Los meses pasaron y la distancia entre Él y yo se hacía cada vez más grande.
Había días en los que me llamaba a la supuesta hora de su llegada, para decirme que no iba a ir a la casa porque tenía que cubrir el turno de alguien. Yo siempre confié en Él y a pesar de su frialdad no lo veía capaz de traicionarme. ¡Qué ingenua era!
Él día antes de nuestro aniversario Él trabajaba, así que aproveché y me arreglé el pelo, las uñas y lo organicé todo con mi mamá para salir al día siguiente. Tenía pensado que sobre el mediodía o la tarde, que ya Él había descansado de la noche en vela, podríamos ir a dar una vuelta solos por ahí.
Cuál fue mi sorpresa cuando lo veo llegar más temprano que de costumbre, como a las 8 de la mañana y recoger las cosas porque supuestamente había un juego de pelota con los compañeros del trabajo.
Me quedé anonadada.
-¿Y el aniversario qué?
Le pregunté comprobando que lo había olvidado por completo.
-Amor se me pasó, pero tranquila que cuando yo regrese del juego salimos por ahí.
-Bueno mira, mejor todavía. Preparo a Vero y nos vamos contigo.
Le propuse. No tenía ningún deseo de pasarme otro domingo más sola en aquella casa.
-No mija qué va, ahí hay tremendo sol, eso no es lugar para la niña. Y la gente va a estar tomando y eso. Mejor salimos tú y yo después.
Me dijo y sin tiempo a que yo respondiera recogió la mochila y salió por la puerta.
Ni siquiera había notado mi arreglo, ¡Qué hablar del pelo!, si hacía tiempo que ni siquiera me notaba a mí.
Llamé a mi mamá para cancelar el plan.
-¿Y eso por qué mima? ¿Ya no van a salir?
-Sí mami , lo que nos vamos a llevar a Vero para darle una vuelta también.
Mentí lo mejor que pude.
-Ay que bueno. Cuídense por ahí y no le estés dando a la niña nada de la calle.
-Sí mamá, no te preocupes.
Colgué el teléfono y un frío me recorrió el cuerpo.
Miré a Vero que estaba gateando por la sala y pensé que era lo único verdadero que tenía en mi vida. Ella me devolvió la mirada y me sonrió. Era la única persona que no veía mis defectos, que me quería incondicionalmente. Yo era todo su mundo y ella era el mío entero.
A pesar de tener esa certeza, no me sentía completa.
Había una frustración en mí que no podía expresar con palabras. Me quedaba la mitad de la Universidad por terminar, no tenía ningún medio para valerme por mí misma y ni siquiera tenía una casa propia a la que regresar con mi hija. La obra constructiva estaba parada desde el parto, así que tenía paredes, techo y divisiones pero nada más. Ni siquiera cristales en las ventanas.
Había tratado de mantener a mis amistades pero yo no podía seguir su ritmo. A veces nos veíamos con Vero y dábamos un paseo, otras tantas ellas me visitaban, pero ese contacto constante lo había perdido y me hacía muchísima falta.
Mi vida entera se resumía a mi hija, a satisfacer todas sus necesidades. Las mía…. bueno, esas podían esperar.
Me acosté con Vero y me quedé rendida. Cuando me desperté eran las 8 de la noche y no había rastros de Él por ninguna parte. Lo llamé y el móvil estaba apagado.
Una hora más tarde lo sentí llegar. De verle la cara sabía que estaba tomado.
-¿Tú piensas que está es hora de llegar y así en ese estado?
-Ay no mija yo no estoy para tu teque.
Me dijo y se tiró en el sofá. Yo no podía más con aquello. Sentía que esa era la gota que iba a reventar aquella copa llena de curitas.
-No es ningún teque. Llevo todo el día esperando por ti ¿Tú no me dijiste que íbamos a salir hoy?
-Oye se me pasó la hora, entre una cosa y otra me cogió tarde. Ya, no es para tanto.
-Sí lo es, hoy es nuestro aniversario, es domingo y yo había preparado todo para que saliéramos.
-Qué aniversario de qué mija, para aniversario estoy yo.
Me dijo como si nada y empezó una letanía de reproches que parecía llevaba planificando desde hacía mucho.
-¿Tú no te das cuenta que yo estoy fundido? Que lo único que hago es trabajar, y para colmo cada vez que llego aquí siempre es una peleadera de tu parte. Yo necesito un tiempo para mí ¿O tú no te das cuenta?
-¿Un tiempo para ti? Si tú tienes todo el tiempo del mundo para ti. Todos los días sales por esa puerta a trabajar, ves gente, hablas, sii trabajas mucho pero al final del día pones tu mano y te pagan. ¿Y yo qué chico? ¿A mí quién me paga?
-Debiste pensar todo eso primero antes de tener una hija.
Aquello fue un cubo de agua fría en mi cabeza. Así que ahí estaba la raíz de todo el problema.
Él nunca había querido aquel embarazo y lo que me dijo ese día en la cocina fue con la esperanza de que yo desistiera de tener la niña.
Después no supo cómo bajarse del tren. Y allí estábamos, Él la víctima y yo cargando con una culpa inmensa.
-Mira, mejor me acuesto por qué si no…
Me dijo cayendo en el sofá.
Yo estaba tiesa, procesando lo que acababa de pasar.
Al parecer yo era la culpable de todo aquello, de su obstinación, de su mal humor y de todo su malestar; por obligarlo a asumir un papel que Él no quería desempeñar.
Fui al baño y no me reconocí en el espejo.
¿Qué había pasado con aquella muchacha alegre, inteligente y llena de vida?
Siempre fui bonita y ahora me habían caído mil años encima. Ojerosa, manchas en la cara, 10 kilos de más. Comencé a llorar con un dolor profundo, que me salía desde adentro del alma.
Me sentí más sola que nunca.
Sabía que no podía hablar de aquello con nadie, porque después de decirlo el camino era solo uno: dejarlo.
Yo no estaba lista para eso.
Así que callé.