Ese domingo fuimos al Acuario a ver el show de los delfines. Vero estaba encantada con el espectáculo y la música. A mí me quedaban por preparar algunas cosas para la Facultad y ponerme al día con las clases, pero lo iba a dejar para la madrugada, al fin y al cabo, qué más daba otra noche sin dormir.
Iba llegando a la casa con Vero dormida encima de mí, cuando lo vi parado fuera de la reja.
- ¿Dónde estaban?
-Niño tú de verdad has olvidado la educación formal.
Le dije mientras hacía malabares para buscar la llave sin que Vero cayera al piso.
Él la tomó en sus brazos y logré abrir la puerta de entrada a mi casa.
Acosté a la niña y me lavé bien las manos que las traía llena de una mezcla de chocolate con caramelo, imposible de quitar con una toallita húmeda.
-Y bueno ¿A qué se debe el honor?
Le pregunté saliendo del baño.
-Vine a ver a la niña.
-Vas a tener que empezar a acostumbrarte a llamar antes de venir. Para que no te des el viaje por gusto.
-Sí ya veo ¿Dónde andaban?
-Fuimos al acuario.
- ¿Acuario? ¿A esta hora?
-Al Acuario, a esta hora ¿Cuál es el problema?
-No, ninguno. Por cierto, tremenda sorpresita la del bar.
Así que por eso había venido, a hablar de la noche anterior.
- ¿Sorpresita? No entiendo.
-Que yo no sabía nada de que estabas trabajando allí, no me lo habías dicho.
-Hace tiempo que tú y yo no hablamos de nada, solo de Vero y cuando te acuerdas.
-Ay no empieces por favor.
-El que empezaste fuiste tú, después no esperes que yo me quede callada.
Me miró de una forma diferente, seguía altanero y prepotente, pero ya no veía desprecio en su mirada.
- ¿Te va bien ahí?
-Sí, bastante bien.
- ¿Y la escuela?
Me pregunté a qué venía ese ataque repentino de preguntas y de preocupaciones hacia mí persona, pero era mejor cortar por lo sano aquella conversación que ya se había convertido en un interrogatorio.
-Todo bien, de maravilla. Mira, ¿vas a esperar que la niña se despierte o las vas a venir a ver otro día? Es que tengo cosas que hacer.
Él pensó un segundo en su respuesta y al final me dijo:
-Mejor me voy y vengo mañana. ¿Puede ser mañana?
-Después de las 5.
Le dije cortante.
-Ok Isabel, después de las cinco vengo.
Me senté a sacar las cosas de la cartera y vi que seguía parado frente a mí.
-¿Y bueno?
Le pregunté.
- ¿No me vas a acompañar hasta la puerta?
-Me parece que te sabes el camino de memoria. ¿O no?
-Está bien chica, me voy.
-Bye Bye.
Ya desde la puerta, se giró y me dijo.
-Por cierto, el negro te queda fenomenal.
El corazón me dio un vuelco.
¿A qué venía todo aquello? ¿Por qué el cambio de actitud tan repentino? Era evidente que le había afectado encontrarme en el bar y aún más mi indiferencia hacia Él. Yo no podía evitar sentir lo que estaba sintiendo, los deseos que tenía por Él eran muy fuertes y no se iban a quitar de la noche al día. No todo el mundo era capaz de bajar el interruptor como Él lo había hecho.
Mi rutina continuó como de costumbre. Entre el trabajo, la facultad, Vero y los arreglos en la casa no tenía mucho tiempo libre.
Él había aumentado sus frecuencias de visitas y siempre llamaba antes de venir. Le había bajado dos rayitas a su prepotencia y en ocasiones parecía el mismo de siempre. Esos días yo me sentía peor, lo prefería frío, distante, a tener ante mí la versión suya que me enamoraba y que sabía que no podía tener.
Una noche de trabajo lo vi llegar solo al bar.
-Hola Isa ¿Cómo estás?
Me saludó y no logré recordar la última vez que me había llamado así.
Lo saludé con la mano y seguí en lo mío. Eran demasiadas las señales que me decían que algo había cambiado: sus visitas más frecuentes, su cambio de actitud hacia mí, incluso había llevado a Vero a dar una vuelta hacía unos días y ahora esto.
Me puse un poco nerviosa y me sentía incómoda porque Él no me quitaba los ojos de encima.
Guille percibió la tensión y se acercó a mí.
-Este era el muchacho del otro día ¿No?
Me preguntó señalando en su dirección.
-Sí Guille, el mismo. Es el papá de Vero.
Me miró y vi ternura en sus ojos.
- ¿Quieres que lo atienda yo?
-Gracias Guille, te lo voy a agradecer.
Se acercó a él con su pose de malote y le preguntó.
- ¿Qué le sirvo amigo?
-Estoy esperando, me gustaría que me atendiera la muchacha.
-Ella está ocupada, pero dígame, con gusto lo atiendo yo.
Se miraron unos segundos eternos, parecían vaqueros en un bar del Oeste dispuestos a sacar cada uno el revólver.
-Una línea de whisky, por favor, sin hielo.
-Enseguida.
Guille le sirvió el trago y continuamos como si él no estuviese detallando cada uno de nuestros pasos.
Era evidente que no esperaba a nadie y que pretendía estar allí un buen rato.
Guille y yo hacíamos buen equipo, ya no teníamos que pedirnos las cosas pues nos adelantábamos a las necesidades del otro. Yo me sentía segura a su lado, era como tener un hermano mayor vigilante siempre dispuesto a cuidarme las espaldas.
-Isabel, él está muy cómodo ahí sentado, como si no tuviese intención de irse.
-Sí ya veo. Figúrate, tampoco lo podemos botar porque está consumiendo.
-No claro, lo que creo que te está esperando.
-Que mal lo veo.
- ¿Ustedes se llevan bien o terminaron en malos términos?
-La verdad terminamos mal, muy mal.
-Bueno cualquier cosa me haces una seña.
Le agradecí con una sonrisa.
A las tres de la mañana, Él se acercó a mi parte de la barra y me dijo.
-¿Crees que te pueda acompañar a la casa?
¿Perdón? Ya mis sospechas estaban confirmadas, en algo estaba él.
-No, gracias.
Le dije a secas.
-La calle está malísima a esta hora.
-Lo sé, me consta.
-Déjame acompañarte Isa.
-Mira, te aclaro algo, aquí todas tenemos transporte, incluyéndome, así que no insistas.
-Sí ya veo que estás cubierta.
Me lanzó un dardo envenenado y miró al Guille de reojo, parecía que ahora el de la picazón era Él. Yo no tenía ninguna intención de aclararle el mal entendido.
-Así es, bien cubierta. Si no te has ido pensando en esperarme, estás perdiendo el tiempo.
Me miró en silencio, se terminó el trago y se largó. Yo tenía el corazón a mil por segundo, no era inmune a sus palabras, aún no. Temía que, si Él continuaba con su juego mucho tiempo, me iba a ver envuelta en un torbellino de sentimientos y todo lo que había avanzado en ese tiempo, iba a caer en la basura.