A solas con el alma

Capítulo 36: El regalo


-¿Qué te pareció mi familia?
Le pregunté a César en cuanto llegamos al trabajo.
Se quedó callado un segundo y me contestó.
-Tienes una familia hermosa. Isa yo tengo que hablar contigo de algo que….
-¡Qué bueno que llegaste!
Nos interrumpió Guille que venía corriendo hacia nosotros.
-¿Qué pasa niño y esa emoción?
Le dije al ver la expresión de su cara como si fueran a repartir dinero ese día.
-Niña, Mabel se va a casar.
-¿A casar? ¿Cómo qué casar? ¿Con quién?
-Con Oscar niña, ¿Con quién va a ser?
Abrí la boca sorprendida por la noticia, ellos llevaban si acaso dos meses saliendo, pero bueno ¿Quién era yo para juzgar las premuras del corazón?
-Bueno que bien por ellos, vamos a felicitarla. ¿vienes amor?
Me giré a preguntarle a César que no había dicho ni pío.
-Ahora, ahora voy, ve adelante que le voy poniendo el candado a la moto.
Lo dejamos solo en la acera y entré al bar con Guille.
-Oye, ¿A César le pasa algo?
-No que yo sepa ¿Por?
-Es que está raro mija, cuando él está contigo siempre tiene la cajetilla afuera.
-No sé la verdad, hoy lo llevé a la casa a conocer a Vero y a mi mamá.
-¿Y?
-Aparentemente, todo estuvo bien. 
-Ya te digo yo que a él le pasa algo.
Me quedé pensativa mirando a la puerta y recordé que, un instante antes de Guille llegar, César me había querido decir algo.
La futura novia estaba feliz y nerviosa como una quinceañera.
-Ay Isa, ya yo no me esperaba que esto me pasara a mí.
-¿Por qué dices eso Mabe?
-Mija porque a mi edad ya estas cosas no pasan. 
-A tu edad y a cualquier edad, las cosas pasan cuando tienen que pasar. ¿Tienen pensado hacer boda de pipipi y todo?
-Bueno queremos hacer algo sencillo. Realmente lo que nos apura es vender el apartamentico de Oscar y con un dinerito encima ampliarnos. Porque para mi casa no puede ir mija y en la suya no cabe ni él.
-¿Sabes qué? Quizás yo tenga la solución. Una amiga está vendiendo un apartamento en un primer piso, súper bueno. Tiene dos cuartos y medios, patio, la cocina y el baño están nuevos de paquete, ningún detalle de construcción, nada.
-¿El de Miriam?
Me preguntó Guille.
-Sí ese mismo, ella me dejó un poder para que se lo vendiera lo que la verdad yo no he tenido tiempo de ponerme en eso.
-Ese apartamento está buenísimo Mabe.
Le confirmó Guille.
Al decirle el precio a Mabel se le iluminaron los ojos. Realmente era una ganga para las condiciones que tenía.
-Si quieres en estos días paso por allá y le tiro unas fotos para que lo veas bien.
-Ay Isa te lo voy a agradecer y ya de paso se lo enseño a Oscar.
-Ok Mabe yo te digo cuando vaya.
La tarde se fue volando y casi no me tropecé con César en ningún momento. Ese turno le tocaba afuera del bar y eso, sumado a que yo sentía como que me estaba evitando, dio al traste en que casi a las tres de la mañana fue que choqué con él.
-César ¿Está todo bien?
-Sí amor, ¿Por qué?
-Es que en toda la noche no hemos cruzado ni dos palabras, ni café has tomado hoy.
-Es que no me he podido mover de allá afuera, Rudy y yo estamos solos hoy.
-Sí me di cuenta. Bueno nada, necesito en estos días que me des botella a donde yo vivía antes.
Me miró confundido.
Le expliqué la situación con la casa de Miriam y quedamos en ir en el próximo franco. No pude evitar notar que realmente, César estaba raro. 
En todo el trayecto hasta mi casa, no dijo ni una sola palabra, venía con la vista fija en la carretera y traía todo el cuerpo tenso, lo podía notar a través de la chaqueta.
-César ¿en serio no te pasa nada?
Le pregunté al bajarme de la moto.
Él suspiró como pensando la mejor manera de decirme lo que tenía en la cabeza. 
-Isa hay cosas de mí que yo no te he dicho aún.
El alma se me cayó al piso. Todos mis miedos estallaron en mi cabeza y esa vocecita que tantas veces me advirtió de bajar la velocidad, me estaba chillando al oído. 
Lo miré con seriedad y le dije lo más calmada que pude.
-Bueno, creo que es momento entonces que me digas.
Nunca había visto esa expresión en sus ojos, llenos de dudas, confusión y temor. Tomó aire como para llenarse de valor y me dijo.
-Isa, yo no puedo tener hijos.
Su respuesta me dejó descolocada, porque esperaba cualquier cosa menos eso. 
-Yo no te había dicho nada porque realmente no venía al caso. Pero hoy después de conocer a tu familia, a Vero, no sé, eso me movió cosas adentro.
-César.
Le dije mientras lo abrazaba con ternura. Todavía no me recuperaba del susto que había pasado. 
-Mira Isa yo entiendo si eso te hace cambiar de parecer, no vas a ser la primera que lo haga. Y créeme que esto era algo que ya yo había aceptado para mi vida, es solo que cuando te vi con Vero, por un segundo me imaginé cómo sería un niño tuyo y mío, con tus ojos y tu boca. 


