A solas con el alma

Capítulo 21: La sorpresa

El aire se cargó de tensión cuando lo vi entrar en mi casa,  su presencia era como un eco del pasado que yo hubiese querido olvidar, de no haber sido por Vero lo habría extirpado de mi vida como un tumor maligno.
-Hola Isa ¿cómo están?
-Todo bien.
-¿Y Vero? ¿No ha llegado del círculo?
-No, ahora a las cuatro la busco. ¿Qué querías hablar conmigo?
-Mira yo voy a estar un tiempo fuera, por lo menos un mes. Te lo digo para que sepas que no voy a pasar por aquí.
Lo miré impasible, mi rostro era una máscara de indiferencia que ocultaba el torbellino de emociones que se agitaba en mi interior. Cada parte de mi ser quería gritarle y echarlo de mi vida para siempre, pero algo en su mirada me recordaba los días felices que una vez compartimos, también las mentiras, la traición y todo el dolor que me había causado.
-Eso no va a ser nada nuevo, así que no entiendo por qué tanta anunciadera.

Sabía que tenía que controlarme, por mucho que se me había endurecido el corazón, seguía sintiendo una rabia inmensa hacia Él y ese dolor seguía siendo señal de todo el amor que me había tenido que arrancar de adentro.
Mi deseo más profundo era un día mirarlo y no sentir nada, ni siquiera odio. Pero todavía ese día no llegaba y no podía evitar lo que estaba sintiendo, aquella mezcla de enojo, decepción y frustración al mismo tiempo.
-Mira solo vine a decirte eso y a despedirme de Vero. No estoy para tus pullitas.
-Bueno mira, estás de suerte. Ahí viene con mi mamá. Puedes despedirte y desaparecer.
Él me lanzó una mirada difícil de traducir. Se acercó a mi mamá que traía a Vero cargada, pero cuando le extendió los brazos, la niña metió la cara en el cuello de su abuela. 
-Ven con papá Vero.
Le pedía una y otra vez sin éxito.
Aquella situación no me resultaba divertida, hubiese querido que Vero tuviera un papá de los que abren los brazos y los niños corren hacia ellos. Mi hija no tenía eso, Él era alguien que de vez en cuando la visitaba y le hacía algún que otro guiño en el cachete, una figura lejana que le regalaba juguetes una vez al mes.
Después de intentarlo par de veces más, se acercó a mí y me dijo  lleno de dolor.
-Todo esto es culpa tuya que seguro le llenas la cabeza a la niña de boberías.

No pude más que reír ante tamaña estupidez.
-¿En serio? ¿No te das cuenta que con tu actitud nadie tiene que llenarle la cabeza a Vero? ¿Qué tú solo te has desaparecido de su vida? 
-Sí claro, si tú lo dices. Mira Isabel, mejor me voy.
-Sí hazlo, que eso es lo que mejor se te da a ti.
Volteé la espalda y entré en la casa. Aquella situación me seguía afectando demasiado, más de lo que yo misma quería admitir.
-¿Hasta cuándo va a ser esto mami?
Le pregunté con un cansancio en el alma tremendo. 
-Vas a ver qué el día que menos te lo esperes todo esto va a ser un recuerdo lejano.
-¿Tú crees? Porque a mí me da la impresión que siempre va a ser así.
-No mija, ellos no tienen tanta resistencia. Tú enfócate en tu vida y en tu hija, que de lo demás se encarga el tiempo.
Ese lunes llegué al trabajo y ya Guille estaba acomodando el bar.
-Eh ¿Y eso tú tan temprano aquí?
-Nada qué pasé por casa del niño pero la visita fue más corta de lo que pensé. 
-¿Qué pasó Guille?
-Ay Isa ya yo no puedo más con esta situación. Mañana es el cumple de Anthony y llevo más de un mes dándole dinero a la madre porque, según ella, el niño quería una fiesta; fiesta a la que sé que yo no estaba invitado pero no me importaba si era lo que Anthony quería. Resulta, que hoy llego a su casa y me dice que ya no va a hacer cumpleaños, que se van para Varadero hasta la semana que viene. 
-Ay Guille.
-¿Tú sabes cómo yo me siento? Que ni siquiera voy a poder ver a mi hijo el día de su cumpleaños, no me importa ni que me haya engañado para quitarme los cuatro pesos, pero coño que me deje ver al niño por lo menos chica.


