A solas con el alma

Capítulo 11: Mi primer salario


El resto de la semana se fue en organizaciones, todo tenía que marchar sin contratiempos para no quedar mal en el trabajo, al fin y al cabo el dueño me había dado un voto de confianza y no pensaba defraudarlo. 
Mi mamá me arregló el uniforme: camisa negra, pantalón negro, lazo y tirantes. Para mi asombro no me quedaba nada mal. Me arreglé el pelo y me puse lo más presentable que podía dada las circunstancias.
Un día antes de la inauguración, nos reunieron a todos para vernos las caras. Éramos dos turnos de 20 personas en cada uno: 5 muchachas en el salón, el bartender y un ayudante detrás de la barra, la cajera y las 12 restantes estaban repartidas entre la cocina y la seguridad. Todo estaba muy bien pensado.
El lugar estaba impoluto, había bastante dinero invertido allí y parecía otro mundo. Temí adentrarme en aquel universo que tanto lo había cambiado a Él,  pero una vez más supe que el problema no había sido el cambio de contexto, el problema siempre había sido Él lo que yo no lo había visto. Aquello no iba a cambiar mi forma de ser. 
Las personas de mi turno parecían agradables, éramos solo 7 mujeres, 5 en el salón, la cajera y yo detrás de la barra. 
Me presentaron a mi compañero inmediato de trabajo, el Guille era su nombre o su apodo; parecía simpático lo que bastante serio para su juventud.
La inauguración fue un viernes y yo trabajaba el domingo. Todos estábamos invitados al evento así que me pasé a ver el ambiente.
La Habana nocturna tiene una apariencia muy diferente a lo que uno ve en el día: brillo por doquier, dinero a manos llenas y gente linda. Me sentía fuera de lugar por completo, nunca fui muy asidua a este tipo de lugares y allí estaba, trabajando en uno. 
Llegué cansada pero con la ilusión de lo que venía. Me había repasado todas las clases del curso de cantina para refrescar conocimientos, lo que me había extrañado que nadie me preguntara o me pidiera que preparara ningún trago. 
El sábado se lo dediqué a Vero por completo, fuimos al parque, comimos helado e hicimos algunas visitas que tenía pendiente. 
Él apareció en la tarde bronceado como un camarón y con ropa nueva de pies a cabeza. Cada vez que lo veía llegar el corazón me saltaba dentro del pecho y se me apretaba el estómago, me pregunté cuándo dejaría de pasar aquello que me volvía tan vulnerable, pero tristemente no tenía respuesta que darme.
-¿Todo bien por aquí?
Me dijo como saludando a una prima.
-De maravilla.
Le dije siguiendo su juego de “no me importas para nada”, lo que Él lo hacía natural y yo estaba luchando con todas mis fuerzas para no mirarle la boca. 
-Por cierto, ¿el aire de la niña cuando lo vas a traer?
Había un calor terrible y la niña estaba pasando muy malas noches. 
-Después vemos eso, mira te traje unos culeros para Vero y unas boberías.
Me dijo entregándome una bolsa con 20 culeros desechables marca Pamper.
-Cuando se te acaben me dices para traerte más.
-¿Y estos culeros dónde los están sacando?
Pregunté en mi ingenuidad.
-En ninguna parte, no son de aquí. Cuando se te acaben estos me avisas que tengo la caja en la casa.
Me eché a reír con deseos. Qué ridículo por dios.
-Ven acá pipo, y ¿No es más fácil traer la caja y ya? Aquí la única que se pone culeros es Vero.
-Oye, cuando se te acaben estos me llamas y yo te traigo más.
-Ah ya claro, es que ahora yo me voy a poner a vender culeros, qué ridículo eres por dios.
-Mira si te vas a poner a ofenderme me voy Pal carajo.
-Bueno, tú sabes dónde está la puerta.

Me miró contrariado, está versión mía él no la conocía. Mucho gusto: Isabel 2.0 presentándose.
-¿Te das cuenta? Por estas mismas cosas es que tú y yo no funcionamos.
-Jajaja ¿En serio? ¿Vas a tener el descaro de decirme eso? 
-Te dije que no me ofendieras y ya van dos ofensas en menos de nada.
-Es que eso es lo que eres. Mira nadie te ha reclamado nada, pero no tengas la poca vergüenza de decirme que esto se acabó porque tú y yo no funcionamos, mejor sé sincero y di que funcionas mejor con una tipa con dinero, que además a la cara se ve que te lleva una pila de años.


