El ascensor se detiene justo en el piso ocho y doy gracias que aun hayan algunas luces encendidas. Son casi las nueve de la noche y yo debería estar en mi casa pero con la nueva campaña de viajes hay mucho para estudiar y ajustar, debería poner una cama aquí mismo y eso solucionaría la mitad de mis problemas.
Camino hacia el sector de desarrollo y en uno de los escritorios diviso a Dean. El chico teclea unas cuantas veces antes de levantar sus ojos y sonreír.
“¿Callen? Creí que te habías ido.”
“Lo mismo pensé de ti,” me acerco. Dean apaga la computadora y se levanta de la silla provocando un sonoro sonido. “Creo que escuché a tu espalda sonar,” bromeo.
Dean coloca una mano en su espalda baja y flexiona las piernas. “Quizás fueron mis rodillas.”
Levanto las hojas cuidadosamente engrampadas que traigo.
“¿Podrías archivar esto? Lo revisé al menos unas quince veces.”
El chico asiente y nos dirigimos hacia uno de los cuartos de archivos.
“¿Cómo has estado?” Pregunta cortando el silencio. “Ahora que estás con Guiraud ¿algo ha cambiado?”
Casi todo.
“¿Te refieres a la constante atención que toda esta situación genera? Preferiría no tener que pasar por eso,” confieso.
“Bueno, supongo que es uno percances al estar relacionada con alguien que está en boca de todos últimamente.”
“Y que lo digas,” murmuro antes de que una duda salte a mi mente. “¿Qué piensas de él?”
Dean es uno de los mejores empleados en este sector y también uno de los más callados. Usualmente todo lo que dice está bien pensado y formulado para dar sólo la información necesaria y no de más. Me da curiosidad que es lo que considera de esta situación.
“No más de lo que se dice,” comenta. “Es decir, no soy muy fanático del automovilismo y no lo conozco como persona, creo que es difícil crear una idea de su persona en mi mente cuando no sé nada sobre él.” Eso es algo que sólo Dean diría, es por eso que me cae tan bien. A diferencia de los demás, él no se rige sólo por las habladurías del público en general. “Pero si me dejo llevar por esos posteos de internet, supongo que no es uno de los candidatos a ser el hombre del año en cuanto a humildad,” suelta una risita. “Aunque hay otros que son peores,” arruga la nariz y me da un vistazo de lado. “La pregunta es ¿qué piensas tú de él?”
“Creo que es un incomprendido,” digo sin pensar.
“Bueno, sales con él, no esperaría otra respuesta.”
Lo medito un segundo. “No, de verdad, digo…no es tan malo una vez que lo conoces, y muchas de las cosas que hace las hace por una razón y aunque no sea del todo correcta no es un completo patán como dicen.”
Dean me observa un momento.
“Sólo porque confío en tu buen juicio voy a creerte.”
Miro el reloj en la pared.
“Ya es tarde, debería buscar mi bolso y alejarme de este lugar.” Sólo Dios sabe lo mucho que necesito un baño caliente en este momento. Mis pies están doliendo demasiado y quiero arrojar estos tacones a una esquina.
Dean me sigue de cerca. “Voy de salida, puedo llevarte.”
“¿Seguro?”
Afirma con la cabeza. “Por supuesto. Déjame recoger mis cosas y podemos irnos.”
“Claro, gracias.” Giro tan rápido que siento como mi pie se dobla apenas enviando un latigazo de dolor a través de mi pierna derecha. “¡Ah!”
“¿Qué? ¿Estás bien?” Dean se apresura a mi lado mientras toco mi pierna.
“Es mi tobillo,” respondo moviendo mi pie un poco. El dolor continua por lo que prefiero dejarlo inmóvil un momento. “Sólo fue un tirón, voy a estar bien.”
El chico me lanza una mirada desconfiada. “Eso no parece un ‘sólo’.” “Espérame abajo, tu bolso es azul ¿verdad?” Asiento. “Puedo pasar por él, será mejor que no camines demasiado.”
“Tonterías.”
Ignorando mi comentario, me ayuda a llegar hasta el ascensor.
“Ve, ahora te alcanzo.” Antes de que las puertas se cierren le doy una sonrisa de agradecimiento.
“Gracias Dean.”
A medida que el auto se acerca a mi calle, descubro un tumulto de gente reunida cerca de mi edificio y una corriente de nerviosismo me ataca.
“¿Puedes detenerte aquí?” Le pido a Dean con prisa. El chico intenta hacer una maniobra para estacionarse, teniendo en cuenta que detrás de nosotros vienen otros autos y cuando casi lo logra abro la puerta apenas el vehículo se detiene. De un salto, me aferro a mi bolso y salgo a toda prisa.
“Callen, ¡Tu tobillo!” Exclama Dean. Ignoro las punzadas de dolor y camino lo más rápido que puedo pasando grupos de gente y hasta un camión de bomberos. A lo lejos veo a Nora quien se encuentra hablando con algunos de nuestros vecinos.