A solas con el alma

Capítulo 28: El encuentro

César me dejó en la puerta de mi casa sana y salva. Más sana que nunca y más a salvo que cada día de mi vida pasada.
Lo besé sin pensar en vecinos chismosos ni personas indiscretas, poco a poco me iba despojando de todas las cosas que no importaban en mi vida, que no contribuían a mi felicidad. 
Cuando mi mamá me vio entrar, se me quedó mirando detenidamente.
- ¿Estás bien mija?
-Mejor que nunca mami.
Me di un baño y cogí un cinco antes de buscar a la niña al círculo.
Vero me recibió feliz y pasamos por el parque antes de llegar a la casa. Esos dos días de descanso se fueron volando, el patio llevaba más trabajo del que habíamos planificado en un inicio y eso se traducía en más presupuesto.
Hablaba cada cinco minutos con César y hubiese querido verlo, pero tenía que hacer demasiadas cosas.
Me quedaban menos de 15 días de vacaciones y septiembre iba a llegar intenso, cuarto año no era difícil, pero con todo lo que yo tenía encima, hasta preescolar resultaba complicado. 
El miércoles salí a las 5 y media de la tarde para el trabajo, iba pensando en las musarañas y en mi karateca cuando parece que, de tanto nombrarlo en mi mente, se materializó frente a mí. 
-Venía pitándote, pero no me hacías caso.
Se bajó de la moto y me besó como si llevara siglos sin verme.
-La verdad no presto mucha atención a los pitos en la calle, si no tendría que estar como un ventilador con la cabeza de un lado a otro.
Me miró divertido.
-Oye, me avisas para poner una posta de vigilancia afuera de tu casa.
-Jajaja, ya quisieras.
-Dale monta. 
Me dijo sacando un casco nuevo de la mochila.
-¿Y esto?
-El tuyo, hoy lo compré ¿te gusta?
Era idéntico al suyo lo que en azul.
-Me encanta, parece que voy a correr como la gente de tres metros sobre el cielo.
-Mira y esto es para Vero.
Me dijo entregándome un peluche y unos chocolates.
-Gracias César no tenías por qué.
-No te iba a comprar algo a ti y a ella no. Además, tengo que irme ganando a la criatura.
Ese comentario hizo que el estómago me brincara, pero me subí detrás de él y arrancó. No sabía definir qué éramos César y yo, pero no lo necesitaba y al parecer él tampoco. Esa tarde entramos por la puerta del bar de manos, como si fuéramos a robar un banco.
Sandra casi infarta al vernos y al momento se formó el cuchicheo, pero yo ciega, sorda y muda. 
César me dejó detrás de la barra con Guille y antes de irse me besó la mano.
-Más tarde te veo. 
Me dijo mientras me guiñaba un ojo.
-¿Cómo estás Isa?
-Bien Guille, mejor de lo que me esperaba.
-Ya veo, por lo visto hubo avances en estos días con karate kids.
-Jajaja ay Guille, no le digas así, mira que mete tremendas patadas.
-Sí ya vi, ahí tienes la versión cubana de Bruce Lee. Dios Todopoderoso niña. Por cierto, Randy quiere hacer una comidita en la casa para celebrar que ya está la demanda. Mija el abogado metió con todo, ella se va a morir cuando vea eso.
-Muy bien, me parece correcto.
- ¿Vas a venir verdad?
-Claro mi amigo.
-Y traes a César.
Lo miré de medio lado.
- ¿Quéee?
Me dijo.
-Nada que te encanta el chuchuchu.
-Oye después de como ese niño se ha portado contigo, conmigo por lo menos las tiene todas de ganar.
Era cierto lo que decía y eso que no sabía los detalles más íntimos. César era lo máximo, afuera y adentro de la cama.
-Isa te buscan aquí afuera.
Me avisó Sandra interrumpiendo la conversación y con cara de pocos amigos. No era para menos, sus planes de conquista habían rodado por el suelo. 
Me resultó raro una visita en el bar y más a esa hora. Me sequé las manos y salí.
Venía con toda mi alegría a flor de piel y segregando endorfinas con cada paso. Cuando bajé los escalones del bar, allí estaba Él.
-Hola Isa.
¿Han sentido la sensación de venir en una guagua a toda velocidad y frenar de pronto? Como si el cerebro se moviera hacia delante y hacia atrás de repente. Bueno, así mismo me sentí en ese momento. 
- ¿Qué haces tú aquí?
Le dije con toda la acidez de un campo de limones. 
-Wao tremendo recibimiento.
Respondió visiblemente afectado por mis palabras.
Crucé los brazos encima del pecho y esperé que explicara los motivos de su visita repentina.
-Regresé antes de tiempo.
-Sí ya veo.
- ¿Y la niña?
-En la casa, obviamente aquí no está.
-Isabel ¿Podrías dejar la hostilidad un segundo?
Respiré y conté hasta mil por enésima vez.
-Es que sigo sin entender qué haces aquí.
Bajó la cabeza y miró a un lado y a otro de la calle.
-Ni siquiera has preguntado por qué regresé antes.
-Es que sinceramente, no me interesa en lo más mínimo, si vas, si vienes, me da igual.

