A punto de hundirme.

Capítulo 1

En estos momentos estaba decidido a irme, mi madre no podía detenerme, mis hermanos tampoco. Había pasado demasiado tiempo, demisado para no haberla olvidado nada.

En este preciso instante me encontraba armando mis maletas, al menos terminando de armarlas. Mientras mi madre y sus ataques de pánico me repetían constantemente la misma pregunta "—¿Estás seguro que quieres irte?". Era claro que sí.

Mamá nunca fue mala madre, pero lograba sacarme de quicio con tan solo algunas palabras. Por esa misma razón decidí excluirla de mi viaje al océano.

¿Todavía no lo dije?

Luego de una ruptura dolorosa y sucesos detrás, decidí lanzarme a lo que nunca exploré, mi país.

Iba a viajar en barco, solo, al fin solo. No quería que nadie me llamará, que nadie me molestará. Pero iba a ser algo imposible.

¿Por qué lo hacía?

Me harté de todo, de todos. Sobre todo de mí. Me harté de recordarla todos los días abrazado a un pote de helado rogando que volviera, eso no iba a suceder.

Me harté de vivir tan de golpe, cuando ya había recibido golpes por todos lados.

Mis amigos envidian mi vida, porque piensan que es perfecta, tener dinero, un buen trabajo, poder tener a cualquier chica a mi alcance. Pero yo no era así, porque la única chica a la que amé, estaba rodeada de mentiras.

Si pudiera regalarles mi vida a aquellos que la quisieran porque piensan que es fácil, lo haría. Con moño y envuelta.

Así que luego de meditarlo con la almohada unas cuantas veces, decidí que sería buena idea ¡Vivir en el océano! Aunque decirlo, así sin saber nada de mi vida suena tonto.

Pronto conocerán los motivos, pero la idea principal es que estaba dispuesto a dejar mi vida monótona y aburrida de lado, e ir a vivir una vida de agua y algas. Junto a los peligros que aquello conllevaba, y los gastos...

—Hijo ¿Estás seguro que quieres irte? —después de tanto evadirla, y días de aguantar sus preguntas mi esfuerzo se había ido a la mierda cuando cierta persona llamado mejor amigo le había confesado a mi madre que me iría de viaje, y que quizá jamás volvería.

— Más seguro que nunca madre, estoy decidido a irme, aunque tenga que dejarte con tus dolores de cabeza —dije tomando en mi mano la mochila que llevaba eso que tanto necesitaría para vivir.

La mayoría era comida, en abundancia, y estaba seguro que necesitaría más, aunque 2 mochilas de comida decían lo contrario.

— ¿Y si se termina la comida? — preguntó alterada, estaba empezando con sus ataques de ansiedad, de los cuales siempre me veía involucrado, aunque no era hijo único.

Que no se mal interprete, amaba a mi madre, más que a mí mismo, pero luego de martillarme la cabeza diez mil años seguidos, había aprendido a lidiar con ella y sus ataques tan "especiales"

—Sé que la comida no durará toda la vida, y cuando se acabé. Volveré —dije con toda la calma del mundo, tampoco planeaba quedarme años allí en el océano, entre profundidades inimaginables. Pero tampoco pensaba quedarme unos días, sería todo el tiempo que mi cabeza y corazón necesitasen.

—Uno trabajando para sacar adelante a la familia, y ni agradecidos son — dijo a lo que una furia dentro de mis ojos creció, me estaba comparando con mis hermanos, cuando sabe de sobra que no soy ninguno de esos, obvio que no hablaba de mi hermanita muerta, odiaba hablar de ella, pero a veces era necesario, Diana sí que no tenía comparación. —Pero aceptaré que te vayas, quiero que des señales de humo ¿Okey? Sino llamaré a la policía, a la marina, al ejército si es necesario, pero te traeré de vuelta a casa si no me das alguna señal de que estás vivo en esos oleajes. — suspiré frustrado y con una ligera sonrisa en mi rostro.

El simple hecho de imaginar a mi madre hablando con un soldado para salvarme, me daba risa, pero tenía asegurado que si ella llamaba a la policía, yo quedaría total y dolorosamente culpable de escape sin papeles, mi idea no es salir del país sin duda que no, pero quería conocer más aquel que todo el mundo me hablaba.

Sobre todo quería conocer aquel arco japonés con velas que fueron dejando los enamorados y que rodearon aquella construcción milenaria, se la hacía llamar "El lago encendido", por poner uno oficial, ya que a este le habían otorgado infinidad de nombres varios y sin importancia, para mí claro está.

Cada una de esas velas estaba firmada, y se contaba que aún cada una de ellas seguía encendida, claro, aquella que la pareja aún seguía unida. Si la relación se rompía por motivos varios, la vela se apagaba y se perdía en la inmensidad del mar.

Pero aquello eran solo ocurrencias sin sentido, nadie podía comprobar aquello, y deseaba que la mía con Jiaying, hubiera sido apagada, y hundida en lo más profundo posible.

—Lo prometo —rodé mis ojos antes de tomar todas las mochilas y marcharme a nuevo destino.

Mi madre soltó algunas lágrimas cuando mi barco zarpó, ha de decir que aquel barco, blanco y que lucía lujoso me había costado años de trabajo extra.

Tenía una cocina junto a la cama y un minúsculo baño, no sabía si estaba seguro en ese barco, pero estaba dispuesto a enfrentar aquellos mil ríos con la intención de dejarme ser feliz.

Entonces supe que nada sería fácil en este viaje. No tomé lecciones de navegación, ni tampoco de supervivencia. Pero ¿Quién las necesita cuando el agua te arrastra solo?

Entonces la cercanía se hizo escasa, y tan solo unos metros de distancia ya sentía que zarpar sin ella, era zarpar sin alas, o mejor dicho. Zarpar sin agua.

Jiaying, había sido la única mujer en mi vida que me había enamorado, y planeaba que este viaje fuera en su compañía. Hasta que me confesó que se iba; su madre y su padre habían decidido viajar a otra ciudad mucho más lejos de la mía, y quedarse allí. Lejos de mí, y de nuestro amor.

Lancé piedras a los coches, me fume los cigarrillos de mi madre que según ella tanta calma le daban, y aún así, seguía pensando ella. Y es que en realidad jamás traté de olvidarla, no completamente al menos.



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En el texto hay: drama, dolor, océano

Editado: 02.05.2019

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