A solas con el alma

Capítulo 37: ¿Quién dijo que todo está perdido?

Llegó septiembre y reinició mi locura. Me sentía como en un remolino de un lado a otro, sin poder parar de girar. Lo único bueno que tenía ese año era que las clases eran en la sesión de la tarde, así que tenía un tin más de tiempo para descansar.

La primera vista del juicio de Guille fue todo un éxito, la presidenta del tribunal convenció a la madre del niño de que aceptara su demanda con argumentos muy convincentes, ella no tenía derecho a hacer lo que estaba haciendo. No hubo necesidad de testigos ni de ningún tipo de circo, ellos no tenían que llevarse bien solo necesitaban ponerse de acuerdo y cumplir los horarios establecidos.

A la salida del tribunal, todos lo estábamos esperando y cuando vimos su sonrisa de oreja a oreja supimos que había ganado. Guille estaba feliz y se le notaba.

-Al fin, Isa. Cinco años después, pero al fin voy a poder llevar a mi hijo a alguna parte.

Lo abracé emocionada por su alegría y no veía la hora de salir todos juntos con niños incluidos.

Del padre de Vero no volví a saber. Ya habían pasado más de quince días del desagradable incidente en el bar y no había tenido noticias suyas. 

Mabel y Oscar lograron vender su casita y compraron el apartamento de Miriam, allí celebramos su boda de manera sencilla, pero sin pasarlo por alto. 

-Entonces ¿Tú vivías aquí?

Me preguntó César el día de la boda.

-En este mismo edificio, pero en el quinto piso. 

-Me imagino que tenías una buena vista desde allá arriba.

-Eso es relativo amor.

Le dije pensando en cómo mi vista se había ido transformando durante todos los años de vivir allí.  Aquel había sido un lugar feliz alguna vez, pero el último tiempo que pasé dentro de esas paredes fueron mi cárcel sin barrotes. 

César no me preguntó nada más respecto a la casa y nos pasamos el resto de la noche bailando y brindando por los recién casados.

Le mandé el dinero a Miriam con unas amistades que viajaban a Canadá en esos días y puso el grito en el cielo cuando lo recibió completo.

-Niña ¿Y tu comisión? 

Me dijo gritándome al otro lado del teléfono.

-¿Más comisión que la que me dejaste aquí? No seas boba que casi me amueblas la casa entera.

-Oye pero no es fácil lo tuyo muchacha.

Hablamos un rato y se alegró mucho al saber de César. Estaba feliz con sus hijas y sus nietos y adaptándose al frío terrible que había allá. 

El primer fin de semana que Anthony pasó en casa de su papá, Guille por poco se vuelve loco. Preparó tantas cosas para que el niño estuviese a gusto que cuando llegó el momento no sabía por cual empezar. Al final me llamó para irnos para el Zoológico Nacional. Ese sábado temprano nos pasó a buscar en un carro de alquiler. 

Anthony y Vero hicieron tremenda mezcla, de la mano uno del otro desandaron el zoológico de arriba a abajo. Se salvaron que a César no le daba mareo ningún aparato y se pudieron montar con él, porque con Guille y conmigo no se podía contar, de solo ver el barco moverse se me movía el estómago y Guille se ponía verde.

Comieron de todo, corrieron por todas partes y en la guagüita que le daba la vuelta a la pradera africana iban extasiados. Aquello era una experiencia completamente nueva para ellos. 

Nosotros cuatros estábamos destruidos de tanto caminar y ellos como si nada. 

Ya estábamos preparando las cosas para regresar cuando suena mi móvil. Era el padre de Vero.

-Oigo.

Le dije cuando descolgué la llamada.

-Hola Isa.

Silencio de mi parte.

-Te llamaba porque necesito pasar por tu casa en estos días. Hay cosas de las que quiero hablar contigo…y por favor, antes de que me cuelgues el teléfono, quiero decirte que metí la pata hasta el fondo contigo. Yo lo sé.

Yo seguía sin contestarle.

-¿Crees que pueda pasar en estos días a ver a Vero?

Suspiré y le pedí fuerzas a la vida. Aquel era un mal con el que iba a tener que cargar para toda la eternidad, lamentablemente.

-Está bien, pasa mañana domingo.

-Gracias Isa yo….

Colgué el teléfono. No podía seguir tolerando su voz en mi oído ni un segundo más.

-¿Y esa cara de crimen?

Me preguntó Guille al verme el semblante.

-Era el padre de Vero.

-¿Se dignó a aparecer?

-Ay Guille, si supieras que yo preferiría que desapareciera de la faz de la tierra de una buena vez. 

Guille se quedó pensativo jugueteando con las llaves del carro.

-Mira Isa, sé que voy a hacer de abogado del diablo pero atiende lo que te voy a decir. Ese hombre lo que tiene es ataque de tarro, celos e impotencia de verte haciendo tu vida cuando él pensó que ibas a estar llorando detrás suyo eternamente. Él nunca va a admitir eso, pero él lo sabe y le duele. ¿Qué ha cometido errores? Es verdad, pero ¿quién no los comete Isa? Nadie es perfecto y a veces necesitamos que la vida nos pase por arriba para aprender cuatro o cinco cositas. Recuerda que los niños crecen y Vero va a ser la jueza más dura que él va a tener. El mayor daño que tú le haces a una persona como él ¿Sabes cuál es?

Negué con la cabeza.

-Ser feliz Isa, eso le va a doler más que un disparo en el centro del pecho.

-Mira Guille, te soy sincera si te digo que yo no le deseo ningún mal, él es el padre de mi hija y eso no es algo que se pueda cambiar. Pero ese hombre ha hecho cosas que, por favor, imperdonables mi amigo.

-Yo sé mima, pero dale tiempo al tiempo. Verás como lo que hoy piensas que es imperdonable, de aquí a unos años ni siquiera va a tener la importancia de estar entre los pendientes a perdonación.  Haz tu vida, sé feliz con César, disfruta a tu hija y sigue tu camino. Déjale lo demás al karma, al destino o a Dios. Que créeme, uno de los tres lo va a ubicar a él en el lugar que le corresponde.

-Ay mi amigo, que sabio eres ¿Qué habré hecho yo para ganarme un amigo como tú eh?

-Descarada, realmente no has hecho nada, todo esto ha sido de gratis, de bueno que soy yo.




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