Se le salían las lágrimas una detrás de la otra, mi amigo no se merecía eso, tristemente, a veces las mujeres también nos equivocábamos y a veces los hombres también lloraban.
-¿Te dijo a qué hora se iban?
-A las seis de la mañana.
-Pues listo, salimos del bar y vamos para allá con cake y todo. ¿Qué te parece?
-Niña ¿pero tú estás loca?
-No mi amigo, yo lo que quiero es verte feliz. 
Lo planificamos todo y Randy consiguió un cake y unos globos de feliz cumpleaños. Los llevó para el bar y el plan era salir todos al terminar el turno directo para casa de Anthony, le íbamos a hacer un asalto sorpresa. 
Los lunes eran noches tranquilas, algunas parejas y dos o tres infieles escondidos en las columnas pero sin mucha agitación. 
Estaba preparando una Caipiroska cuando la voz de César me interrumpió.
-¿Te puedo aceptar la invitación que me hiciste ayer?
-¿Invitación? Me perdí.
Realmente no sabía de qué me estaba hablando.
-Al café. No me vendría nada mal uno.
-Ahh, sí sí ahora mismo te lo preparo. Déjame terminar con este trago.
-No hay problema, tómate tu tiempo.
Me miraba como si yo estuviera preparando una sustancia química, como si fuese una alquimista con un conocimiento antiguo. 
-Listo, déjame preparar tu café. ¿Expresso o capuchino?
-¿Cuál crees que me guste más?
Me preguntó como haciendo alusión a algo más que a una simple taza de café.
-Bueno no te conozco mucho pero me atrevería a decir que el Expresso.
-Lo de conocerme se puede solucionar.
Me soltó de pronto. 
-Estábamos hablando de café ¿No?
Le dije para tratar de que la conversación no se saliera de control.
Él sonrío con picardía y se arregló el cuello del pullover negro del uniforme, que dejaba entrever una cadenita de oro muy fina. 
-Expresso, diste en el clavo. 
Me dijo y yo levanté la vista rápidamente de su cuello a sus ojos.
-Perfecto. Ahora mismo te lo preparo.
-Por cierto y si no es mucha indiscreción preguntar ¿Es el cumpleaños de alguien del turno?.
-Noo, es el cumple del niño de Guille y vamos a ir a darle una sorpresa cuando salgamos de aquí. 
-Ah qué bien.
Después de meditarlo un instante le dije. 
-Si quieres, puedes venir con nosotros, digo si no tienes nada más que hacer.
Pensé que era de mala educación no invitarlo, al fin y al cabo íbamos casi todos, y él era uno más del turno, solo uno más.
A César se le iluminaron los ojos cuando me escuchó.
-Bueno si no es molestia, me encantaría ir con ustedes. 
-Lo que tienes que cantar felicidades y llevar un globo ¿Tienes algún problema con eso?
Le pregunté burlona.
-Para nada. Si voy a poder verte un rato más ¿Qué problema voy a tener?
Se tomó la taza de café mirándome a los ojos.
-Exquisita, la mejor que me he tomado en mi vida.
Me dijo y se fue para su lugar a vigilar a todo el mundo con ojos de halcón.
Media hora antes de cerrar, llegó Randy y nos organizamos. Él y Guille se irían en la moto y el resto nos apretábamos en el carro de la recogida. 
Cuando nos íbamos a montar, 7 muchachas en un mismo carro, César se acercó a mí.
-Si quieres puedes venir conmigo, yo tengo otro casco. 
Guille que no se perdía una, me hizo un  gesto con las manos como empujándome para arriba de la moto.
-Fijate bien César, yo no me puedo hacer ni un arañazo que tengo una niña que criar.
Me miró con paciencia.
-Tranquila, yo manejo bien. Aprendí a montar bicicleta antes de caminar, así que vas segura. 
Rezando tres padres nuestros me puse el casco y me monté.
Íbamos en caravana todos detrás de Guille, nada más nos faltaba pitar para que pareciera una boda.
Llegamos a la casa del niño y a pesar de ser las 5 de la mañana, tenían la luz del portal encendida y se notaba movimiento dentro de la casa. 
Guille llamó a la madre y le pidió que saliera un segundo. Cuando ella abrió la reja del portal venía con una mirada de rabia y lista para formar un lío. Se contuvo al ver la banda con la que venía el Guille. Él no estaba solo.
-¿Qué tú haces aquí a esta hora Guille?
Le preguntó entre dientes y en voz baja para que nadie la escuchara.
-¿Qué crees? Vine a ver a mi hijo.
En eso el niño se paró en la puerta, primero confundido por lo temprano que era, pero cuando vio a Guille en la acera se mandó a correr y le pasó por el lado a la madre sin que lo pudieran aguantar.
-¡Papaaaaaaaaaaaa!
Se le enganchó del cuello al padre y juro por Dios que el mundo se me detuvo. Aquellos dos seres se amaban, profunda y sinceramente; un amor limpio más fuerte que todas las adversidades. Guille era un padre de los que abría los brazos, el padre que yo hubiese querido para Vero y que cualquier madre quisiera para su hijo. Cualquier madre menos ella. 
A coro, todos empezamos a cantar un “Felicidades Anthony en tu día, que lo pases con sana alegría". Randy sacó el cartel de feliz cumpleaños y Mabel prendió una vela. 
Parecíamos un coro de gente loca a esa hora en la calle.
-Felicidades campeón. 
Le dijo Guille al niño mientras Randy sacaba del maletero del carro una bicicleta. 
-¿Te gusta?
-Me encanta papi. Gracias.
Le decía pero sin soltarlo, Anthony no se le había despegado del cuello a Guille en ningún momento. A leguas se veía la necesidad que tenía de tener más contacto con su padre.
-Bueno Guille ¿Ya se acabó el show? 
Le preguntó ella con los brazos cruzados.
-Anthony dale que tenemos que irnos y te tienes que vestir.
-Yo me quiero quedar con mi papá.
Presentía que se iba a formar una gorda allí pero una vez más, el Guille sacó fuerza de donde no había y en una demostración de la grandeza que  tenía como padre y ser humano le dijo al niño:
-Pipo, hazle caso a tu mamá. Yo te llamo y te vengo a ver nada más que tú llegues.
El niño lo meditó un instante pero no estaba convencido.
-Dale pipo que cuando vires te voy a tener una sorpresa. 
-Está bien papá.
Lo abrazó y entró en la casa.
-¿Había necesidad de este show?
Le volvió a preguntar ella de mal humor.
-Claro que había necesidad, tú no me has dejado más alternativas. Y fíjate bien, tú también vas a tener una sorpresita cuando regreses. Vamos caballero.




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