No me creía que aquellas palabras estaban saliendo de mis labios sin esfuerzo y sin fingirlas. 
-Ya veo que no te interesa nada que venga de mí.
Me dijo con voz lastimosa y yo no estaba para aquel debate.
-Mira, tengo que trabajar, dime a qué viniste de una buena vez.
-Vine a verte Isa.
Lo miré y no daba crédito a lo que estaba escuchando.
-Yo…regresé por ti.
No, no, no, ya aquello era demasiado.
Le iba contestar pero sentí una voz a mis espaldas.
-Isa ¿Todo bien?
Me quedé paralizada, César estaba parado en la puerta del bar y ya estaba con el uniforme puesto, nada más le faltaba la cinta negra en la cintura.
Me giré para responderle y ya lo tenía al lado mío.
Él se quedó en blanco sin entender nada.
Pensé que era un buen momento de hacer las presentaciones, al fin y al cabo, Él había cogido mi centro de trabajo como Club Social y en mi caso, aquello era una mera casualidad, estaban en el momento y el lugar adecuado.
Él miró a César de arriba a abajo y pretendió continuar la conversación como si nada. Lo interrumpí bruscamente.
-César, te presento al padre de Vero.
Esa era toda la importancia que le iba a dar.
Cesar le extendió la mano.
-Mucho gusto.
Él se quedó sin articular palabra, pero con su prepotencia habitual le dio la mano y le preguntó en el medio del apretón.
- ¿Y tú eres?
-Ya te dijeron hermano, César, el novio de Isa.
¡Tierra trágame y escúpeme al otro lado del mundo!
Él abrió los ojos como platos y pasaba la vista de mi cara a la cara de César una y otra vez. En su rostro se dibujó lo que parecía un principio de infarto. 
Me tocaba intervenir a mí.
-Ahora entro César, si Guille pregunta dile que en un minutico estoy con él.
-Está bien amor.
Me dijo pasándome la mano por la espalda. Inconscientemente mi cuerpo reaccionó al contacto de sus dedos como hacía siempre, no fue una acción ensayada era más bien un acto reflejo, no lo podía evitar.
- Como han cambiado las cosas por aquí.
La ironía en su voz era palpable y se podía cortar con un cuchillo la tensión que había en el aire. 
-Ya ves, la vida cambia para todos.
Él tampoco estaba ensayando, el rostro lo tenía macilento y las palabras se le empezaron a enredar.
- ¿Cuándo puedo pasar a ver a la niña?
-Mañana podría ser, después de las tres.
-Está bien, allí estaré. 
Le di la espalda para entrar al bar y sentí su mirada aún clavada en mi nunca. Se había quedado de piedra, inmóvil parado en la acera.




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