A través de mí (lost Souls #1)

1| Lema

5 de enero de 2015. Londres, Inglaterra.

Las palmas de mis manos ardieron sobre las manoplas de los bastones.

Intenté visualizarme delante del panel de corcho de mi habitación, donde se encontraban los lemas a los que trataba de aferrarme de nuevo, después de tanto tiempo.

«La vida te pondrá obstáculos, pero los límites los pones tú», era mi favorito. Resumía el centenar de momentos en los que tuve que aprender, mediante caídas y golpes, que nosotros definimos nuestras posibilidades.

Me removí, ansiosa hasta la médula, y apenas conseguí reprimir un gesto de dolor. Dos pares de ojos se clavaron en mí, acusadores. Aplané los labios y me apoyé en la pared detrás de mí, para frotarme las palmas enrojecidas de las manos.

—Síguete moviendo y no podrás usarlas, tonta —me regañó cierta castaña con mal genio.

Iba a alegar algo por el placer de llevarle la contraria, pero al final sólo me mordí la parte interna de la mejilla y tomé asiento en una de las sillas mullidas del pasillo.

Cerré los ojos y di un par de respiraciones dificultosas. Apreté los puños a ambos costados de mi cuerpo, para no tronarme los dedos, y me obligué a no mirar la hora en el reloj de la pared frente a mí.

—Intenta relajarte. Me pones de los nervios, Elizabeth.

Abrí un ojo, luego el otro, y le ofrecí una mirada antipática. ¿Cómo pretendía que mantuviera la tranquilidad cuando en cualquier momento me llamarían a dar una prueba de aptitud?

Era una bola de emociones diferentes, que oscilaban entre el nerviosismo, la incertidumbre y desencadenaban en la euforia, pues me encontraba en el lugar donde hacía años deseaba estar.

Y era la última oportunidad que tenía hasta septiembre.

Fui descoordinada en la mayor parte del examen.

Me envolvió la frustración porque no podía apartar la voz incesante en mi cabeza que me repetía que no era una buena idea estar ahí. Sentí que me ahogaba; mi garganta se cerraba a cada minuto que me encontraba en esa sala.

No paraba de recordar las razones que me llevaron a dejar de lado mis sueños.

Por eso mi primera audición fue un fiasco. Y por eso ahora, otra vez, quería salir corriendo del conservatorio… como si pudiera realmente, así que dejémoslo en el sentido metafórico.

No estaba segura de cómo tomar las riendas de mi vida.

No estaba segura de ser buena en esto. No sabía qué me depararía el perseguir mis sueños por fin.

Emma, mi amiga de pelo rosa y raíces negras, y piel trigueña, se levantó del banquito y situó sus manos en mis hombros. Su gesto determinado, pero fraternal, me impidió hablar. Era directa como Abby, la castaña pecosa, aunque tenía más tacto al hablar.

—Escúchame bien, Elizabeth Blackwell —clavó sus ojos marrón oscuro en los míos—: te has preparado para esto desde que tienes nueve años. Has practicado hasta que te duelen los dedos y la espalda. Es la oportunidad de tu vida. Sé que una parte de ti te está diciendo que no estás preparada y te recuerda cómo te fue la primera vez, pero oye, no dejes que el temor te paralice. No permitas que un fracaso no te deje avanzar.

Mis ojos grises se desviaron al enorme ventanal delante de mí y se quedaron clavados allí, anhelantes. Del otro lado, los estudiantes corrían apresurados con sus instrumentos, para llegar a tiempo a sus clases.

«No permitas que un fracaso no te deje avanzar», me repetí. Ya no podía dejar que eso pasara. No si quería ser como esos chicos que, con esfuerzo, lograron dedicarse a la música.

Abby suspiró y negó con la cabeza, como si de un caso perdido se tratase. Supe que fue una actuación en el momento en el que ejerció un apretoncito cariñoso en mi mano.

—Si alguien se merece entrar a este lugar por la dedicación y pasión que siente por la música, esa eres tú. ⸺Sus ojos café medio me transmitieron tanta seguridad como los de Emma⸺. Además, prometiste tener una vida nueva y alcanzar tus metas. Vas a tocar lo que estuviste practicando hasta el cansancio, y lo harás genial, porque  eres genial, Lizzy.

Las observé por un minuto entero, procesando sus palabras en mi cabeza y rememorando el último año ⸺en especial⸺, con pesadumbre. Las lágrimas se acumularon en mis ojos, de imprevisto, y una opresión asaltó mi garganta. Pasé mis brazos por sus hombros y las atraje a mí, mientras apretaba los párpados para no llorar. Era la única forma que tenía de mostrarles mi gratitud.




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