Me sonreí pensando en la idea, pero en lugar de un niño igual a mí, yo imaginaba uno como él, trigueñito y karateca. 
-A ver amor, eso no va a cambiar lo que yo siento por ti, ni lo que tenemos tú y yo.  
-Sí Isa, a lo mejor piensas así ahora, pero de aquí a un tiempo, si cambias de idea mi situación no va a cambiar.
Lo pensé y realmente no veía que aquello fuera un problema en mi vida.
-César, yo no sé si yo quiero tener más hijos tampoco. 
Le dije entre dientes.
Él me miró y lo que para otra persona hubiesen sido palabras dolorosas y definitivas, para él sonaban a vida y a esperanza. 
Aún arrecostado a la moto me abrazó. 
-Parece que me saqué la lotería contigo.
Me dijo.
-Jajaja como te lo recetó el doctor baby.
-Me has quitado un peso de encima Isa. No puedo imaginar que exista algo en esta vida, que tú quieras o necesites y que yo no sea capaz de darte. 
Si él supiera que me había entregado más de lo que yo misma pensaba necesitar y que, sin proponérselo también me había librado de una responsabilidad enorme. 
-Por cierto.
Le dije.
-No me enseñaste mi regalo.
-Ah verdad, es que con todo esto se me había olvidado.
Buscó en la mochila y sacó una cajita blanca.
-Ábrelo. 
En su interior había una Pandora bella y reluciente. Me encantaban y eran las prendas del momento, pero yo tenía cosas más importantes en las que concentrarme que la bisutería. A pesar de tener buen salario, todo se iba en Vero y en la construcción, iba a pasar un buen tiempo antes de pensar en alguna otra cosa.
-César está preciosa.
-Dame la mano para ponértela.
Me fijé que llevaba un charm colgado, un corazón con un grabado en la parte de adentro: “Tú eres la magia de mi vida”.
Me puso la prenda y tal parecía que había sido fabricada para mi muñeca, me encantaba como se sentía sobre mi piel y más aún que se había tomado el trabajo de personalizarlo, no era un simple pulso caro, era un recordatorio que entre él y yo había nacido algo inesperado, algo mágico.
Me emocioné con aquel detallazo y recordé lo que me había dicho hacía tiempo: César era un romántico; quizás el último de los románticos y era solo para mí.




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