kyan ya se habría divorciado, corte en ese momento todo lo que pudiera recordármelo. Esa gente estaba pagando, yo estaba recuperando mi vida, eso era lo único que necesitaba, comprender que todo había acabado y que yo ya no corría peligro, recuperar la paz fue lo que me propuse. Los días pasaban y junto a ellos la soledad siempre estaba presente pero no tan sofocante como antes, no tan deprimente, en cambio, era como un bálsamo. Y la esperanza que pronto volvería a ser la de antes brillaba cada vez con mayor fuerza, porque estar lejos me ayudó, no podía negarlo, la sensación de estar incompleta aunque presente, no me desesperaba. Porque con el tiempo aprendí que nada podía hacer en contra de los sentimientos que mi corazón albergaba; cada día lo extrañaba, así como lo evocaba, mi amor por él aun emanaba de mi pecho, recorriendo cada fibra de mi cuerpo, esa era mi única verdad, mi realidad, con las cuales aprendería a vivir. Sin embargo, el miedo seguía apareciendo y ese era el principal freno y que me hacia comprender que aun no estaba preparada para regresar o intentar.
Las cosas con Alex, iban bien, aunque en un principio fueron difíciles con el tiempo comprendió que ser amigos era lo mejor. Pues yo no tenía remedio alguno. Ni podía ofrecerle nada más que mi sincera amistad, ya lo había intentado y nada resultó.
Llevaba ya poco más de cuatro meses en Londres y mi vida era buena, la universidad me sentó de maravilla para mantener ocupada mi mente, para consumir mi tiempo y no dar cabida a nada ni nadie que tuviera intención de trastocar la estabilidad que ya había conseguido. Y la tarea había sido muy fácil de realizar pues la mayoría de hombres que me invitaban no eran mi tipo, eran lindos sí, pero sencillamente ninguno lograba al menos llamar mi atención, así que, para qué intentar si ya conocía el resultado. Además que, ya no me atormentaba con pensar si algún día volvería a enamorar pues yo ya estaba enamorada, mi corazón tenía dueño pero no podíamos estar juntos y yo debía asimilar esa realidad y continuar. Era lo mejor y más sano.
La última semana de clases —antes de tener mis dos semanas de vacaciones debido a la temporada navideña—, les llamé a mis padres para saber si ya habían adquirido su vuelo para pasar esas fechas conmigo, pues los extrañaba, ya que desde que me había ido para Londres no los había visto. Pero no había podido dar con ellos, supuse que estaban dormidos, gracias a las muchas horas de diferencia que teníamos, eso sucedía muy a menudo. Así que, salí de mi departamento rumbo a la universidad, aferré mi abrigo y extendí la sombría por encima de mí gracias al clima lluvioso, tan característico de esa ciudad, en un comienzo me desesperó el tener que pasar con mi ropa, muchas veces, húmeda pero ya me había acostumbrado, eso y que no tenia de otra. Por la noche mis padres me llamaron, en Campbell era de tarde; conversamos de cómo iban mis clases y demás cosas referentes a mis estudios, sin embargo, cuando les pregunté sobre cuándo vendrían a Londres me llevé una gran sorpresa.
—Tu padre tiene una junta importante la otra semana pero me dijo que viajara yo… —Me entristeció saber que no podía viajar, quería verlos a ambos. Iba a decirle que no se preocupara, cuando añadió—… Emily, tienes dos semanas de vacaciones, tu padre desea verte pero no puede viajar y yo no quiero dejarlo solo, porque no… ¿por qué no vienes? —Mi corazón se saltó un latido con solo pensar en regresar. No podía, no debía hacerlo.