Me miró pensando bien lo que me iba a responder.
Se sonrió con malicia y era obvio que estaba disfrutando todo aquello.
-Isabel si te pica, arráscate. La tipa se llama Mary y es mi pareja.
Tragué el nudo de emociones que tenía en la garganta. 
-Ojalá te vaya bien con ella, a la legua se ve que están hechos el uno para el otro.

Se despidió de la niña y se fue. 
Me senté en el portal de mi casa a repasar mi vida últimamente, pero la velocidad a la que iba no me permitía cogerle el ritmo. ¿Cómo no me di cuenta de que estaba con otra? ¿Cómo no vi las señales?
Al día siguiente trabajaba así que me acosté temprano y traté de descansar. 
Me levanté ojerosa como era costumbre últimamente, dado que las noches no eran precisamente mi momento preferido del día. Una vez leí en alguna parte que no había nada más triste que una cama vacía y me constaba.
-¿Vas a desayunar?
-No mami, más tarde ¿Hay café?
-Sí está ahí acabado de hacer.
-¿Cómo durmió Vero?
-Mal, figúrate. Le puse el ventilador fijo para ella pero empezó a toser. 
-Mija y ¿Nada del aire?
-Ay mami mejor no me hago muchas ilusiones con eso.
-¡Qué clase de tipo caballero! ¿Quién lo iba a decir?
-Así mismo mami ¿Quién lo iba a decir?

Dejé a Vero bañada y comida, le di un apretón y salí para el trabajo a las 6 de la tarde.
Saludé a todos y busqué con la mirada a Guille, teníamos que organizarnos para funcionar bien detrás de la barra.
Mi trabajo consistía en fregar, preparar los ingredientes de los cócteles, picar limones, piñas y tenerlo todo organizado.
Él era el que preparaba los tragos. A las dos  horas de estar codo a codo trabajando, me miró y me dijo:
-¿Tú nunca habías trabajado en un bar eh?
No lo conocía de nada y no sabía la intención que tenía con aquella pregunta, pero a mí me gustaba la sinceridad y  siempre había sido uno de mis defectos.
-La verdad es que no, pero necesito este trabajo como no te imaginas. Yo aprendo rápido, vas a ver.
Se sonrió con franqueza.
-No te preocupes, todos tuvimos una primera vez. Trata de no romper muchas copas y de estar atenta a lo que yo te diga. Poco a poco se le coje el golpe a esto.
Y así fue. ¡Qué manera de trabajar por dios!
Perdí la cuenta de la cantidad de copas y vasos que fregué, no nos sentamos en ningún momento de la madrugada. Aquel lugar era una máquina que no paraba. Había muy buena química entre nosotros y todo el mundo estaba enfrascado en lo mismo: que los clientes consumieran bastante porque de ahí dependía nuestro salario.
Entre todas las muchachitas resolvimos un transporte para que nos dejara en la casa, así que ya tenía un problema menos de qué preocuparme.
Sobre las 10 llamé a mi mamá y Vero llevaba rato dormida. Se tranquilizó cuando supo del transporte y me pidió que me cuidara.
A las 4 de la mañana se fue la última persona del bar y nos tocó la parte de recoger y dejarlo todo lo más organizado posible para el día siguiente. Estaba muerta de cansancio y el carro me iba a dejar en la facultad, no tenía sentido llegar a la casa para tener que regresar al Vedado en menos de dos horas. 
Todo aquello se me olvidó cuando me pusieron en mis manos 50 CUC el cobro del día. 
-Estoy muy contento con este turno. Muchas gracias a todos y al final de este mes ese salario se va a triplicar. Ya verán.
Nos dijo el dueño visiblemente feliz por la noche de trabajo.
Hice mis cálculos mentales y si la cosa seguía comportándose de aquella manera, nuestra vida iba a mejorar notablemente.
Fui al baño, me lavé la cara y debajo de los brazos. Yo llevaba una blusa limpia en la mochila y una bolsita de la supervivencia con desodorante, pasta y cepillo, toallitas húmedas y hasta blumer limpio. Mujer precavida vale por dos.
A la salida del baño, Guille me estaba esperando con un vaso inmenso lleno de café.
-Toma, te va a ser falta.
Agradecida con su gesto, me tomé el café que me supo a gloria.
-Nos vemos más tarde.
Le dije y salí para la calle, donde un amanecer estaba bañando el Vedado. Un nuevo día, el primero de muchos nuevos días que me esperaban. Por primera vez tuve esperanzas de salir de aquel bache en el que había caído mi vida. Sabía que el dinero no compraba la felicidad, pero ayudaba a conseguirla.




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