Estaba corriendo, a más no poder, sobre unas calles completamente desconocidas para mí. Tomé mi teléfono, que por cierto... no era ese mi teléfono, y llamé a Jace.
—No lo encuentro —le dije. Estaba llorando, ¿por qué estaba llorando? ¿A quién no encontraba?
—Él también te estaba buscando —dijo Jace. ¿Jace?
—No sé dónde está Evan, no logro encontrarlo.
—Jenna, tranquila, él esta bien.
—No creo que esté bien, ¿por qué estoy llorando entonces? Jace, dime dónde está.
—Él está ahí, a unos pasos de ti.
Cuando levanté mi mirada, las personas desaparecieron una por una, quedando, a los lejos Evan, el cual estaba de espaldas. Se volteó a mirarme pero no lograba distinguirlo, ¿por qué no distinguía su rostro? Él me dio las espaldas, una vez más, y comenzó a caminar hacia a mí mientras yo corría...
—¡Evan! ¡Evan! —comencé a gritar desesperada. Como si fuese mi última oportunidad de poder estar con él—. ¡¿Dónde estabas?!
Sin embargo, a la vez que corría, las personas comenzaron a aparecer en frente mío estorbándome el paso hacia él.
Hasta que Evan comenzó a correr hacia mí. Esta vez él también quería alcanzarme. Pero yo... seguía sin poder ver su rostro. ¿Por qué no podía verlo? Mi cuerpo golpeaba involuntariamente con cada persona, logré llegar a él. Su rostro se aclaró y lo vi. Me sequé las lágrimas y sonreí.
Evan abrió su boca para decirme...
Absolutamente nada porque me desperté. Con mi respiración agitada como si hubiese corrido una maratón mientras dormía, estaba exaltada, a lo que, rápidamente me senté en la cama y sentí como lágrimas brotaban de mis ojos. En mi pecho, tenía una sensación rara, como cuando extrañas a alguien que no ves hace millones de años, como cuando te duele no haber alcanzado aquello que tanto querías. Esa era la sensación en mi pecho. Me dolía.
Una vez más... soñé con Evan. Hace días sucedía que, al cerrar los ojos y conciliar el sueño, en mis sueños aparecía él. A veces lo buscaba, a veces caminábamos, a veces lo conocía por fin cara a cara, a veces nos tomábamos de la mano, a veces decía mi nombre, a veces no me reconocía, a veces parecía quererme y buscarme de la misma forma que hacía yo en mis sueños. Pero ya no quería soñar con él, o eso quería convencerme.
¿Por qué sueño con él todos los días como si lo extrañase?
Aunque supiese la respuesta, no quería admitirla en voz alta y por eso, cada mañana, que despertaba lo hacía como si no hubiese soñado nada.
Miré a mí alrededor, Connor ya se había ido a trabajar. Entraba, por hoy, más temprano que yo. Agradecí internamente, el hecho de que no estaba él. A veces despertaba de la misma forma, y lograba despertarlo de su sueño profundo. Aunque me preguntase si era una pesadilla, ¿cómo podía admitirle que estaba soñando con otro hombre que no era él? Al final, negaba con mi cabeza y volvía a dormir entre sus brazos.
Connor es mi compañero hace exactamente dos años, bueno, mañana serían dos años. Él tenía siete años más que yo, sin embargo, es un gran compañero aunque sabía que no era perfecto. Ha estado muchísimo tiempo soltero y tener a una persona junto a él, le ha costado adaptarse. Una vez, hace un año atrás, me invitó a vivir con él en su casa. Me sonrió y pareció sincero entonces le dije que sí. Sabía con quién me estaba metiendo, no sólo con alguien mucho mayor que yo sino con alguien que también anhelaba mucho su vida de soltero pero también intentaba ser compañero con otra persona.
Mamá me preguntó si estaba segura de vivir con él, claro que me arriesgué y dije que sí. Al principio, la diferencia de edad fue muy cuestionada, pero pensé ¿qué podía salir mal si estoy con alguien con más experiencia que yo? No me encontraré perdida. Él no sólo podrá protegerme sino me ensañará cosas increíbles. Y así fue y así es, sin embargo, creo que a medida que pasan los meses, pareciera que todo está volviendo a su lugar. Volviendo a dónde todo comenzó. A veces cuando se equivocaba por ser él, se disculpaba y volvía a pisar tierra. Sin embargo, en el fondo, sentía que no debía disculparse por ser quién era. Ha vivido la mayor parte de su vida completamente solo.
Connor conocía a Evan, a través de mí, los primeros días que lo conocí, yacía 4 años atrás, pude confesarle lo mucho que había querido a Evan y lo mucho que me gustaba. Le advertí que iba a ser difícil, sin embargo, no le importó y fui enterrando los sentimientos tan fuertes que tenía hacía Evan. Claro, los enterré pero nos los destruí. Mi amistad con Connor durante dos años fue muy ligera, éramos compañeros de trabajo, entonces siempre nos cruzábamos, las risas no faltaban porque él era muy coqueto. Luego, llegó el día en que me dijo que sabía que yo era una persona seria y que si quería tener una relación... él debía tomárselo seriamente. Y fue así.
Quedé tirada en la cama unos minutos, pensando que, Evan aparecía a través de mis sueños, y cada vez que lo hacía, yo me despertaba agobiada. Tomé mi teléfono celular para buscar en mi iMessage su chat, sin embargo, no existía. Ya lo había hecho varias veces, sin embargo, volvía a hacerlo sin razón alguna. Estaba cien por ciento segura que había cambiado de número hace no más de un año y medio. Negué mi cabeza rechazando mi conducta en querer contactarlo aunque fuese imposible. Arrojé mi celular junto a mí.
Odiaba el sentimiento de querer encontrar algún tipo de contacto para poder comunicarme con él. Odiaba el hecho de que, en los más profundo, había cosas que no podía esconder por mucho tiempo.
Me sobresalté con el sonido de la llamada. Tomé mi celular apresurada. Era Connor. Atendí mientras me levantaba un poco mareada de la cama. Le atendí mientras carraspeaba.
—Hola, Connor —hablé.
—Buen día, cariño. ¿Te has despertado?