Llegué al trabajo con un pésimo humor y cara de pocos amigos.
Me había pasado la noche reprochándome mi falta de juicio y sentido común. Era obvio, después de todo lo que había sucedido entre nosotros, que Él no quería nada conmigo, solo demostrar que podía. Y pudo.
No me perdonaba haber caído tan fácilmente en sus garras de depredador y no conseguía sacarme de la cabeza su cara de satisfacción al salir del baño, luego de haber disfrutado de mi cuerpo por puro egoísmo.
Dicen que uno no debe bañarse dos veces en el mismo río, porque nunca será igual el río y tampoco uno, pero también he escuchado que casi siempre se regresa a donde se fue feliz; y yo con Él lo había sido; al menos en otra vida.
¡Qué tonta!
-Oye, ¿Qué fue lo que te hizo ese vaso?
Me preguntó Guille, sacándome de mis pensamientos y preocupado al verme fregar el Old Fashion como si fuera mi peor enemigo.
-Nada Guille, no cojas mucha lucha conmigo hoy que ando repugnada.
-Está bien, pero sabes que si quieres puedes hablar conmigo. Yo soy una tumba Isa.
Me dijo mientras se pasaba el dedo por los labios en señal de silencio. Había algo en Guille que me inspiraba confianza, un no sé qué sin explicación.
-Yo sé corazón, pero hoy no es buen día para conversar.
Comenzó a llegar el resto del equipo de trabajo y nos pusimos manos a la obra: organizar el salón, preparar la mise en place y dejarlo todo ready para la apertura.
Teníamos unos minutos antes de la hora de abrir y nos sentamos a tomarnos un café.
-¿Sabes qué?
Soltó Guille como si se le hubiese ocurrido la mejor de las ideas.
-Deberíamos organizar una salidita, la gente del turno con las parejas y eso.
Al ver la cara que puse, aclaró rectificando la consigna de la actividad.
-O los hijos, o no sé, el que quiera llevar al perro que lo lleve.
-Me parece buena idea Guille.
Le dije y continué concentrada en mi café.
-Isa, cariño no me gusta verte así. En serio, estás fatal.
No me vendría mal desahogarme con alguien, pero de verdad que no estaba de ánimos para un cuéntame tu vida.
Guille estaba empeñado en hacerme sentir mejor y continuó con su monólogo motivacional.
-No tengo idea por lo que estás pasando, ni lo que te sucedió que te tiene así, pero si de algo te sirve, no olvides que eres especial, una luchadora.
Suspiré ante aquel cliché que tanto había escuchado y que no acababa de creerme.
-Yo no tengo nada de especial Guille ¿De dónde tú sacas esas cosas?
-La persona que te dijo eso, no te conoce en lo más mínimo.
-Nadie me lo tiene que decir mi amigo, te lo digo yo.
-Bueno pues entones tú no te conoces para nada. Confía, eres alguien especial y te esperan cosas buenas.
-Ay Guille, la última vez que confié en un hombre me salió el tiro por la culata.
- ¿Y quién te dijo que confiaras en uno? En nosotros no se puede confiar Isa. En quien único tienes que confiar, es en ti.
Lo miré y me sonreí, después de todo no había sido tan malo hablar con él.
-Gracias Guille, de verdad.
Me dió unas palmaditas en las manos y me contestó con ternura.
-No hay nada que agradecer, te dije que podías contar conmigo y yo sí no hablo de dientes para afuera.
Me pregunté cómo sería la vida de Guille más allá del bar. Nunca hablaba de su familia, ni de parejas, solo de su hijo. Siempre estaba atento a todos, en buen cubano no se le iba una, era una lámpara, pero no daba muchas pistas de su vida privada.
Aproveché que estábamos teniendo un momento de confesiones y me atreví a indagar un poquito más sobre él.
-Y bueno, ¿a quién llevarás tú a la salida?
-Depende a dónde vayamos. Podríamos planificar e ir a la playa o a algún lugar donde quepamos todos y hacer un picnic o algo. No sé, son ideas que me vienen a la cabeza.
-Me parece bien, podemos llevar los niños y así se conocen y pasan un día lindo.
Él bajó la cabeza y le cambió la expresión del rostro. Parecía que había tocado un punto sensible.
-Eso no va a ser posible Isa.
-¿Por qué no Guille? ¿Qué pasa?
Me susurró de manera casi imperceptible, como si le hablara a la taza de café.
-La madre del niño no me deja salir con él, solo puedo ir a verlo a su casa.
Me quedé tiesa, el niño de Guille era grandecito, él se veía una persona súper responsable y era evidente que lo adoraba.
-Me has dejado fría Guille, ¿sería mucha indiscreción de mi parte preguntarte por qué?
Pensé que me iba a esquivar la pregunta o a cambiarme el tema, en vez de eso me sonrió con franqueza y me dijo:
-Porque soy gay cariño, ¿No me digas que no te habías dado cuenta?
Me quedé congelada, no por su declaración que para nada me molestaba, sino porque no lo había notado en ningún momento. En un segundo cobraron sentido todas las cosas que me resultaban atípicas en él: su franqueza, su disposición a ayudarnos en cualquier cosa, como nos cuidaba y siempre estaba atento a nosotras, la manera de hablar tan pausada y sobre todo su facilidad para escuchar. Sí, no sé cómo no lo había percibido antes: Guille era completamente gay, de la cabeza a los pies.
-Niña pero dime algo, ¿No me digas que tú eres homofóbica?
-Jajaja para nada mi amigo, no hay un ser en este mundo menos homofóbico que yo.
-Menos mal, porque tú me caes bien.
Echamos a reír con ganas, todo parecía indicar que había encontrado un amigo.
Esa noche, contra todo pronóstico, no me sentí tan mal. El ambiente estaba animado y las personas no paraban de consumir, iba a ser un buen turno.
Guille y yo parecíamos una sola persona, un mismo cuerpo con cuatro manos de aquí para allá en constante movimiento. Nos decían el dúo dinámico.
Cerca de las dos de la mañana lo vi llegar a Él, se acercó a la barra y como si no me conociera de nada me dijo:
-Dos mojitos por favor.
Guille me miró como preguntándome con la mirada si salía a mi rescate. Entendió mi mensaje porque se quedó tranquilo en su lugar.
-Enseguida.
Me puse a preparar los tragos y sentía su mirada clavada en mí, una voz chillona me hizo levantar la vista de momento.
-Papi esto está buenísimo aquí.
Una nueva conquista andaba de su mano y ya era evidente que aquel lugar iba a ser su salón de presentaciones sociales. Se estaba tomando demasiados trabajos para incomodarme y no lo iba a conseguir.
-Aquí tienen los tragos.
Les dije depositando ambos vasos de mojito en la barra.
-Un poco dulce ¿No crees?
Me dijo después del primer trago. Respiré, conté hasta mil y sonreí.
-Si desea se lo preparo nuevamente.
-Sí por favor.
-El mío no nena, está perfecto.
Me dijo la acompañante.
Repetí el procedimiento y tuve deseos de ponerle sal al trago, pero me contuve, aquel no era lugar para eso.
Me quedé esperando que probara el trago pacientemente.
-Mucho mejor. Gracias.
-No hay de qué. Disfruten su noche.
Por más de dos horas los vi bailar, besarse y abrazarse como si no tuvieran un cuarto en el que satisfacer sus ganas. Sabía que toda aquella escena era directa para mí, que ella era otra más de sus víctimas, que estaba siendo usada para cumplir con un propósito; como mismo fui usada yo la noche anterior.