A solas con el alma

Capítulo 18: En la salud y en la enfermedad

Me enfoqué en lo importante, pasar tiempo de calidad con mi hija, adelantar las cosas de la casa y ponerme al día en la facultad.
Entendí que no podemos mirar solo la meta, debemos aprender a apreciar el proceso con sus luces y sus oscuridades; la vida es una escalera inmensa, pero debemos superar un escalón a la vez y darnos pequeñas palmaditas en el hombro en cada victoria.
Así pasaron tres meses, largos pero productivos. De Él sabíamos una vez por semana, a veces dos. Alguna que otra llamada, pero nada más. Volvieron los monosílabos y las palabras cortantes, la prepotencia se hizo dueña y señora de su vida. 
Nada de aquello me tomó por sorpresa, sabía que estaba en el medio de una guerra fría declarada y silenciosa. 
Una tarde recibí la visita de Miriam en la casa y me puse muy contenta a pesar de que venía a despedirse.
-Al fin voy a estar al lado de mis hijas Isa.
-Al fin mi amiga. 
-Oye, pero tú has cambiado mucho, estás lindísima.
-Esa eres tú que me ves con los ojos del cariño que me tienes.
-No mima, no son mis ojos. De verdad estás de lo más bien, pareces otra persona.
Y realmente lo era, pero todavía no lograba ver en mí a una mujer hermosa.
-Necesito pedirte un favor Isa, sabes que no tengo a más nadie aquí.
-Dime mimi, ¿Qué puedo hacer por ti?
-Necesito que te ocupes de vender mi casa y te quedas con el 10 % de la venta.
-Ay Miriam cómo que vender tu casa, que sé yo de eso. Es mejor buscar a algún corredor o alguien que se dedique a eso.
-Mira, antes de darle el dinero a cualquier gente extraña, te lo doy a ti. Yo no tengo apuro, es que le des unas vueltas a la casa y la propongas por ahí. Todos los papeles están en orden es solo cuestión de dejarte un poder para que tú te puedas encargar de ese trámite en mi nombre.
Lo pensé un instante y no sabía cómo iba a agregar algo más a la lista de todo lo que hacía diariamente, pero tampoco podía decirle que no a Miriam.
-Está bien, vamos a ver qué tal se me da esto de vendedora. ¿Y para cuándo tienes pasaje?
-Para dentro de 15 días. Necesito que busques un transporte para que pases por la casa que hay algunas cositas que te quiero dar.
- ¿Qué cositas Miriam? Te conozco y sé lo mal que te portas.
-Nada niña, unas boberías, pero busca un camioncito no te vayas a aparecer con un carro.
- ¿Unas boberías? ¿Y necesito un camión para recoger unas boberías?
-Dale chica no seas majadera, oye vieja que difícil es regalarte cualquier cosa.
-Está bien, nada más que resuelva un transporte te llamo y dale, vamos a tomarnos un cafecito que ya casi hay que buscar a Vero.
Hablamos muchísimo y por primera vez fui completamente sincera con ella, le conté todas mis calamidades y ella no podía hacer otra cosa que abrir los ojos como platos.
-Qué clase de degenerado, y lo tranquilito que se veía. Pero tranquila que el karma existe, y ese las va a pagar todas.
- ¿Tú crees? A veces en esta vida el más bueno es el que más se jode. 
-No mima, no es así. Acuérdate de lo que te estoy diciendo, el que se va sin que lo boten, regresa sin que lo llamen, y arrastrado.
-Bueno, pues para acá que ni se le ocurra virar.
-Tranquila, apunta el día. Ese vira y tú vas a tener tu momento de decirle:  No, gracias.
Esa tarde con Miriam me recargó las pilas y el corazón. 
Guille me ayudó con lo de resolver el transporte y un sábado en la mañana se apareció en mi casa montado arriba de un camión de volteo.
-Niño ¿de dónde tú sacaste eso?
Le pregunté confirmando una vez más que lo que él no resolvía, no lo hacía nadie.
-Ni preguntes, monta que te quedas.
Llegamos a casa de Miriam y menos mal que Guille iba conmigo, porque ella me tenía media casa preparada para montar arriba del camión.
-Miriam y ¿todo esto? Podías haber vendido estas cosas y llevarte un dinero.
- ¿Qué vender de qué? Tú estás construyendo y con esto te vas a ahorrar muchísimo, además tú te lo mereces, ya deja la bobería chica.
-Gracias Miriam, no sé qué decir.
-No digas nada y vamos a empezar que si no les va a coger la noche.
Nos pasamos más de cuatro horas cargando cosas: muebles, el juego de cuarto de Miriam que a mí me encantaba y siempre se lo había dicho, muchísimas cosas para la cocina.
-Ay, por poco se me olvida lo más importante. Pipo ahí en el piso del cuarto está el aire y la máquina, eso también.

