A solas con el alma

Capítulo 35: Señor Pony y Míster Panda


Cuando César me dejó en la casa esa madrugada algo había cambiado entre nosotros. Se podía sentir en el aire, en la respiración y en su forma de besarme que éramos algo más que el día anterior. 
-¿Sabes qué?
Le dije sin darle muchas vueltas a la idea en mi cabeza.
-Hoy por la tarde ven un poco antes a recogerme.
-¿Y eso por qué? ¿Hay que entrar más temprano?
-No César, para que conozcas a mi mamá y…a Vero.
Él sonrió al escucharme decir esas palabras, sabía que era una decisión que yo no había tomado a la ligera. Le estaba abriendo las puertas de mi vida entera y eso no era cosa de juego.
-¿Y bueno? ¿Vas a decir algo?
Le pregunté al verlo sonriendo en mute.
-Es que no me lo esperaba.
-A ver, si no quieres, no hay problema yo…
-No Isa, no. Me malinterpretaste. Claro que quiero es que no pensé que me fueras a pedir eso nunca. 
-Bueno, ya ves, la vida te da sorpresas.
-Y a mí me ha dado dos sorpresas inmensas en menos de 24 horas. Espero que no me las cobre luego.
Lo despedí de mala gana, cada vez me costaba más separarme de él.
Cuando mi mamá se despertó para el trabajo le conté el plan de la tarde a ver si podía llegar un poco más temprano, sobre las tres más o menos.
Llevé a Vero al círculo, arreglé toda la casa y preparé algunas boberías para picar con el visitante.
Sobre las dos me bañé y fui a recoger a Vero, estaba nerviosa porque la verdad no sabía cómo ella iba a reaccionar. Era una niña súper sociable pero cuando decía a no mirar a alguien, era caso cerrado.
Mi mamá llegó del trabajo y a la media hora César tocó la puerta de mi casa.
-Hola amor. 
-¿Y todo esto César?
Venía con flores, un vino y una bolsa que no podía adivinar su contenido.
-Mi papá me enseñó que no se llega con las manos vacías a una visita. 
-Bueno, bien por tu papá.
Le dije sonriendo.
-Muchas gracias por las flores están bellas.
-Amor, las flores son para tu mamá, lo tuyo está en la bolsa.
-Oh, ya. Ok.
Entramos y mi mamá estaba en la sala esperándolo.
-Mira mami este es César.
-Mucho gusto corazón, Elena.
Lo saludó con par de besos en la cara.
-Mire estas son para usted.
Cesar le entregó las flores y a mi mamá los ojos le brillaron.
-Ay mijo gracias, hace años que nadie me regalaba flores. Déjame ponerlas en agua.
Fue para la cocina con su ramo toda feliz a buscar un búcaro.
-Eres tremendo, ya te la ganaste.
-Bueno, me queda una.
-Espérate un momento.
Salí a buscar a Vero que andaba en el patio cocinando con unas piedras y unas hojas de orégano.
-Mira Vero, él es César un amigo de mamá.
La niña lo miró curiosa de arriba abajo.
-Hola muñeca, te pareces mucho a tu mamá. ¿Cuántos añitos tienes?
Vero levantó el dedo índice y se echó a reír escondiendo la cara en mi cuello. Yo sabía lo que significaba aquel gesto, pronto habría más de una enamorada adentro de aquella casa.
-Mira esto es para ti.
César le entregó un caballo de peluche hermoso, con una cola rosada y en la crin una trenza llena de estrellas doradas. Hasta a mí me gustaba el pony, Vero se volvió como que loca,
-Callallo, callallo.
Iba gritando por toda la casa.
-Bueno parece que le gustó.
Me dijo mirando extasiado a Vero.
-No tenías que traer nada, César. 
-Yo sé, pero quise tener un detalle con ustedes. El tuyo está en la mochila, pero creo que es mejor que lo veas en privado.
Me dijo bajito paro que nadie lo escuchara. Ya me imaginaba que mi detalle tenía un carácter más íntimo.
Casualmente, estaban poniendo la película animada Kung Fu Panda en el televisor, porque así es la vida, llena de casualidades. 
Vero estaba entretenida con sus muñequitos y en una escena donde el oso panda comienza una pelea de artes marciales, a mí se me ocurrió la brillante idea de decirle que César sabía hacer lo mismo que él.
El resto de la visita fue Vero pidiéndole a César que levantara la pierna igual que el panda, y él no pudo negarse a hacerlo más de veinte veces. Es que realmente no había ser humano que se negara a las caras de mi hija cuando quería algo. 
De ahí pasaron a cocinarle comida al señor pony a base de piedras y más hojas de orégano. 
-Mima me cayó de lo más bien César.
Me comentó mi mamá aprovechando que Vero lo tenía monopolizado y no nos iba a escuchar.
-Sí mamá, él es un sol. Lo que tú sabes que escobita nueva barre bien.
-Isabel estás de madre, él parece buen muchacho.
-Sí mami, al principio todos lo parecen.
-Mija, pero disfruta y espera a que los problemas lleguen, no salgas tú a buscarlos.
-Tranquila, yo sé. Y no te preocupes que yo estoy disfrutando, pero con los pies bien atornillados a la tierra.


Lo que yo estaba viviendo con César era espectacular y me tenía soñando despierta, pero sentía que nunca más iba a poder empezar nada en mi vida sin analizar milimétricamente cada aspecto. Los pros y los contra que se me ocurrieran eran valorados en mi mente uno detrás de otro. 
Hoy sé que esa es otra de las consecuencias de crecer y madurar, pensar bien las cosas antes de tomar decisiones significativas.
A las seis de la tarde preparé mis cosas para irnos al trabajo.
-Bueno mijo fue un placer, cuando quieras venir de nuevo esta es tu casa.
Le dijo mi mamá despidiéndose de él.
-Gracias yo la pasé muy bien la verdad así que espero repetir pronto.
Llamamos a Vero para que se despidiera.
Él se agachó hasta llegar a su altura, cosa que me llamó la atención porque casi todos los adultos lo que hacen es bajar la cabeza para hablar con los niños o inclinarse.
Cuando estaba del mismo tamaño que Vero, le dijo:
-Me voy Vero, pero espero verte pronto. Mientras tanto cuida al señor pony y pórtate bien.
Ella fue hasta su cachete y le plantó un beso espontáneo.
Yo miré a mi mamá y ella me devolvió la mirada sorprendida.
-Vero despídete de mamá que me voy a trabajar.
Se colgó de mi cuello y me dio un beso grande diciéndome un secreto al oído, en su lenguaje particular. Me sonreí al comprender lo que ella quería y miré a César.
-Dice que si el muchacho puede dar otra patada.
Sin pensarlo dos veces, César levantó la pierna y cortó el viento a la mitad.
-¿Contenta?
Le preguntó a Vero y sus aplausos como única respuesta fueron suficientes para él.




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