A Toda Velocidad

Capítulo 10

            Termino el trabajo extra que Daisy me dio como si lo de Teo no fuese ya suficiente y me escabullo hacia mi cama, sintiendo como el cansancio se apodera poco a poco de mí. Sin embargo, no llego a dormir más de lo que parecen diez minutos porque unos golpes en mi puerta me despiertan.

            “Sólo necesito una hora, no me molestes por una hora Nora,” me quejo todo el camino hacia la puerta. Pero mi estado de somnolencia se espabila en el momento en que veo a Teo del otro lado.

            Abro y cierro la boca como un pez conmocionado hasta que finalmente logro hablar. “¿Cómo entraste?” Miro detrás de él buscando a mi compañera de piso. “¿Dónde está Nora? ¿Qué quieres?”

            El chico suspira y me empuja con suavidad dándose paso hacia el interior de mi habitación. “Son muchas preguntas, deberías aprender a callarte.”

            Me siento ofendida ante eso. “Nadie me calla, ni siquiera tú.”

            Una pequeña mueca se forma en su rostro. “¿Estás tan segura de eso?”

            “Sí,” contesto más rápido de lo que quiero. Aun no estoy acostumbrada a tenerlo en mi espacio más personal. “Tu muela parece estar mucho mejor.”

            Su cara está bastante mejor. La hinchazón casi ni se nota.

            “Tuve una buena enfermera.”

            Da un paso adelante.

            “¿Qué haces?”

            Saca mi USB de su bolsillo y me lo muestra. Recuerdo haberlo guardado en mi bolso antes de salir de su casa ayer, ¿o no lo hice?

            “Olvidaste esto en mi casa.”

            Asiento. “Déjalo y vete.” Como se lo pido, deja el artefacto en la biblioteca detrás de él y vuelve su atención a mí.

            Sus ojos viajan por todo mi cuerpo en una dolorosa cámara lenta. “Linda pijama, de verdad tienes un buen gusto para escogerlas.”

            “Lo sé.” El camisón de Victoria Secret que llevo fue un regalo de Nora hace un año cuando finalmente superé a mi ex prometido. Dijo que era un incentivo por mi gran labor, pero en este momento me gustaría tener el pijama de Bob Esponja que guardo en mi cajón de prendas con estampas de dibujos animados. Tal vez con eso Teo no podría mirar a través de mi ropa con tanta facilidad, como si tuviera rayos X, o como si le gustara demasiado lo que ve.

            “¿Cómo es que alguien que parece ser tan seria en realidad guarda tantos secretos puertas adentro?” Su tono no es más que un susurro ahora acercándose nuevamente.

            De pronto, todo el aire del espacio se está volviendo más caluroso, o simplemente soy yo y mis mejillas que no saben cómo disimular.

            Pretendo no estar nerviosa por su escrutinio persistente. “Todos tenemos nuestras cosas,” respondo cruzando los brazos sobre mi pecho. “¿Necesitas algo más?”

            De su otro bolsillo saca un papel, más bien una entrada a su próxima carrera.

            “Espero que vengas.” La deja sobre el mueble detrás de mí, “fuiste como un amuleto la última vez.”

            Parpadeo un par de veces. “Ya eres bueno, no me necesitas.”

            “Odio admitir esto pero me gusta que estés ahí,” esa confesión envía un sentimiento cálido directo a mi estómago, “alentando por mí y luciendo increíble con mi número en tu camiseta.”

            Ladeo la cabeza, “¿acaso ninguno de tus ligues pasados te dio esa satisfacción?”

            Entrecierra los ojos apenas con una sonrisita plasmada en su boca. “Nunca creí necesitarlo hasta ahora.”

            Un silencio pesado se apodera del momento y juro que puedo escuchar como mi corazón late con rapidez.

            “¿Vamos a seguir pretendiendo?” Pregunta.

            Debo concentrarme para poder responder debido a que su cercanía está comiéndome viva. “¿A qué te refieres?”

            “¿Vamos a seguir ignorando la tensión que se crea entre nosotros?” Sus ojos recorren mi rostro antes de volver a los míos. “Y para nada me refiero a lo profesional.”

            Aclaro la garganta y sonrío como puedo. “¿Tantas bebidas proteicas se te subieron a la cabeza?”

            Da otro paso adelante provocando que me choque contra la pequeña cómoda detrás de mí en un intento de alejarme. “Entonces dime que me detenga.”

            Cuando encuentro mi voz susurro, “detente.”

            Niega. “Ahora dilo en serio.”

            Sin esperar ni un segundo, sus labios buscan los míos y el frenesí se desata en el instante en que sus manos toman mi cintura. Todo a mí alrededor se nubla y esfuma como si nunca hubiera existido algo más allá de nosotros. Sus dedos bajan hacia mis muslos y me levanta en el aire colocándome sobre el mueble de madera. Llevo mis manos hacia su cuello, luego su rostro para terminar hundiéndolas en su cabello ondulado y alborotado.

            Cuando nuestras lenguas se encuentran es cuando percibo su saber. Sabe a menta, es posible que acabara de lavarse los dientes y la sensación de su barba de unos días me provoca cosquillas pero no puedo dejar de besarlo. Su mano ahora se abre paso bajo el camisón y lo acerco con mayor fuerza hacia mí.



#12430 en Novela romántica
#7145 en Otros
#1137 en Humor

En el texto hay: diversion, amor

Editado: 14.09.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.