Después de la visita en el bar, era común que Él se apareciera en la casa dos o tres veces por semana.
-Este huevo quiere sal.
Me dijo mi mamá una tarde que lo vio llegar a la casa, dos horas antes de la salida de Vero del círculo.
-Ay mami no, lo que parece que ya se cansó de hacerme la guerra.
-Mima, de eso ellos no se cansan nunca. Te digo yo que él está en algo.
-Bueno, si tú lo dices.
Llegó sonriente y con una bolsa de cosas para Vero.
-Ahí hay unas boberías para la niña.
-Vero está en el círculo todavía.
-Sí yo sé, quería llegar antes para recogerla contigo.
-Bueno si estás aquí puedes ir tú a buscarla.
Le dije. No quería ningún tipo de roce con su persona.
Me miró y por un segundo me pareció ver tristeza en su mirada.
-Isa yo sé que no me porté bien contigo, pero coño no me trates así tampoco.
-¿Así cómo?
-Así, como si yo fuera un extraño.
-Es que eso eres para mí. Del hombre que yo conocía no queda ni la sombra.
Se quedó en silencio.
-Me estás matando.
Me dijo y no pude evitar sonreír.
-¿Matándote? ¿Yo? Ahora sí está bueno esto.
-Mira, mejor vamos a dejar esto así y buscamos a la niña. Anda.
Me tomé mi tiempo para responder pero al final accedí.
Cuando Vero nos vio llegar se volvió como loca y daba saltos de alegría.
Sentí nostalgia de mi vida de antes, de cuando tenía una persona que me tomara la mano en las calles y que me abrazara en las noches.
Recordé entonces que esa vida hacía tiempo no era la mía, ni siquiera lo fue el último tiempo que pasé con Él. Yo había estado sola mucho antes de dejar de estar acompañada.
El corazón es terco y a pesar de tener certezas inamovibles, se deja llevar por los sentimientos. En las separaciones, las cosas buenas del pasado cobran una fuerza sobrehumana, como de desastre natural; mientras que los malos recuerdos pasan a ser un poco menos malos.
El cristal de la memoria se opaca y comenzamos a distorsionar nuestro pasado.
Y es así como aquel hombre que me había destruido la vida, estaba frente a mí y yo solo quería besarlo.
Regresamos a la casa y yo quería estirar el momento infinitamente.
Él jugó con Vero, le dio la comida y actuó como el padre estrella, el que nunca había sido.
A las dos horas de estar en aquella novela rosa, me dijo que se iba, que tenía que trabajar esa noche. Ya en la puerta Él no se decidía a marcharse, como si estuviera buscando la forma de decirme algo.
-Isa yo necesito hablar contigo.
-Bueno hemos estado hablando toda la tarde.
-No chica, hablar solos tú y yo, en algún lugar tranquilo.
Sentía la sangre recorriendo mis venas, las neuronas haciendo contacto unas con otras dentro de mi cerebro y mi corazón a mil por hora.
-¿Crees que pueda ser?
NO Isabel, dile que no. Me gritaba mi cabeza.
-¿Hablar de qué a estas alturas?
-De muchas cosas Isa, tengo muchas cosas que decirte.
Pensé rápidamente en mis posibilidades. Yo no trabajaba ni ese día ni el siguiente, pero tampoco quería decirle a mi mamá que me iba a ver con Él para hablar. Yo misma no me sentía cómoda valorando la opción de verlo en ningún lugar, menos aún me veía diciéndole a mi mamá.
-Bueno a ver, mañana tengo clases pero después podría ser.
-Perfecto, yo te paso a buscar por la facultad.
-No, no. Mejor nos vemos en otro lugar.
-¿Por qué Isa? ¿No quieres que te vean conmigo?
-Bueno chico para serte sincera no, no quiero que me vean contigo.
Meditó un instante mi respuesta.
-Está bien Isa como tú quieras. Me escribes un mensaje y me dices la hora y el lugar y ahí estaré.
No podía evitar sentirme bien con su actitud suplicante y disfruté el poder momentáneo que tenía sobre Él. Ahora tenía que ver qué le iba a decir a mi mamá.
-Mami necesito un favor tuyo, me llamó Guille que mañana tenemos que pasar por el bar por la tarde, parece que hubo un problema con el inventario. No imagino que demore mucho, pero hay que esperar que estemos todos para empezar la reunión.
-Está bien mija no hay problema. Yo recojo a la niña. ¿Todo bien con el susodicho?
-Si mami, todo bien.
Mentí y no me gustó para nada hacerlo.
Al día siguiente me tocó recibir la mala noticia de que llevaba muy mal promedio en casi todas las asignaturas. Tenía que ponerme las pilas urgentemente porque si no iba a arrastrar unas cuantas. Era muy difícil combinar tantas cosas al mismo tiempo, alguna tenía que quedar desatendida.
Activé mis redes sociales y mis amigas de la Uni salieron a mi rescate. Entre todas me hicieron un banco de resúmenes, clases prácticas y seminarios que me iban a facilitar un poco la vida, pero igual debía sentarme con calma a organizar el contenido.
Me había comprometido con los profesores en ponerme al día y no podía perder esa oportunidad. Tenía exactamente 15 días para entregar tres clases prácticas y 2 informes. En otro momento de mi vida eso hubiese sido pan comido, uno o dos días de trabajo intenso, pero ahora era tan difícil como subir el Everest sin equipamiento.
Cuando terminó el día le mandé un mensaje a mi tormento y le puse hora y lugar de encuentro, lo más alejado posible de la facu. Llamé a la casa y todo estaba bien con Vero así que salí para el sitio acordado.
Iba meditando cada uno de mis pasos y era como si una fuerza invisible me empujara en dirección a Él.
Llegué al cine la Rampa y allí estaba, con una ropa que nunca en mi vida había visto y no pude evitar notar que se veía bien, demasiado bien.
-Hola Isa, ¿Cómo te fue en la escuela?
-Ahí, regular.
-¿Qué pasó?
-Nada unas cosas que tengo atrasadas pero todo bien.
-Eso es pan comido para ti.
Me dijo y comprendí que Él se había quedado en mi versión antigua, donde yo era una estudiante de puntería y tenía una colección de cincos conmigo.
-Sí sí, y bueno ¿De qué querías hablar?
Le pregunté tratando de no dilatar mucho aquello.
-Ven, vamos a algún lugar tranquilo.
Vi que cogía por el costado de 23 y se detuvo al lado de un carro.
-¿Y esto?
Le pregunté confundida.
-Es de un amigo, está de viaje y se lo estoy cuidando.
Yo sabía que el carro no era de ningún amigo pero no estaba para entrar en esos detalles.
Nos montanos y arrancó.
-¿A dónde vamos?
-Ya vas a ver, te va a gustar.
Me estaba metiendo en la boca del lobo sin pensarlo dos veces. Hubiese querido tener la fuerza para impedirlo, bajarme del carro y salir corriendo de allí, pero aquella Isabel no podía hacer eso.
Al principio de esta historia, les dije que había momentos de ella donde no me reconocía, que en mi mente parecían como que le habían sucedido a otra persona, a otra mujer.
Bueno, pues aquella tarde fue uno de esos tantos momentos.