A solas con el alma

Capítulo 6: La nota

Al día siguiente se despertó con una resaca enorme. Me pidió disculpas por lo que recordaba que me había dicho y me prometió que las cosas iban a cambiar entre nosotros.
El cumpleaños de Vero estaba a la vuelta de la esquina y me enfrasqué en eso. Queríamos hacerle algo pequeño pero sin pasarlo por alto. 
Él con tal de tenerme contenta no escatimó en nada, desde el cake hasta los adornos, lo que sea que yo le dijera Él iba y lo pagaba. De verdad que el cargo de conciencia es una herramienta poderosa.
Yo no lo veía de esa manera, por supuesto, me inclinaba más a creer que realmente quería cambiar su actitud.
El día en cuestión salió todo perfecto. Las amistades y la familia cercana nos acompañaron y todos disfrutaron de Vero. Ella fue la que más se divirtió rodeada de tanto cariño. 
Esa noche recibimos un regalo de cumpleaños inesperado. Los dueños del apartamento regresaban a Cuba y lo necesitaban. Teníamos 15 días para mudarnos.
No nos quedaba más remedio que regresar a mi casa con la niña y tratar de aclimatar el cuarto donde íbamos a dormir al menos.
Mi mamá se movilizó y pidió un dinero prestado, con ese capital me alistó el cuarto, solo quedaban los cristales de las ventanas para poder poner el aire acondicionado.
Faltaban unos días para la mudanza y ya lo tenía todo recogido. Con mucho dolor me despedí de Miriam y prometimos mantener el contacto. Aquella amiga me había salvado de volverme loca. 
Algunos son de la opinión que el peor enemigo de una mujer es otra mujer. Yo no pienso así. A lo largo de mi vida han habido mujeres que me han lastimado y mucho, pero si estoy hoy en pie y luchando es gracias a otras tantas que me han servido de bastón. 
Miriam fue una de ellas. 
Ese día lo destiné a guardar la ropa de Él, que era la mayoría, y sabía que me iba a tomar tiempo. Comencé a doblar todo y a ponerlo en las cajas cuando un posavasos de papel se deslizó de uno de los pantalones.
Lo recogí del piso y vi que tenía escrito una nota por detrás:
Gracias por la mejor noche de mi vida. El verdadero amor es paciente y yo voy a esperarte”
Nada más, ni un nombre, ni una fecha ni nada.
Me temblaba todo el cuerpo y el corazón se me quería salir del pecho. Se me cayeron al piso los sueños, los planes, el futuro entero se fue a la mierda.
Vestí a Vero y hablé con Miriam para que me la cuidara un par de horas. 
Me aparecí en su trabajo y cuando me vio se puso blanco como un papel.
-¿Qué tú haces aquí?
-Aquí la que va a preguntar soy yo. ¿Qué significa esto?
Le dije mientras le enseñaba el posavasos con el logo de su trabajo grabado.
Él lo cogió y no sabía qué decir.
Yo no le quitaba los ojos de arriba.
-Mira esto no es lugar para hablar de eso.
Me dijo nervioso.
-¿Ah no? Pues mira a ver qué vas a hacer, porque si no hablamos aquí no vamos a tener más nada que hablar.
Le dije con la poca fuerza que me quedaba.
-Esto no tiene nada que ver con lo que tú estás pensando, deja la película que estás loca por formar un show. 

Respondió a la defensiva.
La sangre me hervía dentro de las venas.
-Ve para la casa que cuando yo llegue hablamos.
-Tú puedes creer que no..
Le dije y en ese mismo momento me agarró por el brazo y me apretó con una fuerza descomunal.
-Sí no te vas para la casa, el que no va a regresar allá soy yo. Te dije que cuando llegue hablamos.
Me soltó y viró la espalda.
¿Qué estaba pasando? ¿Quién era esa persona frente a mí?
Miles de preguntas cruzaron mi mente a la velocidad de la luz.
¿Y si todo aquello era una confusión y yo estaba formando una tormenta por nada?
Me fui a caminar por el Malecón a despejar un poco la mente. Recordé tantas veces en que aquel muro había sido escenario de nuestro amor, pensé en cuántos planes habíamos hecho sentados allí, planes que ahora mismo parecían ser de otra vida.
Llegué a la casa y recogí a Vero que estaba dormida. 
-¿Qué pasa mi vida?
Me preguntó Miriam que ya a esas alturas me conocía bastante bien.
-Nada vieja, la vida que es del carajo.
-La vida no es del carajo, algunas personas sí lo son.
La miré y era evidente que sabía que algo pasa. Pero yo no me sentía cómoda hablando de ello y volví a tragarme todo mi dolor.
Como leyéndome el pensamiento me dijo:
-Mira, si no quieres hablar está bien, pero que no se te olvide que tú vales mucho y no tienes que estar aguantando nada que te haga infeliz. Te lo digo yo que bastante he sufrido en esta vida.
Me contó que ella venía del campo y que su primer matrimonio fue una tortura. El padre de sus dos hijas abusaba de ella, le pegaba, la humillaba delante de la gente. Incluso en una ocasión la violó y producto de ello nació su hija menor. En aquel tiempo nadie hablaba de eso, lo que pasaba en una pareja se quedaba entre ellos, al otro día él se disculpaba y todo seguía como si nada. La mujer tenía que obedecer y complacer a su marido. Ella sufrió mucho, aguantó demasiado y cuando no pudo más se fue lejos. Tomó un tren para La Habana con sus dos hijas del brazo y no regresó más. A los años conoció a Manuel, el amor que había perdido hacía poco, su único amor. 
Él le enseñó que se podía querer sin lastimar y aunque al principio le costó trabajo confiar en él, poco a poco se fue enamorando. A los años volvió a ver al padre de sus hijas y era un desecho humano. Ya el monstruo había desaparecido y solo quedaba un hombre que daba lástima.
-Te perdono.
Fue lo único que le dijo y siguió su camino.
-Tú mereces a alguien que te haga feliz y que te vea mi niña. Yo me fui, pero esperé demasiado, perdí mucho tiempo. 
Me dijo y a pesar de entenderla no veía que mi situación era tan grave como la de ella, a pesar de que el morado que tenía en mi brazo dijera todo lo contrario.

 




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