A solas con el alma

Capítulo 19: El Guille

A finales de Julio fue el cumple de Guille y organizamos una fiesta en su casa, un apartamentico pintoresco y decorado con muy buen gusto pero súper pequeño, así que estábamos como sardinas en lata.
Él estaba feliz, había conocido a un muchacho y la cosa iba medio en serio, lo único que continuaba quitándole el sueño era su hijo y la necesidad que tenía de tenerlo más en su vida, pero la mamá del niño no transaba.
¡Cuánto hubiese dado yo porque mi hija tuviese un padre de la talla de Guille! Hombre a todo, buen amigo, trabajador y siempre dispuesto a ayudar. Me constaba que no era candil de la calle y oscuridad de su casa como los hay, Guille vivía para su hijo y suplía su ausencia con regalos. Al niño no le faltaba de nada y él lo iba a ver en todos sus turnos de descanso. A veces lo acompañaba al círculo con la madre pero hasta ahí, nada de salidas ni visitas en su casa, mucho menos pernocta.
Ellos habían tenido una relación corta, cuando aún el Guille se consideraba bisexual y estaba tratando de encajar en este mundo de locos. Nunca le habló del tema y ella tampoco preguntó, a pesar de las señales.
Él no tenía más familia, hijo único y huérfano de madre y padre desde hacía años. Era un animal nocturno y solitario como él mismo se definía, así que cuando ella llegó con la noticia del embarazo, su vida cambió de órbita y comenzó a girar exclusivamente alrededor de ella y del niño. 
Antes de dar a luz se separaron, supuestamente ella no era feliz a su lado y necesitaba un tiempo. El tiempo, se llamaba Rubén y vivía en la esquina de su casa.
Después de recuperarse del cubo de agua fría, Guille entendió que no tenía sentido continuar fingiendo ser una persona que no era y decidió reanudar su vida. Conoció a un muchacho y comenzaron a vivir juntos. Cuando conversó con ella para explicarle la situación, ella decidió que él no era un buen ejemplo para su hijo y que sería mejor que tuvieran una relación “bajo supervisión”.
Guille accedió pensando que con el tiempo ella cambiaría su opinión y cedería, pero ya iban para cinco años en aquellas visitas con régimen penitenciario. 
-¿Guille y no has valorado la idea de ir a ver un abogado?
Le pregunté una tarde que venía de ver al niño y se le notaba la tristeza en los ojos.
-Es que yo no quiero que esa sea la relación con la madre de mi hijo Isa, a través de las leyes. Yo he tratado de llevar la fiesta en paz.
-Sí mi amigo pero a estas alturas es evidente que ella no quiere llevar la fiesta en paz ¿Hasta cuándo vas a estar así? ¿Hasta que el niño cumpla los 18?
Él bajó la cabeza meditabundo.
-Tú tienes razón, pero ¿Qué le voy a decir al abogado?
-La verdad Guille.
-¿Cuál verdad Isa? ¿Qué la madre de mi hijo no me deja solo con él porque yo soy maricón?
Me preguntó exaltado con las lágrimas a punto de brotarle de los ojos. Me partía el alma verlo así. 
-No Guille, que la madre de tu hijo te está discriminando por tu orientación sexual, que son otros cinco pesos. 
-Te voy a tener que llevar conmigo al bufete de abogados.
-Bueno, tú nada más me dices fecha y hora.
-Ay Isa tú con tus cosas.
-De verdad que dios le da barba a quien no tiene quijada Guille. Lo que daría yo porque el padre de Isa te llegara por lo menos a las chancletas.
-Bueno, pues no soy el padre pero soy el tío y no pienso discutirlo con nadie.
Así era Guille, amigo de sus amigos y familia de quien lo quería y se lo ganara. 
Pero volviendo a la fiesta, Guille cumplía 35 ese sábado.
Fuimos todos para su casa desde temprano a organizar las cosas y preparar la comida.
-Oye pero ¿Cuánta gente viene para acá? Miren a ver que aquí no cabe mucha gente.
Nos preguntó nervioso al ver la cantidad de refrigerios que habíamos llevado.
-Guille es mejor que sobre y no que falte, pero además ustedes comen cantidad no te hagas.
-Bueno, yo nada más les advierto para que después no se estén quejando de que no pueden caminar.
-Amor déjalas, ellas saben,  no seas cazuelero.
Lo tranquilizó Randy, el novio recién estrenado.
A las 8 empezaron a llegar todos los del trabajo botella en mano. 
-Caballero aquí hay más bebida que en el bar.
Comentó la cajera al ver la mesa del comedor que no cabía una botella más.
