A Toda Velocidad

Capítulo 7

            El ambiente en la oficina se vuelve un caos en cuestión de segundos y apenas despego mi mirada de la pantalla de la computadora me doy cuenta el por qué. Teo camina hacia nuestro sector, su camisa blanca con mangas arremangadas, sus jeans perfectamente diseñados para sus piernas largas y esos benditos lentes negros que ya son parte de su personalidad. Todo en el grita caro e inalcanzable, yo grito persona no deseada entrando en mi sector laboral.

            Ni siquiera me gasto en verlo o darle la atención que ya todos le están propinando. En su lugar trato de que mi concentración vuelva a los informes en mi escritorio y la maqueta digital del proyecto que tenemos que terminar antes de que termine la semana.

            No tengo que levantar mi cabeza para darme cuenta que está frente a mí. Es fácil saberlo por su perfume que se me hace ya tan conocido y los constantes suspiros de mis colegas.

            “Vamos,” demanda sin ser una orden precisamente impuesta con fuerza.

            Continúo tecleando. Puedo ver su frustración aun sin posar mis ojos en él. “Aún tengo veinte minutos, vete.”

            Se arrima a mi lado con la intención de susurrar sin ser escuchado. “No deberías tratar a tu novio así, todos están mirándonos.” Apenas dice eso no puedo evitar observar nuestro alrededor. En efecto, la mayoría de los presentes nos miran con disimulo, probablemente deduciendo sobre qué estamos hablando y el qué está haciendo aquí.

            Respiro hondo y le doy mi mejor sonrisa. “No tientes a tu suerte, cariño.” Golpeo su rostro con ‘afecto’ antes de seguir con mis cosas. Sin embargo, esa no es una opción para Teo, por supuesto que no. Busca una silla vacía y la trae para sentarse a mi lado, husmeando mi parte del escritorio.

            “¿Puedes dejar de tocar mis cosas? Me pones nerviosa,” hablo intentando mantener mi paciencia bajo control pero me está desafiando.

            “Entonces vámonos.” Las miradas de todos están sobre nosotros, algunas disimuladas otras para nada.

            Suspiro y volteo hacia él con una sonrisa forzada. “¿Por qué no bajas a la cafetería y te pides un jugo como un buen niño?”

            Su rostro se acerca al mío. “No me gusta el jugo.”

 

 

            Teo estaciona frente al edificio con paredes blancas y una gran placa a un lado donde se lee “Consultorios de psiquiatría.” Miro con desconfianza antes de tomar el paragüas, salir del auto y caminar hacia la puerta. El muchacho, quien no esperaba que ella compartiera su paragüas con él corre detrás de ella con evidente molestia pero no dice nada, sabe que lo único que conseguirá será un disgusto más por parte de la chica.

            “¿Harry quería vernos aquí?” pregunto atravesando el lobbie. La mujer detrás del escritorio nos echa un rápido vistazo pero deja su mirada sobre Teo por un largo rato, seguramente lo conoce o le parece atractivo.

            “Su hermana es psicóloga en este lugar,” responde Teo pasando una mano por su cabello mojado. Podría pedirle una toalla a la linda recepcionista pero está seguro que Callen se burlará de eso también, siempre se burla por su aparente actitud de famoso que ahora parece no soportar unas simples gotas.

            “¿Nos está queriendo decir algo con eso?” Puede que Teo necesite una sesión pero no yo.

            “Dijo que nos iríamos desde aquí, no puedo ir a entrevistas sin él,” dice mirando su reloj plateado. “Es el código de mejor amigo que inventó.”

            Me parece algo tierno el hecho de que sean mejores amigos y que Teo respete ese título. También admiro a Harry por no haberlo mandado a la mierda hace mucho.

            Lo miro de reojo, “no sabía que su hermana vivía en Dublín.”

            “Ahora lo sabes.” Teo camina hacia unos asientos ubicados en la sala de espera y lo sigo sin perder su rastro.

            “Dame mí teléfono, tengo que llamar a mi padre.”

            El muchacho bufa en voz alta antes de cerrar los ojos apoyando su espalda contra el respaldo de la silla. “¿Por qué tendría tu teléfono?”

            Lejos de dejar pasar su actitud, tomo una de las revistas que se encuentran en el mueble junto a mí y lo golpeo para llamar su atención. “Dijiste que tú lo traías antes de empujarme fuera de la oficina.” Mi tono es serio pero al chico no parece disgustarle.

            “Entonces se cayó por algún lado,” responde con simpleza.

            Tomo unas cuantas respiraciones. “¿Perdiste mí teléfono?” Pregunto remarcando cada palabra.

            Acomoda los lentes de sol que aún mantiene puestos y pretende no ponerme atención. “Te conseguiré otro.”

            Muerdo mi labio. “¿Así es como solucionas las cosas? ¿Comprando nuevas?”

            Suelta un bufido y gira su cabeza hacia mí. “¿Qué quieres que haga?” Exclama. “¿Que vuelva ahí afuera con esa lluvia y lo busque en la calle?”

            Un trueno resuena por todo el lugar.

            “Si, en realidad sí.”



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En el texto hay: diversion, amor

Editado: 14.09.2023

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