No me lo podía creer, ya eso era demasiado.
-No Miriam, yo no te puedo aceptar eso, eso cuesta una barbaridad de dinero. Además, nada más que terminemos lo que falta de construcción, ahorro y compro uno.
- ¿Puedes creer que no? Ahora viene el verano y la mosquitera y no es justo para Vero dormir con el calor que hace aquí. Además, así le puedes decir al desgraciado que se meta el de él tú sabes por dónde.
-Ay vieja, no es fácil lo tuyo.
Le di un abrazo inmenso como el corazón que ella tenía en el centro del pecho.
El día de su partida, la llevamos al aeropuerto y la despedimos entre lágrimas, risas y buenos deseos.
Logré terminar tercer año con dos revalorizaciones a cuestas, pero ya estaba oficialmente en cuarto. Tenía dos meses en los que solo debía preocuparme de trabajar y buscar dinero. 
Una mañana a mediados de julio, la seño del círculo me llamó y me dijo que fuera a buscar a Vero que había vomitado.
Yo estaba en la casa ese día así que salí para allá sin perder tiempo. Cuando la recogí, era evidente que se sentía mal.
-Ella estaba bien mamá y de pronto vomitó la merienda y parte del desayuno también, seguramente algo le cayó mal.
Hice un repaso mental de lo que había comido el día anterior y no me resultó nada alarmante. Llegamos a la casa, la bañé y se durmió.
Estaba esperando las tres horas después del vómito para empezar a darle sorbitos de agua, pero no me dio chance, otro vómito más.
Eran las dos de la tarde y pensé que, si Vero volvía a vomitar, arrancaba para el médico. Ella siempre había sido una bebé sana, ni siquiera fiebre le daba cuando la vacunaban, algún que otro catarro ocasional, pero nada preocupante.
En menos de dos horas, volvió a vomitar y sin pensarlo más salí para el hospital.
El cuerpo de guardia estaba repleto de gente, bebitos, niños más grandecitos y hasta adolescentes.
- ¿Cómo sigue la niña?
Me preguntó mi mamá que salió directo del trabajo para el hospital.
-Ahí, no ha vomitado más, pero la veo muy tiradita, ya me estoy preocupando.
- ¿Detrás de quién tú vas?
-De la muchacha que está vestida de amarillo.
-Espérate aquí.
La vi coger por entre la gente y meterse en la primera consulta que vio.
- ¡Isabel!
Me llamó haciendo señas con una mano desde la puerta de la consulta.
-Ven que esta doctora va a revisar la niña.
Nos recibió una doctora joven que examinó a Vero de la cabeza a los pies.
-A ver mamá, por lo que usted me ha relatado y el examen físico, la beba aparenta tener un virus estomacal, que son muy frecuentes en esta fecha. Por la edad de la beba la voy a dejar ingresada para observarla y estar atentos a cualquier complicación. Un cuadro de deshidratación en una niña pequeña es fatal.
Yo tenía las lágrimas en la punta de los ojos, pero no podía perder el enfoque. La doctora continuó su explicación y me entregó la orden de ingreso.
-Mami ve para la casa y recógeme lo que te voy a apuntar en este papel, yo voy a llamar a Guille a ver si puede pasarlo a buscar en la moto.
- ¿Llamo al padre?
-Ay mami haz lo que tú quieras, yo ahora mismo no tengo cabeza para él.
Me ingresaron con Vero en una sala con 7 bebés más, todos en su misma situación. 
Organicé las cosas y en menos de una hora vi a Guille entrar por la puerta de la sala como un loco.
-Niño ¿Cómo tú llegaste hasta aquí? Para acá dentro no se puede pasar.
-Shhh, le di un dinerito al de la puerta. Mira aquí están las cosas que me dio tu mamá y coge esto es para ti y para la niña.
Me entregó una bolsa con yogures, compotas, galletas de sal y unos jugos. También vi que había un termo pack y un termo con café.
-Eso es para que te lo comas, tu mamá me dijo que no habías comido nada.
-Ay viejo.
Ese amigo valía oro.
-Ay chica que feo está todo aquí, ni porque es un hospital de niños. ¿No ha vuelto a vomitar?
-No, vamos a ver cómo pasa la noche.
-Bueno yo me voy que le dije al moreno que no me iba a demorar aquí adentro. Mañana vengo. Si necesitas alguna cosa me llamas. No te preocupes por el trabajo que Yaqui te va a cubrir.




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