La noche avanzó y todo el mundo estaba contento, yo estaba animadisima después de casi una botella de vino que me había tomado prácticamente sola. No me preocupaba el regreso porque lo habíamos organizado con el mismo señor que nos recogía a la salida del trabajo y Vero estaba con mi mamá.
-Isa gracias por organizar todo esto mi amiga, de verdad que no me lo esperaba.
-No me puedo llevar todo el crédito Guille, todos pusieron un granito de arena. Tienes mucha gente que te quiere.
-Ay vieja no me digas esas cosas que me vas a hacer llorar.
Me dijo con los ojos brillando por la emoción.
-Por cierto ¿Qué te parece Randy?
Me preguntó. 
-Me gusta Guille, se nota que está conectado contigo y te cuida. No te pierde ni pies ni pisada. Pero lo importante es lo que sientes tú.
-Ay Isa yo creo que me enamoré.
Me dijo con las manos en la boca como un niño pequeño.
Me sentía feliz por mi amigo que al fin encontraba a alguien para compartir su vida.
-Me alegro por ti mi vida, tú te lo mereces. 
Le dije dándole un abrazo.
-Dale vamos para la sala que después dicen que yo te quiero acaparar.
Bailamos hasta el cansancio en aquella sala minúscula y reímos de todas las ocurrencias de Guille. Nos fuimos cerca de las tres de la mañana después de ayudar a recoger un poco la casa que parecía como si un tornado hubiese pasado por allí.
Vero me dio el de pie a las 9 de la  mañana y mi día comenzó a pesar de mi cansancio. 
Ya habíamos terminado la cocina y era el centro de la casa, el espacio más grande y el que más me gustaba también. Poco a poco la casa iba cogiendo forma y ya se distinguía lo que llegaría a ser, la casa de Vero, su lugar seguro. 
Me prometí que nunca más recogería mis cosas y viviría en casa de nadie, no hay nada como lo propio, de donde nadie puede sacarte.
Ese domingo yo trabajaba y por lo general eran noches animaditas, increíblemente las personas salían más los domingos que los sábados. 
Nada más que llegamos el jefe nos estaba esperando, reunión sin previo aviso y eso no era buena señal.
-Señores hoy tenemos que ponernos las pilas, hay inspectores regados en la calle buscando cualquier problema y ya yo activé mis contactos pero igual no podemos fallar. Por otro lado, tenemos un cambio en el equipo de seguridad, Maykol se fue y hoy llega un muchacho nuevo; recíbanlo y háganlo sentir como en casa por favor. Eso era lo que quería decirles así que nada, cualquier cosa estoy en la oficina.
-Ya tú sabes, Maikol ni avisó que se iba.
Se quejó la cajera que le tenía el ojo tirado al muchacho de seguridad desde el primer día pero no había tenido suerte.
-Nada niña, ya te dije que te pusieras para Oscar, un novio cocinero es lo que tú necesitas.
-Mira Guille, lo que yo necesito es un novio, da igual a lo que se dedique que en cualquier momento me coge telarañas.
-Bueno, no te sientas mal que no vas a ser la única.
Le dijo a la cajera y me miró de reojo.
-Para acá ni mires, yo estoy jubilada de esos temas.
Le respondí mientras picaba los limones.
-¿Qué jubilada de qué con esa juventud? Aprovecha niña que cuando te coja la menopausia como a mí la cosa cambia. Hazme caso.
-Hola buenas tardes.
Nos interrumpió una voz como de locutor de radio.
Los tres levantamos la vista y no pudimos evitar quedarnos con la boca abierta.
-Estoy buscando al dueño, yo soy el muchacho nuevo de seguridad.
Guille fue el primero en saludar, como siempre rompiendo el hielo de todas las situaciones.
-Mucho gusto hermano, Guille para servirte. Ella es Mabel la cajera y esta señorita es Isabel, la otra bartender.
Le hizo un gesto rápido a Mabel con la cabeza a modo de saludo y me clavó los dos ojos encima.
¡Qué par de ojos! Par de hombros, par de brazos y par de cejas.
-Mucho gusto Isabel. 
Mi nombre sonaba bonito en sus labios, como una melodía.
-Bienvenido.
Le dije y seguí con mis limones.
Cuando lo perdimos de vista, Guille al que no se le iba una, me cogió del brazo y me preguntó.
-Ven acá mi vida ¿Tú no eras la que estaba jubilada?
Nos echamos a reír con ganas y al escucharnos,  él volteó la vista y la dirigió nuevamente hacia mí.
-Ayyyyy.
-¿Qué pasó niña?
Gritó Guille asustado. 
Por poco pierdo un dedo con el cuchillo cuando sentí la mirada de aquel hombre.




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