Tres meses más tarde.
El invierno en Nueva York es como el de las películas. Incluso ya pasadas las fiestas el ambiente aun teñido de blanco da esa sensación mágica. Dublín suele ser enérgica y llena de juventud, pero Nueva York es aún más ruidosa. Me gusta esta ciudad, aunque la nostalgia por volver a recorrer mis calles también sigue como si no hubiera pasado ni un día desde que me fui.
Papá me ha hablado todos los días, y cuando no lo hace, lo hago yo. Me ha mandado fotos de Jerry, está cada día más grande y barrigón. También ha incluido las últimas actualizaciones de la granja, las remodelaciones que le está haciendo a la casa y esa excursión de pesca que tuvo con sus amigos donde atrapó un pez de cinco kilos.
Incluso siguió mi consejo de conseguir a alguien para que lo ayudase. Dice que ahora tiene más tiempo libre y se reprocha por no haberlo hecho antes.
Se lo dije.
Las noticias en la oficina siguen frescas como si aún estuviera ahí. Gina me ha estado contando todo sobre los últimos chismes que recorren los pasillos como el nuevo novio de Daisy y la cafetera nueva que colocaron en el pequeño bar.
Pasé mis primeras fiestas en un lugar que no es mi casa y el vacío no tardó en sentirse apenas dieron las doce el día de navidad y de año nuevo. He sido invitada a unas celebraciones de mis nuevos colegas y aunque he decidido ir a un par de ellas no me sentía muy a gusto aún, supongo que el proceso de adaptación lleva su tiempo.
Pero no creo que sea eso. Sé que no lo es. Recibí mensajes esos días, a mi correo para ser precisos porque conseguí un teléfono nuevo. Dejé el anterior en el bolso de Harry porque no me parecía quedármelo. Ambos correos eran de él, y ambos eran para desearme unas felices fiestas.
Eran escuetos, casi como si hubiesen sido escritos por una computadora. O esos que salen en las tarjetas y que se imprimen al por mayor para que cada quien tenga una felicitación sin importar que sean iguales a las demás.
“Iré en una semana, cuando termine con todo aquí,” escucho del otro lado. Nora ha estado entusiasmada los últimos días por venir a visitarme cuando deje todo resuelto con su negocio. Las cosas para ella han estado mejor los últimos meses desde que Teo publicó esa foto con ella. Al menos le resultó bien para alguien.
“Aun no puedo creer que no vinieras conmigo.” Después de insistir en querer acompañarme para probar la vida americana, terminó desistiendo con el motivo de que su negocio estaba prosperando y le gustaba la atención que estaba recibiendo. No quiere dejar eso atrás por un tiempo.
“¿Qué puedo decirte? Dublín tiene mi corazón, soy una amante de mi tierra.” Niego con una sonrisa en mi rostro. “Tu padre estuvo aquí temprano,” comenta, “a falta de su hija le gusta hablar conmigo, dice que le recuerdo a ti.”
Ahogo una queja. “Va a molestarte.”
“No lo hace,” responde con rapidez. “Me gusta escuchar sus historias sobre haber participado en ese reality show donde tocó la gaita en la boda de ese conde. Si no me mostraba una foto podría haber imaginado que se trataba más de un anhelo que de algo real.” Papá conoce de instrumentos y sabe tocar varios de ellos, incluso hace muchos años estuvo en una banda muy popular que era requerida en eventos importante.
Cuando se casó con mamá dijo que ella le había traído buena fortuna pues al mes de la ceremonia su grupo musical fue solicitado para aparecer en la celebración de una familia noble y que iba a ser emitida por un canal de televisión local. Cabe destacar que esa presentación fue todo un éxito, sin embargo la banda no duró mucho y terminaron por seguir cada uno su propio camino.
“¿Has hablado con él?” Sabía que iba a preguntar algo así más aún me sorprendo al escucharla.
Me tomo un tiempo antes de contestar.
“No.”
Sé que debe estar regañándome en silencio. “Han pasado más de tres meses.”
Camino por la sala con el teléfono pegado al oído. “Y al parecer le va bien,” hablo, “ganó la última carrera. Su regreso triunfal.”
Escucho una risita por lo bajo. “Entonces aun lo sigues.”
Quiero decirle que su rostro está en todos los lugares a los que voy o en los canales a los que cambio. Es como si estuviera pagando una condena. “Como si pudiera evitarlo,” me quejo. “Prácticamente está en todas partes.”
“Bueno,” vacila, “este es un buen pie para decirte que va a dar una entrevista ahora,” mi estómago se encoje un poco. No ha dado entrevistas desde el accidente, supongo que su equipo legal le sugirió no hacerlo hasta que las aguas se calmen un poco y las cosas con su grupo profesional se arreglen. Pero no quiero verla. Simplemente no quiero hacerlo porque terminaría perdida en esos ojos verdes y volvería a sentirme afligida como lo estuve todo este tiempo.
“Bien por él.”
Nora suspira. “Será en el canal 7, parece que va a presentar a su nuevo equipo…hay mucha expectativa, aún más después del alboroto que causó su confesión luego del incidente.”