A Segunda Vista

8. Cómo romper un corazón

Al día siguiente Luc me deja en la casa de Sebastián considerando que es una buena oportunidad para haber venido a ver a Dana. La situación me llena de angustia, de emoción, hay algo en mi pecho que clama por hacerse realidad.

De hecho, es un apartamento de lujo que me conmueve volver a visitar, llevaba tiempo sin venir y creí que jamás lo volvería a hacer.

Me llama la atención ver una chaqueta de médica en el perchero y un bolso con ropa de mujer en el sillón de la entrada.

Parpadeo, asombrada.

—Pasa, Valentina. Por favor.

Una vez que estoy dentro es Sebastián quien me ayuda ya que Luc decide quedarse fuera:

—Tengo unos llamados que hacer y pasaré por la oficina. Me avisas en cuanto ya pueda venir por ti—me dice y le despido.

Ayer recibí las fotos de Dana e intercambiamos unos mensajes que consiguieron que Sebastián me permita venir.

—Por favor, pasa—me dice él y es un poco tenso todo. No porque algo vaya mal entre nosotros, pero una parte de mí sí se siente traicionada, mientras que una parte de él teme que pueda querer reclamar a la nena y aunque no lo hayamos hablado, está implícito entre ambos.

Entonces llegamos. Es Dana. Está en su cuna entre dormida y queriendo despertarse. Hace ruiditos y movimientos torpes hasta que rompe en llanto, consiguiendo que esto provoque un vuelco en mi corazón. Me acerco a ella y el mundo entero se detiene. En cuanto su pequeño cuerpecito está contra el mío, se aferra a mi pecho.

—Sebastián, yo…—murmuro, mirándolo.

—Sí, claro. Está bien, hazlo—me dice él y me ayuda a tomar asiento junto a la cuna para darle el pecho.

Cielos, es…asombroso.

Su pequeño cuerpo está tibio y tembloroso, sus ojos exploran el mundo con curiosidad mientras su llanto se va calmando. He esperado este momento con ansias, pero ahora que está aquí, siento una mezcla de emoción y nerviosismo.

La habitación está tranquila, solo interrumpida por el suave murmullo de Dana mientras se aferra al pezón. Siento una oleada de amor y conexión profunda. Es un momento mágico, íntimo y sagrado. Mi bebé y yo, compartiendo este vínculo único mientras ella se alimenta por primera vez. 

Cuando la leche materna comienza a fluir, es como si una corriente cálida y reconfortante se extendiera desde el centro de mi pecho, directo del corazón. La piel se tensa ligeramente y puedo notar cómo la leche fluye en pequeños chorros, vaciando en cierto modo mi pecho.

Las hormonas liberadas me envuelven con una sensación de calma y bienestar. Es como si estuviera flotando en una nube de amor maternal mientras sostengo a Dana cerca de mí.

A veces, también experimento hormigueo en los pezones. Es una sensación peculiar pero no dolorosa. Sé que mi cuerpo está haciendo su trabajo para proporcionarle a Dana los nutrientes esenciales que necesita para crecer y prosperar.

Sebastián se acerca, sus dedos acarician el cabello de Dana. Sus ojos brillan con emoción contenida.

—Valentina—murmura—nunca imaginé que vería algo tan hermoso como esto.

Su voz se quiebra y sé que también está luchando contra las lágrimas.

—Imagino ya lo habías visto con Pascal y la madre.

—N-no… Lorna apenas pudo darle el pecho, no tenía leche. Así fue cómo aprendimos del tema de suplantarlo.

—Cielos, no lo sabía.

—No tenías por qué saberlo. Mírala, se ha quedado tan tranquila, parece tan en paz con…tigo…

Puedo sentir que al terminar sus palabras traga saliva con dificultad.

La habitación se llena de silencio, solo interrumpido por el suave sonido de Dana alimentándose. Miro a Sebastián y veo en él a un hombre por quien aún siento amor, pero que esta relación y los acuerdos llevados adelante han arruinado.

Dana se separa de mi pecho, satisfecha y toma nuevamente mi atención. La miro, maravillada por su perfección. Sus ojos oscuros, su piel suave como el terciopelo.

Sebastián se arrodilla junto a mí, sus manos temblorosas sosteniendo las mías. —Valentina—dice con voz ronca—. Creo que esto no está bien, desde el punto de vista médico, legal y psicológico, deberíamos acostumbrar a Dana a que nosotros la alimentemos, no puedes estar cerca por los acuerdos firmados y es recomendable que no se acostumbre a tu olor.

A medida que avanza en sus argumentaciones una parte de mí se desgarra y se desangra poco a poco.

—¿Entonces por qué me permitiste venir, Sebastián?

—Porque…así como tú te sientes terrible por hacer entregado a ella en adopción, yo también me siento así por sentir que le estoy quitando a su madre.

—¿Lorna sería entonces su madre? ¿Qué hace ella aquí, Sebastián? Me dijiste que estabas en proceso de divorcio desde que Pascal era pequeño. ¿Por qué me mentiste?

—No te mentí. Ella… Nunca me dio el divorcio y no había visto la necesidad de seguir con el trámite porque estábamos bien así.

—Sabía que tenían un vínculo sensato, pero no que aún se amaban.

—Realmente no sé qué es lo que siento, pero pienso que su cercanía a Dana sea muy positiva.

—Ella jamás la va a amar como yo porque soy su madre.

—Tu entregaste a tu hija, Valentina. No entraré en ese debate.

—Tú me la vendiste, yo creía que las cosas iban a ser de otro modo, Sebastián, no que me apartarías de buenas a primeras.

—¿De qué manera entonces?

—No es legal venderla.

—Legalmente, nadie hizo ninguna transacción comercial. Ibas a abort…

Se detiene cuando se da cuenta de que esa palabra delante de Dana es demasiado fuerte ahora mismo.

O bien, se detiene porque es demasiado fuerte para nosotros pensarlo siquiera.

—Valentina—murmura él tras un suspiro y el tono en que me dice las siguientes palabras me hacen sentir apartada, lejana y a ciencia cierta, tampoco quiero perderlo a él…—, es muy difícil todo esto, ¿si? Lo mejor que debería hacer es seguir las recomendaciones profesionales, pero ahora te veo aquí y pienso que quizá sea bueno para Dana. Tendré que ponerlo en discusión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.